viernes, mayo 3, 2024

Scaloni, el entrenador esponja

Por Felipe Nigoul

César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo, los dos técnicos campeones del mundo con la selección argentina. Las dos escuelas. Un abismo separa a una de la otra. La obtención del Mundial los une. Uno u otro. Una división acorde a la famosa grieta del país. “Yo soy o blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida”, decía Diego Maradona. Un día apareció el “viajero del tiempo”. Nacido en Pujato, Santa Fe, poco antes de que se iniciara el Mundial 1978 en Argentina. Lionel Scaloni, una síntesis. “Es una esponja”, dice Daniel “El Profe” Córdoba, quien dirigió a Scaloni en Estudiantes de La Plata en 1997.

El entrenador de 45 años puede armar un equipo con el clásico 4-3-3, ser ofensivo, con presión alta y larga tenencia de balón pero en el segundo tiempo puede meter un defensor por un delantero, formar una línea de cinco en el fondo y jugar al contragolpe. Como pasó en los octavos de final de Qatar 2022 ante Australia, cuando en el complemento, con el 1-0 a favor, sacó al Papu Gómez (delantero) por Lisandro Martínez (central). Scaloni es pragmático y modifica la manera de jugar dependiendo el rival y el momento del partido. Una forma de vivir su trabajo similar a la de Bilardo. Un loco de la táctica, un enfermo del pizarrón y del sistema defensivo para neutralizar al rival. Pero a la hora de declarar utiliza metáforas y desdramatiza la pasión del hincha argentino, como Menotti. “Mañana sale el sol, ganes o pierdas. Lo importante es cómo hiciste las cosas”, confesó luego de la victoria frente a México por la segunda fecha del Mundial, lejos de amenazar al plantel con estrellar un avión si caían derrotados, como lo hizo el Narigón luego de que la selección argentina perdiera con Camerún en el debut de Italia 1990.

Menotti, director de Selecciones Nacionales de la AFA desde 2019, mantiene una gran relación con Scaloni. Desde el comienzo el Flaco apoyó al técnico cuando los medios lo defenestraban. Hasta Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de AFA, no tenía plena confianza con el nuevo cuerpo técnico y creía que su paso iba a ser fugaz. Pero el Flaco le dio la tranquilidad a Scaloni de trabajar con tiempo. Y el tiempo le dio autoridad. Menotti siempre destacó el cuerpo técnico del pujatense: “Lleno de juventud y de exjugadores con un gran conocimiento del deporte”, exclamó tras la asunción. Y es justamente donde el menottismo y el bilardismo actúan en conjunto. Dentro del cuerpo técnico está Pablo Aimar (ayudante de campo), admirador del Flaco. “Aunque no lo tuve como entrenador, es fantástico compartir con Menotti. Mi nombre es Pablo César por él. Es como un chiste de la vida poder sentarme con él”, dijo el Payasito. También lo integra Luis Martín, el preparador físico aferrado a la escuela pincharrata que, como dijo Scaloni, “lleva una importante relación interpersonal con el jugador”.

Argentina tuvo planteles repletos de estrellas mundiales pero nunca logró mantener un estilo de juego. No existe un hilo conductor histórico como en Italia, Brasil o Alemania (a pesar de que actualmente vive una transformación de su táctica post Mundial 2014), los máximos campeones. Sin embargo, las selecciones argentinas que se destacaron tienen algo en común: la unión del equipo que contagia al hincha. Los equipos argentinos campeones del mundo fueron los grupos más unidos, los que tenían bien en claro su función. Eso genera en gran parte del apasionado una ilusión y se siente representado. Como cuando Argentina se consagró subcampeón del Mundial Italia 90 y miles de hinchas fueron a recibir al equipo a Ezeiza a pesar de no haberse consagrado campeón.

La selección argentina contiene dos ramas ideológicas muy fuertes. Menotti, referente del Huracán del 73 y campeón del mundo con la selección en el Mundial del 78. El público, los futbolistas, los periodistas que hablaban del fútbol argentino como “la nuestra”, que se basaba en el juego asociado, lírico, con muchos pases y gambetas, que destacaba lo bello y lo estético por sobre el resultado, tuvo finalmente una fuerte representación en la selección del 78. No solo jugaba lindo y estético, sino que era campeón del mundo. Luego del Mundial de España 1982 el Flaco dejaría su cargo de entrenador tras quedar eliminado en la segunda ronda.

