Por Juan Ignacio Rivera
Poco hábil para algunos, pero tocado por los dioses para tantos otros. Muchos creen que fue el mejor delantero de los últimos años del fútbol argentino. Pero más allá de cualquier apodo, Martín Palermo fue sinónimo de gol y fútbol. Le alcanzaban tan solo segundos o minutos para hacer historia. Si no, recordar aquella noche del sábado 10 de octubre de 2009 por eliminatorias frente a Perú.
La selección argentina solamente se ausentó cuatro veces a un Mundial. En Francia 1938, Brasil 1950, Suiza 1954 y México 1970. 39 años después, Argentina estaba a punto de vivir una situación parecida. Ese 10 de octubre había una sensación rara. Desde temprano el país estaba diferente. Apagado, nervioso, confuso. El equipo dirigido por Diego Armando Maradona tenía la obligación de ganar su partido ante Perú para seguir con chances de clasificar al Mundial de Sudáfrica 2010.
En la previa del partido, los medios locales recordaron el histórico partido ganado por la selección argentina 6 a 0 ante Perú en el Mundial de 1978 y esperaban que se diera un partido similar. Sin sufrimiento y nervios. Hoy en día siguen los rumores de que el partido estaba arreglado. Los hinchas respondían a los medios que no les importaba la manera de ganar. Solo querían pensar en sacar boletos para viajar a Sudáfrica.
El estadio Monumental estaba lleno de gente horas antes de que el árbitro diera inicio al encuentro. Normal. Argentina jugaba un partido muy importante y necesitaba de su público. También, los hinchas aprovecharon que ese partido se jugó un sábado y muchos de ellos no tenían que ir a trabajar. Generalmente los partidos de eliminatorias se suelen jugar en la semana.
El primer tiempo se fue sin pena ni gloria. Messi intentó por todos lados, pero ante una buena defensa y los nervios de sus compañeros se bajó el primer telón 0 a 0. Era uno de esos momentos donde el jugador del Barcelona, necesitaba de alguien que haga los goles. De todas formas, el partido se vio recompensando con lo que pasaría en la segunda mitad. Maradona tuvo una charla en el entretiempo con Palermo y le comentó que iba a ingresar al partido. Lo preparó y le dijo que aproveche la oportunidad.
Luego de calentar, salió a jugar el segundo tiempo en reemplazo de Enzo Pérez. Era su segundo partido por eliminatorias. El jugador de 35 años estaba jugando en Boca. Unos días antes venía de hacer un gol muy recordado desde la mitad de cancha con la cabeza frente a Vélez. Tenga 20 o 35 años, para los rivales era lo mismo. Siempre podía sorprender con un golazo. Un goleador que nació para vivir ocasiones únicas en el fútbol. El jugador ideal para ese partido. Letal, impresionante juego aéreo y un olfato de gol que pocos delanteros, incluso hoy, tienen.
En el complemento, Argentina comenzó ganando tras un brillante pase de Pablo Aimar y la posterior definición soltando el pie de primera de Gonzalo Higuain, que hacía su debut con la selección. En el minuto 22 del segundo tiempo, Maradona decidió hacer un cambio cuando su equipo tan solo ganaba por un gol de diferencia. Entró Demichelis por el “Pipita”. El entrenador fue abucheado e insultado. En un mal momento de la selección ni siquiera se salvó el “Pelusa”. El ambiente estaba tenso, incómodo. El Monumental ardía. Por si le faltaba algo a esta escena de película, comenzó a llover de una manera descomunal. No se veía nada.
Con el gol del “Pipa”, rápidamente Palermo pensó que alguna pelota le iba a quedar. Con muchas chances de gol y donde le quedaría alguna para rematar. Sin embargo, la historia tenía un desenlace mejor y que no estaba en carpeta de nadie. Lo bueno se hace esperar. De todas formas, el partido para el ex jugador de Boca empezó accidentado. En una de las jugadas siguientes, luego de un centro, uno de los defensores peruanos le pegó con el botín en la cara y quedó sangrando. Tuvo inconvenientes para ingresar a la cancha. Parecía complicarse el partido para el experimentado delantero.
La selección, conforme con el resultado, se tiró atrás. Perú sintió ese golpe y fue en busca de la igualdad. En el final del partido, con muy poco fútbol de ambos equipos, sumado a la lluvia y la niebla, tras una jugada sucia de muchos rebotes, Hernán Rengifo aprovechó el centro de “Cachito” Ramírez y de cabeza anotó el empate. El Monumental se quedó en silencio por unos segundos. Ahora, los insultos y abucheos también eran para los jugadores. A esa altura las esperanzas de los hinchas se desvanecían.
Minuto 47 del segundo tiempo. Era una de las últimas situaciones del partido. Córner a favor de la selección. Qué mejor que recordar esa mítica jugada desde el punto de vista del artífice del gol. Así lo recuerda Palermo: “El árbitro había adicionado tres minutos. Viene el centro, creo que de Insúa, y me parece que es Di María el que la manda de nuevo hacia adentro y después la cruza el “Pocho”. En el área estábamos todos, menos “Chiquito” Romero. Ni pensás que te va a caer a vos, aunque siempre creía que me podía pasar”. Palermo tocó la pelota a la red y festejó.
Nunca mejor dicho, Martín hizo honor a su apodo: “el optimista del gol”. Carlos Bianchi no se equivocó cuando en 1998 lo bautizó con ese nombre. Su pie era lo más parecido a una varita mágica. Todo lo que tocaba se transformaba en gol. Estaba siempre parado en el lugar correcto.
Todos corrían y se abrazaban. Maradona protagonizó su recordado festejo tirándose de pecho al piso, mientras que el goleador de la noche lloraba con los brazos abiertos y la mirada al cielo. En las tribunas, la gente no podía creer lo que estaban viviendo. Se pellizcaban para saber si estaban en sueño. Pero no. No era un sueño. Era la realidad. Esas cosas tiene el fútbol. Un deporte donde todo puede cambiar en cuestión de minutos.
Alejandro Del Bosco, fotógrafo de El Gráfico, cuando vio que la pelota entró y que Palermo fue para el otro lado de donde estaba él, se levantó como pudo y atravesando la inmensa lluvia llegó cuando el “Titán” volvía de festejar el gol. Apenas lo miró besarse la camiseta, no dudó e hizo click. Una foto histórica para un momento histórico. Una imagen que muchos tendrán en un póster, de fondo de pantalla del celular o simplemente como recuerdo en la mente.
Fue tanta la locura en el festejo por el gol, que entre la lluvia y la niebla se desconcentraron hasta los propios jugadores argentinos. Perú en cuestión de segundos sacó del medio y desde la mitad de la cancha estrelló un tiro en el travesaño. Luego de eso, el árbitro señaló el final del partido. Y ahora sí, a muchos les volvió el alma al cuerpo.
Fue una noche que no permitió ser olvidada. Donde solo había una camiseta. La celeste y blanca. No hubo tiempo para acordarse en qué equipos jugó Palermo. Si te caía bien o te caía mal. Si alguna vez te amargó una noche o varias. Los hinchas de Gimnasia y River lo gritaron tan fuerte como los de Boca y Estudiantes.
Fue mucho más que un gol. Salvó a la selección argentina de superar la peor racha de su historia, ya que desde 1919 no perdía seis partidos a lo largo del año. Y mucho más importante, Argentina estuvo a nada de quedar afuera de un Mundial con Messi y Maradona en un plantel. Pero no. Apareció un “loco lindo” que agitó la varita mágica y cambió el destino de un país en el fútbol.