domingo, abril 28, 2024

Francesca Baruzzi y la ambición de ir siempre por más

Por Nicolás Díaz

El 10 de agosto aterrizó el avión en tierras europeas y Francesca Baruzzi estaba desbordada de felicidad. Era un día hermoso, caluroso y el cielo estaba despejado. Vibras veraniegas y de vacaciones. Era un ambiente distinto, o al menos eso sintió ella en ese momento. Baruzzi estuvo en Europa durante dos semanas, el principal motivo del viaje era adquirir una rodillera especial hecha en Alemania, recomendada por su entrenador, que le fijara la rodilla izquierda de cara a su vuelta a las pistas. A su vez, aprovechó para descansar y recorrer el viejo continente sola, algo que nunca había experimentado. Además de Alemania, estuvo en España y en Portugal. Cada tanto al atleta de primer nivel le viene bien despejar un poco la mente en situaciones complicadas.

Francesca es una esquiadora alpina de 25 años. Es barilochense y practica este deporte desde que tiene uso de razón gracias a sus padres, quienes le inculcaron esta pasión. Empezó a los 2 años y desde ahí nunca más bajó de la montaña. “Fue muy importante que mi familia sea esquiadora. A mí me gustaba levantarme temprano para ir a esquiar y pasar las vacaciones de invierno en el cerro, y eso es gracias a mi papá y a mi mamá. Si no hubiesen sido apasionados, no me hubieran exigido nunca y yo no lo hubiera hecho por voluntad propia”, analiza. Las primeras competencias y los primeros viajes los tuvo con 10 años, pero a partir de los 14, cuando el esquí dejó de ser un hobby, inició a mentalizarse en competir y ganar. 

Desde los 18 años integra la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) y actualmente es la única mujer en ese privilegiado lugar. “Ser la única en el equipo me pone mal, no por mí, sino por lo que significa para el esquí argentino que no haya ni mujeres, ni proyección. Con Magdalena Kast, la presidenta de la FASA, estamos buscando alguna manera para generar que las mujeres sigan esquiando, porque llegan a los 16 y no quieren continuar”, cuenta preocupada la rionegrina, que además agrega que le serviría muchísimo tener a alguien más para la competencia interna y también en el ámbito social, ya que se hace difícil estar tanto tiempo afuera.

“Mi carrera deportiva es súper demandante. Si estoy casi todos los días del año dedicada a eso, tengo, como máximo, dos semanas libres. Así que las vacaciones en Europa me vinieron bien para desconectar un poco, no estar con la cabeza en el esquí, para bajar la ansiedad y el estrés. Siento que la mente es básica para todo lo que te plantees. Si uno no está bien mentalmente, aunque esté bien físicamente, no va a rendir. No quería estar abajo de la pista sin poder subir al cerro. Me ponía presión para apurar con la rehabilitación”, narra, aunque la impaciencia quiera adueñarse de ella.

En enero se operó por tercera vez los ligamentos cruzados (la segunda en su rodilla izquierda) y ya superó la etapa de recuperación. Francesca tomó esta decisión no por una caída que sufrió, si no porque desde julio del 2022 empezó a sentir la rodilla inestable mientras esquiaba, pidió una resonancia y se enteró que el ligamento estaba roto de vuelta. Pero pese a ser la tercera, fue la mejor cirugía de las tres y fue la de mejor rehabilitación. Físicamente ya está fuerte, apoya, carga peso y hace poco volvió a esquiar.

Los objetivos de esta temporada para ella y para todo su equipo son distintos a los habituales. Hay Copa del Mundo en los próximos meses, pero no habrá ni Juegos Olímpicos, ni Mundial, por ende, no van a apurar los tiempos. El principal deseo a corto plazo es terminar de recuperar bien la rodilla y apuntar a llegar bien a las temporadas 2025 y 2026.

Pese a estar de vacaciones por lugares paradisíacos, la campeona argentina y sudamericana estuvo ejercitándose, pero lo hizo a su tiempo, ya que se lo tomó con calma. “Entrenaba una vez por día, con el material que tenía, y tal vez con un poquito menos de intensidad. Yo me decía ‘sacate los horarios y las responsabilidades’. Lo hice porque me hace bien y porque me siento mejor, pero no pasaba nada si no lo hacía”, describe. 