Para reemplazarlo, Julio Grondona, el presidente de la AFA en aquel entonces, llamó a Bilardo. La antítesis del Flaco. Referente de Estudiantes. Al principio Don Julio, hincha de Independiente (gran rival del Pincha en las décadas del 70’ y 80’), no le cerraba. Tampoco a Menotti. Ambos técnicos tenían charlas. Discusiones muy largas. Exclusivamente de táctica. El Flaco se centraba en el sistema de juego asociado y el Narigón en recuperar y contraatacar rápidamente. La grieta no se produjo hasta meses después del reemplazo en 1983, cuando la selección perdió 2 a 0 en un amistoso frente al Valladolid, un equipo de tercera línea de la Liga de España. “No podemos regalar prestigio”, dijo Menotti después de la derrota. Siete años más tarde contestó el Narigón a minutos de haber perdido la final del Mundial de Italia 90 frente a Alemania: “El prestigio del fútbol argentino queda muy alto porque ser subcampeón del mundo en Europa es muy importante después de haber sido campeón en América (por el Mundial de México 86)”. Bilardo dejó la selección tras la obtención del segundo puesto.

Luego del menottismo y el bilardismo la selección tuvo 11 técnicos y, cual peronismo contra radicalismo, de izquierda o de derecha, invadía esa necesidad de representación en alguna de las dos escuelas. En cada plantel, desde afuera se lo identificaba con uno (José Pekerman-Menotti) u otro (Alejandro Sabella-Bilardo). No así Scaloni. El inexperimentado técnico que volvió a darle el título mundial a un país con toda su gente dentro. Scaloni impuso rápidamente su esquema de juego. Una mezcla de juventud y experiencia, con recambio generacional en algunas posiciones. Leandro Paredes, de buen pie, gran manejo de pelota pero sin marca, reemplazó a Javier Mascherano. Un cambio drástico. La distinta elección del estilo de los jugadores fue un pilar fundamental. “Lo que nos gusta a los argentinos es intentarlo en todo momento. Confiamos en un biotipo de jugador que nos lleva a tener alegrías. La gente se siente identificada cuando juegan estos chicos”, expresó Scaloni. Al mismo tiempo, se esmera para que la defensa no se desordene. Aunque el juego que plantee sea ofensivo, lo primero que analiza antes de un partido es qué flaqueos provoca cada jugador en la parte defensiva. Corrige y equilibra. Al tener un 5 de poca marca, como Paredes (luego Enzo Fernández en Qatar 2022), la línea de fondo tiene que ser agresiva y anticipar bien adelante para no dejar huecos. De ahí sale Cristian “Cuti” Romero. Si tiene que cortar, no tiene problemas. Tampoco en hacer faltas tácticas. A veces no tan tácticas.

El equilibrio: la pincelada de Ángel Dí María en la final de la Copa América 2019 contra Brasil en el Maracaná y las patadas hacia Neymar para que no avance. La sangre en el tobillo derecho de Gonzalo Montiel. Lionel Messi levantando la Copa. Desde el juego defensivo en aquel maracanazo, con dos remates al arco, hasta el equipo que supo ser protagonista y tomar las riendas del partido contra Francia en el partido definitorio por la Copa del Mundo. Scaloni entiende los momentos y ejecuta; no tiene un 11, tiene un plantel titular. Fab Spina, sociólogo, amante del fútbol e integrante del programa radial “Decime que Se siente”, de UrbanaBA (fana de Scaloni desde Cemento), dice que, a diferencia de los históricos técnicos argentinos que deciden todo y son las figuras principales, “Scaloni plantea lo opuesto, delega mucho en su cuerpo técnico de trabajo”.

Matías Manna, analista de video de la selección y cerebro de la Scaloneta, dijo que no hay que sobreanalizar a los rivales (¿qué más menottista que eso?). “Ya me escribió, ya me mandó todo”, declaró Scaloni minutos después de conocer los rivales de la fase de grupos (¿qué más bilardista que eso?). Mientras que Menotti y Bilardo, hombres de saco y corbata, exponen todo su saber ante las cámaras y son los líderes, Scaloni, que se pasea hasta por su casa con el conjunto de la selección, le habla a Aimar como si en realidad su ayudante fuera su jefe, como tras el gol de Messi a México que le daba los tres puntos fundamentales para seguir en el Mundial. Aimar lloraba. Scaloni quebró en la final. El que desdramatiza la pasión del hincha argentino, el que advierte que el fútbol es solo un deporte, cuando Montiel convierte el penal de la consagración mundial, se tapa la cara con las manos, rompe en llanto y como un niño abraza a cualquier alma que se le cruce.

Scaloni parece tener una balanza al lado de su cama y al levantarse cada día de su vida le pone 100 gramos de bilardismo para un lado y 100 gramos de menottismo para el otro. Con el tiempo es probable que se hable de “scalonismo”, una rama ideológica de fútbol. También, una filosofía de vida. El equilibrio. Escuchar y hacerse oír. Equivocarse y aprender del error. Ensuciarse para limpiar. Una esponja.

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