martes, abril 30, 2024

Alberto “Beto” Palmetta: del niño futbolista al boxeador profesional

Por Fabián Supital

Una historia que comenzó hace mucho en Beccar, dónde ese niño con ilusiones de ser un gran deportista, ayudaba a su padre albañil y desandar el camino de la práctica deportiva pero sin éxito, hasta que la casualidad quiso que en un gimnasio de boxeo encontrase la pasión y la forma de por sus objetivos. Hoy ese niño convertido en hombre va en busca de la gloria, entrenando y redoblando esfuerzos para mostrarle al mundo de lo que es capaz, ser campeón del mundo. 

-¿Cómo fueron tus inicios cuando tenías 14 años?

 -Mi sueño era ser jugador de fútbol profesional, mi papá no hacía deporte y me fui encariñando por mi mamá!, A los 6 años mi tío me regaló una camiseta de Boca y me volví fanático, empecé jugando al fútbol en Acasusso, después fuí a Colegiales, me sentí un nene afortunado, siempre supe que quería ser un deportista profesional. Después de ese camino y de darme cuenta que en el fútbol no iba a poder, un amigo del colegio me ofreció ir a hacer boxeo a Tigre, y como adolescente sentí que eso me ayudaría, sobre todo de noche, por la vida que llevaba. A los dos meses de haber empezado, mi entrenador me ofreció mi primer guanteo, y como me sentía tan competitivo le dije que sí. Ya a los 6 meses me ofrecieron una exhibición, y empecé a descubrir cómo el deporte individual, tan técnico, y tan formador de la personalidad, lo tenía que entrenar de manera más exigente.

-¿Y cómo fueron esos primeros momentos del entrenamiento tan exigente?

-Mi entrenador me sugirió que entrenase de mañana, antes de ir al colegio, a las 5 de la madrugada ya me levantaba. En esa época estudiaba, trabajaba con mi papá de albañil, y boxeaba a la tarde en el club, pero la exigencia era tal y el desafío por mejorar, que en mi familia no podían creer que me levantara a esa hora sin ninguna queja y saliera a correr con frío, para mejorar mi entrenamiento.

  -¿La relación con tu papá marcó tu carrera?

-Un día le dije subido a una escalera en el techo de mi casa, haciendo tareas de albañil “Papá, quiero ser boxeador”. Me miró y dijo: “Ah síi, dale, pero dejas de estudiar y se termina todo”, ahí entendí su mirada y la importancia que le daba a la formación educativa.

 -¿En qué momento te diste cuenta que serías un boxeador?

 -Creo que de chico tenía el deseo de ser profesional, miraba a los deportistas y pensaba que  iba a estar ahí, que iba a competir, y ese deseo hoy está vigente, el deporte me atrapó desde lo individual, porque dependía de mí, de mi sacrificio. No vengo de una familia con tradición de boxeadores, sin embargo durante toda mi evolución como deportista sentí y siento que este deporte me permite competir y eso me llena.

 -¿Y cómo fueron las primeras peleas?

 -Perdí mis primeras cuatro peleas, a los 16 años todos se burlaban por eso, llegué a pensar que el boxeo no era para mi, estaba triste, hablé con mi mejor amigo, y me insistió para que siga, hasta que un día llegué al gimnasio y quise dejar todo, y mi entrenador me sugirió que me diera otra oportunidad, que lo valía.

 ¿Qué le diría el Beto de 33 años al de 14 en relación a su crecimiento como boxeador?

 -Siempre escuché a mis entrenadores, fui muy respetuoso, fui muy rebelde, y el boxeo me educó, me sacó de lugares difíciles, me enseñó a cuidar y respetar mi cuerpo, estaba mucho en la calle, y entendí que si quería ser un verdadero profesional y competir tenía que valorar mi trabajo y cuidarme hasta en las pequeñas cosas. Recuerdo que he ido a entrenar sin dormir, y esa vez entendí que en el boxeo no se jode, recibí un golpe muy feo, y me hice adulto a muy temprana edad.

 -¿Qué fue para vos representar a la Argentina como capitán de la Selección Argentina de boxeo en un juego olímpico?

 -Ser olímpico fue la etapa más linda de mi vida, haber logrado ser parte de la selección fue un logro enorme en mi vida, que pude hacerlo de manera paralela a mi carrera universitaria y mis comienzos laborales en la Educación Física.