Puede llegar a parecer contradictorio, pero le fascina la playa, el sol y el mar. Y qué mejor que estar de vacaciones ahí. “Me encanta el mar. Es como mi faltante, porque no estoy nunca y es algo que me apasiona. Viviría en el mar, pero bueno, hago un deporte de invierno. Me gusta lo que no tengo. Si viviera en el mar diría lo mismo de la montaña. Es difícil tener todo”, reflexiona desde su casa en Bariloche. No se conforma con nada, ese es su estilo de vida. Puede llegar a parecer que está satisfecha con lo que tiene, pero no. Desea muchas cosas que no tiene. Eso no significa que esté mal, si no que ella siempre quiere ir por más, pero sabe que es complicado.

Pero, ¿qué hizo allá, además de descansar y entrenar? Baruzzi, mientras iba de hostel en hostel, recorrió playas distintas y conoció nuevos lugares, algo que le apasiona. También se sacó fotos para tener de recuerdo y leyó tres libros a la orilla del mar, mientras tomaba vitamina D. “Caminé 20 kilómetros por día todos los días. Me gusta perderme. Empezar a caminar y ver dónde termino”, sentencia. Inicia sin rumbo y no la para nadie. Quiere que el destino sea su guía y la lleve dónde sea, al menos por unos minutos, por unas horas. Quiere olvidarse de todo lo negativo, recargar energía y volver a ser ella.

Pese a que el esquí es un deporte individual, no está sola, porque hay un grupo de personas que la acompañan en todo momento. Jessie Cederstrom es su kinesiologa desde hace cinco años y es una de las personas más importantes para Fran. Sacando la familia, pocas personas deben quererla y admirarla tanto como Jessie, quien conocía a los padres, pero no a ella, hasta que finalmente se cruzaron. 

“La conocí cuando era chiquita, ahora es adulta. Igual nunca pareció adolescente porque este estilo de vida la llevó a ser muy madura. Somos muy amigas. Está tres horas por día en kinesiología, entonces no se puede evitar hablar de temas personales. Empezamos a tener una relación fuera del consultorio”, declara Jessie, con los ojos vidriosos. Francesca, por su parte, la define: “Es mi psicóloga, mi amiga, mi kinesióloga, todo. Aunque no pueda hacer la gira con nosotros, estoy siempre en contacto. Hablo con ella siempre que tengo un problema, antes de una carrera o después de entrenar”. No hay nada mejor para una deportista que tener a alguien que te acompañe en todo momento, en las buenas y en las malas, tal vez, cuando más se necesite.

Otro de los grandes sostenes de Francesca es Joan Orriols, el responsable del equipo nacional femenino de esquí y su entrenador. “Empezamos a trabajar juntos en 2018, cuando la Federación Argentina me llamó para hacerme cargo del programa de mujeres”, cuenta el español, que trabaja hace muchísimos años junto a grandes esquiadores y también formó un lazo importante con ella. “Tenemos una relación bastante especial y desde el primer día conectamos. Ya son seis años, por lo tanto ya no hablamos solo del aspecto deportivo, sino también de aspectos personales. Esta es mi sexta temporada trabajando junto a ella, pero yo la había visto antes cuando estaba en el equipo español, pero de todas maneras no la conocía personalmente”, asegura el barcelonés, que además añade que la vio esquiar un día y al instante se dio cuenta que podía llegar a grandes cosas.

Francesca pasa muchísimo tiempo con Joan, no solo porque es quien la acompaña a cada carrera, a cada país, si no también porque es la única mujer, entonces la relación termina siendo más fuerte de lo común. Pasa lo mismo, o algo muy parecido, con Jessie. Al trabajar tantos años juntos, el vínculo se va haciendo más fuerte. 

Baruzzi asegura: “Yo comparto mucho tiempo con Joan porque solemos estar seis meses en Europa. Estamos nosotros dos y el skiman, pero no hay otras chicas, entonces es una pequeña familia. Joan es como mi segundo padre porque estoy más con él que con mis papás, con mis amigas o con mi novio. La pasamos bien, nos reímos. Siento que es un pilar muy importante en mi carrera”. A su vez, Orriols la llenó de elogios y dijo que es la mejor atleta que tuvo en 25 años de carrera deportiva.

Pero el camino no fue fácil. Como en todo deporte, se necesita mucha dedicación para lograr grandes resultados. Francesca estaba en plena secundaria y dejó varias cosas de lado por el esquí. La adolescencia es, tal vez, de las etapas más importantes porque el humano sale de la niñez y empieza a hacer otras actividades, como por ejemplo hacer planes con amigos, conocer nuevos grupos o salir a bailar, pero ella no pudo vivir eso porque tenía que seguir preparándose. 

