jueves, noviembre 21, 2024

Sabatini y la volea más desafortunada de Wimbledon

Por Florencia Miozzo

Se respira un aire tenso en la cancha central de Wimbledon. El público no sabe cómo acomodarse, aplauden nerviosos y alientan a Gabriela Sabatini y Steffi Graf, que desde hace dos horas batallan punto por punto. Tercer set, Sabatini está al servicio. Las miradas de 15.916 almas están sobre ella, incluso las de la princesa Lady Di y su hijo William. Van 30 iguales. Gabi se prepara, pica cuatro veces la pelota en el césped, y saca un segundo servicio abierto con efecto. Graf pone un pie por delante, busca anticipar ese saque y tira una derecha cruzada, que exige a Gabi. La argentina se estira y alcanza a pegar un derechazo paralelo sobre el revés de la alemana, que resuelve pasar la pelota con un slice. Gabi le responde con otro slice de revés que utiliza para subir a la red, lo quiere ganar, pero Graf, con su golpe más decisivo, la derecha, manda la pelota en dirección paralela. Gabi está en la red, llega a volear y a ubicar la pelota cruzada cerca de la línea, hacia el lado contrario de Graf. Nadie pestañea, hay un silencio abrumador. Continúa el punto. Graf se esfuerza, apenas llega a pegar una derecha paralela. Gabi sigue en la red acechando, volea de revés, una volea que debe haber hecho un millón de veces, pero le queda un poco larga. Graf corre a una velocidad que hace levantar el pasto a su alrededor, alcanza a tocarla de slice antes del segundo pique, y la pelota cae del otro lado. Gabi no llega. Graf se pone 30-40 en el servicio de Sabatini, que va 6-5 arriba en el tercer set. Ese punto hubiese significado match point para la argentina. Graf, con una brillante devolución, se llevaría el game. Era la final de Wimbledon de 1991 y Sabatini estuvo a dos puntos de consagrarse y ser la número uno del mundo.

Fue un Wimbledon atípico, con partidos retrasados por lluvia. Para el final de los primeros cuatro días, se habían disputado sólo 52 de 240 partidos. Hasta se tuvo que jugar en el “middle sunday”, el domingo que separa las dos semanas del grand slam. Era la primera vez en 114 años que sucedía. Gabriela Sabatini llegó a Wimbledon 1991 como la número tres del mundo en el ranking de la Asociación de Tenis femenino (WTA). Su entrenador era Carlos Kirmayr, importante para el desarrollo de su juego. “Gabi tenía un slice de revés y volea; creo que la única que voleaba mejor era Martina Navratilova. Gabi era excepcional en la red, tenía una mano, un toque, una calidad tremenda, pero cuando empezamos a trabajar no utilizaba esa herramienta. Cuando la empezó a utilizar, los resultados aparecieron”, explica Kirmayr, el brasileño que trabajó con Sabatini desde mayo de 1990 hasta enero de 1993 y desde noviembre de 1993 hasta julio de 1994. Juntos lograron la victoria más importante de su carrera: el US Open de 1990 frente a Graf.

Gabriela Sabatini tuvo un largo recorrido para llegar a la final de Wimbledon de 1991. Jugó seis partidos y en ninguno cedió un set. Enfrente tenía a Graf, la mejor de la época, con nueve títulos de Grand Slams hasta ese momento, pero Sabatini creía que podía vencerla, los últimos números entre ellas le daban la razón. Entre el triunfo en el US Open de 1990 y esta final, Sabatini y Graf habían jugado nueve veces, siete victorias para la argentina y dos para la alemana. “Gabriela había entendido la táctica, había que atacar y llegar a la red, presionar sobre los puntos de revés”, repite Kirmayr.

La atmósfera que había en la previa era magnífica. En las tapas de la mayoría de los suplementos deportivos de los diarios británicos había un lugar dedicado a Graf vs Sabatini. Uno de los diarios más importantes, el Daily Mirror, puso titulares como “Gabby vs Steffi” o “Latin class too tough for jenny”, haciendo referencia a que Sabatini le dio una clase latina de tenis a Capriati. Había una enorme expectativa, la dos del mundo contra la tres, la rubia contra la morocha, la derecha de Graf contra el revés de Sabatini. Dos viejas conocidas para escribir otro capítulo del tenis femenino.

 

Recorte del diario Daily Mirror, 05 de julio de 1991.

