domingo, abril 28, 2024

Maradona, autor de lo imposible

Por Tobías Rodríguez

Picasso, Dalí, Van Gogh. Newton, Einstein, Bohr. Copperfield, Houdini. Ningún pintor podría haber hecho esta obra. Ningún físico entendería lo que hizo. Ningún mago podría hacer tanta magia. Sólo él podía hacerlo, con la diez en su espalda. Diego Armando Maradona frente a Juventus un 3 de noviembre de 1985.

Era la novena fecha del campeonato italiano. La rivalidad entre el sur y el norte de Italia se enfrentaban en el estadio San Paolo. Juventus puntero con 16 unidades y Napoli cuarto con 10. Los dos mejores jugadores del mundo de ese momento. Michel Platini, ganador de los últimos dos balones de oro y próximo a ganar su tercero ese año; y Maradona, aún sin ser campeón del mundo, y a minutos de mostrar su magia a todos, como de costumbre.

A los 72 minutos llegó la oportunidad de romper el cero. Napoli tenía un tiro libre indirecto dentro del área de Juventus. Diego es dueño de la pelota. Parado al lado de él para mover la pelota está Heraldo Pecci. Ambos se quejan con el árbitro Giancarlo Redini. La barrera está a menos de cinco metros. No hay espacio para jugar y patear. O eso es lo que piensan el resto de los mortales. 

En el arco de la Vecchia Signora, Stefano Tacconi, con los pies apoyados en la arena que hay en el área chica. Intenta mirar a Diego través de la barrera para adivinar lo que hará. Adelante de Tacconi, parados uno al lado del otro están obstaculizando Massimo Mauro, Platini, Aldo Serena y Michael Laudrup. Tienen un lugar privilegiado para la próxima sinfonía de Maradona.

Él está con los brazos en jarra, esperando que ruede esa pelota. La diez se luce en su espalda, manchada con barro, al igual que el corto short blanco. Consecuencia de esta guerra futbolística entre el sur y el norte. 

Pecci duda en que pueda patear y pasar la barrera. Es prácticamente imposible. Ninguno de ellos es matemático o físico para calcular geométricamente si hay posibilidad de que sea gol. Pero al diez no le hace falta saber.

Una leve pisada para que Diego después le dé con su zurda. Gaetano Scirea y Antonio Cabrini salen a presionar a Maradona al instante en que la pelota rueda unos leves centímetros, con la esperanza de llegar a tapar esa pelota. Ilusos. Giran rápido la cabeza para ver dónde terminó esa pelota.

Con los botines Puma Borussia en los pies, le dio una caricia. No le dio fuerte. No le rompió el arco. Puso el pie de costado y desafió lo imposible. Lo que solo los dioses podían crear. La pelota subió y bajó en un segundo. Flotó por arriba de la barrera y sin pedir permiso cayó un misil en el arco. 

Tacconi reconoció la pelota una vez que cruzó la línea. Quedó knockout en el piso sin que lo hayan golpeado. Acostado al lado de su palo izquierdo ve a sus compañeros. Nadie entiende cómo esa pelota fue gol. 

El único que saltó en la barrera fue Laudrup, como un simple reflejo. Se dieron todos vuelta para poder llegar a ver semejante obra de arte. Eran testigos de lo imposible. De lo absurdo. De lo increíble. Del mejor jugador del mundo. De Diego Armando Maradona.

El San Paolo explotó en un grito alabando a su Dios. Con los brazos en alto y la alegría incontrolable. Él solo lo creyó y lo creó. Van todos a abrazar bajo una lluvia al artista. Al mago. Al único capaz de hacer posible lo imposible. Al autor de Napoli 1 – Juventus 0.

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