 -¿Para ser olímpico tuviste que ser campeón argentino?

 -Si, y en el 2008 lo logré, y a pesar de ello y que el entrenador de la selección me nombró como integrante, la federación no me reconocía  y no me otorgaban la beca, hasta que un día un dirigente en el C.E.N.A.R.D. me comenta que por mi edad era difícil que sucediera, ante mi asombro le pregunté cómo era posible si sólo tenía 19, ante lo que él me dijo “creíamos que tenés 26”, lo que provocó que tuviera que volver a competir en el 2009 y salir campeón nacional y desde allí me convertí en integrante oficial de la selección nacional, y aunque parezca increíble esas son las cosas que pasan en nuestro deporte.

 -¿Cómo fue competir en el Panamericano en la altura de Quito?

 -Fue una locura, el que diga que la altura no afecta no entiende nada del deporte, fue una experiencia terrible, sentís que te pisan en la cabeza, era imposible, fueron sensaciones que jamás volví a sentir en mi vida al competir.

Hay circunstancias y momentos, hay clima y silencios, palabras, ojos que miran sin mirar, midiendo cada pensamiento pero siendo contundente en sus palabras. Hay ganas de decir un montón de cosas, de contar experiencias, de transmitir sensaciones. Alberto Palmetta piensa, observa, analiza, expresa pero no abandona su verborragia y su intensidad, y muestra en cada dicho su resiliencia constante para superar cada escollo en su vida.

  -¿Qué fue Los Cóndores para vos?

 -Los Cóndores fue el equipo que compitió en La Liga Mundial, significó un desafío bárbaro, fue una competencia sin protección, las primeras competencias más parecidas a lo profesional, viajamos mucho, cambió la forma de pelear por la cantidad de rounds, pasamos de 3 en el boxeo olímpico a 5 ,y eso representó un enorme cambio en la forma de competir, y en el desgaste durante la pelea, cada vez que representaba al país era algo muy motivante, lo que más quería era cantar el himno, ese era mi orgullo.

 -¿Qué diferencias encontraste entre el boxeo amateur y el profesional?

 -Hay enormes diferencias, aunque la forma del entrenamiento tiene cambios, lo más importante tiene que ver que en el boxeo amateur u olímpico uno entrega todo en pocos rounds, se busca explotar y con mucha intensidad, en cambio en el profesional se busca el “golpe de poder”, se busca la distancia por ser 10 o 12 rounds.Otra gran diferencia es la defensa, en Argentina ese aspecto del boxeo está visto como las agallas para defender, y no como una técnica en sí misma.

Otra enorme diferencia es la mirada del medio sobre el boxeador, es un trato más comercial, sos un producto y la estructura en Argentina no es de elite, los boxeadores sí, pero no hay una mirada integral del deportista que lo sostenga en todos sus aspectos.

 -¿Cuál es tu visión del boxeo profesional argentino?

 -Hoy en día está mejorando un montón a nivel espectáculo, a nivel estructural la selección está realizando una gran tarea, pero veo muchas falencias en el fomento del boxeo competitivo, prepara a los boxeadores profesionales para el espectáculo, y como eso trasciende en las etapas formativas en los clubes de barrio, en los gimnasios, preparar a quienes se inician en el aspecto social, educativo, formativo y cultural para que tengan mayores herramientas para encarar su proceso de construcción. Los boxeadores y boxeadoras deberían interesarse en estudiar y aprender a gestionar sus carreras, y cómo seguir vinculados al deporte de una manera que puedan ayuda a quienes se inician, el deporte debería ser una estrategia central para la formación de las personas, desde los valores y el boxeo carece de criterios de formación académica y esto debería revisarse. 

-¿Cómo llegas a tener un vínculo personal y profesional con Sergio “Maravilla” Martínez?

 -Para mí fue un orgullo que quién era mi ídolo me llame y se interese en que sea parte de su equipo de trabajo, si bien muchas de las cosas que se plantearon en las primeras reuniones y que me ilusionaron mucho, después no pasaron, estoy muy agradecido por la oportunidad que me brindó, para iniciar mi carrera profesional en Argentina, esas son cosas que no suceden todos los días .

 

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