En el momento fue difícil porque todos salían de joda los fines de semana, tomaban alcohol, o iban a tomar el té y yo no iba porque tenía que entrenar. No fui ni a la fiesta ni al viaje de egresados. Sacrifiqué mucha vida social, tiempo con familia y amigos. En tercer, cuarto y quinto año mi rutina era ir al colegio hasta las 16:30, ir al gimnasio dos horas, llegar a casa y dormirme. El último año de la secundaria fui solo tres meses al colegio”, memoriza como si fuese ayer. Y bien que tuvo su recompensa. Sin duda que si Francesca no hubiese hecho el esfuerzo que hizo, no hubiese llegado a donde está hoy. No fue para nada fácil, pero lo pudo llevar adelante, y sin duda, es una de sus virtudes. 

Cuando recibió el llamado del equipo nacional, no solo era muy joven, sino que además los integrantes eran más grandes, salvo Tomás Birkner, otro barilochense que en su momento también tenía 18 años. Y fue extraño para ella, porque había diferencia de edad y estaba compartiendo junto a sus ídolos. “Fue mucho orgullo. Antes de que me llamen, se organizó un día de adaptación para ver cómo esquiaba y me fue muy bien, estaba cerca de los primeros puestos. Ahí me subió la autoestima y me di cuenta que podía y tenía que estar en el equipo”, recuerda emocionada, abrigada con su buzo de FASA.

No solo se sumó al equipo y compartió momentos con profesionales que admiraba, sino que también fue compitiendo contra los mejores, y eso fue otro golpe a la realidad. Baruzzi rememora: “Hace dos años, cuando estaba haciendo el reconocimiento de una carrera de Copa del Mundo, me di cuenta que al lado mío estaba la mejor del mundo, la que yo seguía por televisión. No lo podía creer”.

Los atletas de élite suelen pasar más por situaciones adversas, que por positivas. El deporte es muy injusto porque siempre ganan pocos y pierden varios, pero hay un esfuerzo detrás de cada uno que solo ellos saben. “Esto es difícil. Ella ha aprendido a ser positiva, a entender que las frustraciones no son tan importantes porque ganar es difícil y conseguir los objetivos cuesta mucho. Ella entiende y aprecia este proceso y es lo que la diferencia”, dice Joan acerca del tema.

Si bien la última lesión no fue la más cruel, la que sí lo fue, fue la segunda que sufrió. “La tercera rodilla fue un bajón mental, porque uno puede estar preparado para lastimarse, pero no para que sean tres veces en menos de tres años, pero no fue tanto como mi segunda rodilla. Ahí la pasé para el ort*”, se sincera Baruzzi. Y fue cruel en todo sentido. Físicamente porque además de los ligamentos, se lesionó la tibia, los dos meniscos y tuvo desgarros musculares, pero además mentalmente, porque se estaba preparando para los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 y parecía imposible que llegara. “Estuve en Europa con dolor durante dos semanas y después viajé a Argentina con la pierna hinchada en el avión. Fue muy caótico, estar en los JJOO era un deseo. Me replanteé toda mi carrera. Pensé: ‘Ya está, me doy de baja. ¿Para qué voy a seguir, para qué me voy a recuperar si no voy a llegar a lo que siempre soñé?’”, revela. 

En ese momento la apoyó mucho Juan Bautista Barbeito, su novio. “Le pedía que hagamos cosas para distraerme. Íbamos mucho a una chacra que tenemos en El Bolsón, que es como mi punto zen”, cuenta. Pasaron días y días tranquilos, sin internet, sin que nadie los moleste. Además, fue a Buenos Aires para estar con sus amigas. Francesca necesitaba salir de la rutina y encontraba en esas personas esa paz para poder salir adelante.

Y lo logró. Tuvo dos meses complicados, que iba malhumorada y cabizbaja a kinesiología, pero se pudo levantar. “Hice un click. No quería que la lesión me obligue a dejar en un momento que yo no quería, así que hice lo posible para llegar a Beijing, que era a los seis meses”, memoriza. Y así fue. Llegó a los Juegos y tuvo buenos resultados en la prueba de Slalom Gigante: en la primera manga terminó 34° y en la segunda finalizó 30°. Sumando ambos tiempos, culminó en la 29º ubicación de la tabla con un total de 2:04.00, y se convirtió en la mejor latinoamericana de la competencia.