 

Quien alguna vez tomó el subte de Londres hasta la estación Southfield, caminó las 12 cuadras por la calle Church Road, llena de casas residenciales con grandes y coloridos jardines, para ingresar al All England Lawn Tennis & Croquet y se paró en una de las plateas de la cancha central de Wimbledon, conoce lo intimidante que puede ser el escenario. El estadio es enorme pero da la sensación de hormiguero. Hay que preguntarle a David Spearing, de 83 años, mayordomo honorario de Wimbledon, cuya misión es dar la bienvenida a los invitados a los palcos de hospitalidad en la cancha central. El “hombre del sombrero negro”, como se lo conoce, se hizo popular por su apariencia; siempre luce una prolija barba y un sombrero Stetson negro. No se pierde un día en Wimbledon desde 1974. Lo único que cambió fue su sombrero: usa un segundo ejemplar porque el primero se desintegró por el paso del tiempo.

David Spearing y los demás espectadores fueron testigos de la final de Wimbledon que tuvo lugar el 6 de julio de 1991 y que duró 127 minutos. El primer set arrancó muy parejo hasta que Graf quebró en el quinto game el servicio de Sabatini y se puso en ventaja 3-2. La alemana marcó la diferencia con su devolución y su enorme derecha. Graf mantuvo el quiebre y ganó el primer set 6-4. El comienzo fue difícil para Sabatini, más en una cancha tan emblemática y con una contrincante experimentada, que ya había ganado Wimbledon en 1988 y 1989. El segundo set empezó desprolijo; las jugadoras se quebraron el saque en varias ocasiones hasta que otra vez el quinto game fue el decisivo, pero esta vez para Sabatini, quien sacó la ventaja para llevarse el parcial por 6-3. Estaban iguales en el marcador, set por lado. Llegó el descanso, ambas con caras serias, muy concentradas, como imaginando ese tercer y último set. A todo o nada. Los primeros games fueron para Graf, que se puso 2-0. Parecía que la historia iba a terminar antes de lo previsto, pero Gabi una vez más fue en busca de la remontada y se recuperó: 4-4 iguales. El noveno game fue el peor para la alemana en el partido: con un error no forzado y una doble falta, le dio a Sabatini la posibilidad de sacar por el campeonato 5-4. En ese momento, Gabi festejó, mostró su puño, una de las pocas demostraciones que hizo durante la final.

Pero ese game no fue el esperado. Desde la devolución, Graf complicó a la argentina, que dejó pasar una chance importante. Pero no iba a ser la única oportunidad, Sabatini volvió a quebrar el servicio y se puso en ventaja 6-5. Otra chance con su saque para ganar el partido y tocar el cielo con las manos o, mejor dicho, con la raqueta. 30 iguales y esa volea que no pudo ser.

Lo siguiente es conocido, 6-4, 3-6 y 8-6 para Graf. El rostro de Gabi lo decía todo, seria,  sin ninguna sonrisa pero tranquila. La ceremonia de premiación estuvo a cargo de la duquesa de Kent, Catalina Worsley, que le entregó a Sabatini el plato de finalista y le dedicó unas cálidas palabras, todo en medio de una gran ovación para la argentina. La duquesa le dijo que le había gustado mucho el partido, y que tendría otras oportunidades de ganar Wimbledon, pero la historia demostraría que esa iba a ser la única chance para Sabatini y lo más cerca que estuvo del número uno del mundo en su carrera.

Con los años, el tiempo diría que Gabriela Sabatini fue la tenista más importante de Argentina. Sus 27 títulos como singlista, entre los que se destacan una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, dos Masters (1988 y 1994), un récord de 632 victorias contra 189 derrotas y el US Open lo respaldan.

Cuando se le pregunta a especialistas como Daniel Spatz, entrenador de tenis y formador, por qué perdió Sabatini, su respuesta es contundente: “Graf era rápida de piernas, una roca mentalmente, sacaba mejor y tenía un derechazo; en esas cuatro áreas era mejor. Gabi era mucho más suelta, más talentosa, mejor revés. Entonces cuando hacés el check list, la mejor le va a ganar a la otra”. Pero cuando se le pregunta lo mismo a Kirmayr, el entrenador de Sabatini, su respuesta es otra: “Faltó que esa volea quede más cortita como un drop shot”.

“En un partido hay momentos donde la pelota golpea el borde de la red y durante una fracción de segundos puede seguir hacia adelante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue hacia adelante y ganas. O no lo hace, y pierdes”. Es la frase final de la película Match Point, de Woody Allen. No es necesario romperse la cabeza analizando esa volea que no salió bien. Quizá lo que faltó fue un poquito de suerte a favor de Gabriela Sabatini. La suerte a veces puede ir a favor y otras en contra, pero conocer las circunstancias ayuda a sobrellevar la congoja.

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