Aquella niña que subía todos los inviernos a las aerosillas Sextuple o La Hoya en el Cerro Catedral, cumplió el sueño, pero además, fue una de las abanderadas. “Fue un orgullo. Me emocioné mucho entrando al estadio. Fue una sensación de plenitud absoluta, que quiero volver a sentir, porque realmente fue un momento top de mi vida. Siempre fui consciente de lo que significaba”, recuerda nostálgica Baruzzi. 

Ella misma lo dijo: quiere volver a vivirlo. Pero primero quiere recuperarse y agarrar ritmo para los grandes desafíos. “Quiero llegar bien al Mundial, que será en 2024-25, y también a los JJOO, que serán en 2026. Además, sueño con estar dentro del Top 15 en la Copa del Mundo constantemente y con conseguir una medalla olímpica”, proclama. Soñaba con estar en una olimpiada, y lo hizo. Ahora quiere seguir avanzando, pese a saber que no es fácil, pero tampoco imposible. “Son super ambiciosos mis sueños, pero soñar es gratis”, dice la ganadora del premio Olimpia de Plata 2022 en deportes de invierno.

“Mis cualidades son tener en claro los objetivos, la perseverancia y buscarle el lado positivo a todo”, sentencia Francesca. Jessie, por su parte, la describe: “Ella siempre mantuvo esa esencia de ser perseverante y de estar focalizada. Creo que con cada lesión se planteó un montón de interrogantes, pero los supo responder”. Joan, entre risas, la define: “Es una máquina, es muy profesional, divertida y enérgica. Es muy inteligente para el deporte, entiende lo que hace y sabe transformarlo, adaptarlo y aplicarlo muy rápidamente”.

Además de esquiadora, Baruzzi es estudiante de Marketing y le queda el tramo final para recibir el título. “Me quedan seis materias, pero no las voy a poder hacer este año porque tengo que rendir presencial y no voy a estar para las fechas. Es un montón de esfuerzo y de tiempo. Las haré el primer semestre del 2024”, cuenta. Ella dice que pese a que la carrera es importante para ella, su prioridad es el esquí y no sacrifica ni un día de montaña por uno de estudio.

A su vez, una vez que deje de esquiar, piensa en enfocarse en el marketing deportivo y trabajar en esto. “Es un nicho súper explotable y nadie lo está explotando. Nosotros como equipo nacional tenemos sponsors, pero no hay grandes movimientos de marketing para explotar el esquí en Argentina. Es algo que hay que ponerle mucho tiempo, pero me parece algo súper interesante para trabajarlo”, reflexiona.

Además de Orriols y de Cederstrom, hay más personas que están detrás de Francesca: Nuria Farriol y el Tano Baruzzi, sus padres. “Para mí son un apoyo incondicional. Son un pilar importante. Si no fuera por ellos, yo no estaría teniendo este presente. Ahora los estoy disfrutando, pero aunque esté lejos siempre los tengo en mi cabeza y les agradezco todo lo que me dieron”, dice Fran sobre ellos, y además no se olvida de Barbeito, quien siempre la apoya y acompaña pese a no estar mucho tiempo juntos por la distancia, y además él le da a ella ‘otra perspectiva de las cosas’. 

Las lesiones la han hecho conocer sus límites, a luchar, a superarse. También la han ayudado a ser más consistente, más centrada, más madura. Mentalmente es más fuerte. Francesca pasó de ser una atleta amateur a profesional porque empezó a tener pasión por el alto rendimiento. No tiene miedo de nada, tiene dudas como todos, pero no miedo, y eso es muy importante. Tiene el sentido del riesgo y muchísimo para crecer”, profundiza Joan, con su acento español, que además reconoce que es meritorio que Argentina compita contra potencias mundiales porque ellos tienen selección natural, cultura deportiva, más medios, muchos atletas y una capacidad económica infinita. Los niños austriacos, por ejemplo, son estrellas, ganan dinero y salen en la televisión. “La mejor del mundo factura 10 millones al año”, cierra.

“Mi motus de vida es no arrepentirme nunca de nada. Todo lo que hice me hizo llegar acá. Estoy viviendo mi sueño, algo que nunca me había imaginado: dedicarme y vivir de esto”, dice orgullosa Baruzzi. Dejó mucho de lado y se sobrepuso a momentos oscuros y situaciones realmente complejas. Según Cederstrom, Fran está convencida de que va a lograr mejores resultados pese a las tres operaciones. Está en su ADN seguir buscando metas para cumplir. No se conforma con lo mucho que ya logró, que ya se pone nuevos objetivos. Ese es su espíritu. Francesca Baruzzi tiene, siempre, la ambición de ir por más. 

 

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