Por Marcos Rados
Emir Forgione, de 15 años, está sentado y mira el muro de tres metros que tiene delante. Hay ruido alrededor, ruido intencional. Suena a todo volumen, mediante un parlante, una de las canciones insignias de la célebre banda Megadeth: “Symphony of Destruction”. La canción, explica el joven, es parte de una playlist de Spotify que armaron entre varios que escalan con frecuencia en el Centro Andino Buenos Aires (CABA), su club. Hay canciones de bandas como La Renga, AC/DC, System of a Down y Rata Blanca, que sirven para motivar a quienes decidan afrontar el desafío que representa subir un muro de tres metros, el cual tiene distintos caminos, con diferentes dificultades.
Hay 20 personas en el Centro Andino. Algunas están sentadas; otras, paradas y listas para escalar. Se ve a escaladores de distintas edades: Forgione incluso comenta que vio a gente de hasta 80 años. Se prepara “El Flaco”, de 41 años, y encara una de las “rutas” más complejas en el muro de la derecha —el de la izquierda permanece intacto aún—, como así lo demuestran las cintas en los bloques. Al ingresar al Centro Andino Buenos Aires hay una guía que especifica las dificultades de cada ruta de subida: verde, verde con azul, azul, azul con amarillo, amarillo, amarillo con rojo, rojo, rojo con negro y negro. De menos a más, así se puede leer qué tan complicado es.
“El Flaco” decide incursionar en una ruta plagada de bloques marcados con amarillo y rojo o rojo solo. Está ahí sólo para hacer una actividad recreativa; él es parte de un grupo de cinco, que tienen edades similares y decidieron escalar como actividad física. Empieza a subir, sigue bien, pierde el equilibrio y se cae. Forgione mira a su izquierda, donde está el grupo que menos experiencia tiene, y les marca algo vinculado a la caída: “Vean que no cayó con la espalda, hizo el esfuerzo para caer con las piernas flexionadas y sin golpearse los brazos”.
Forgione decide hacer uno de los caminos más difíciles del boulder (el muro), delimitado en su totalidad por el rojo. Diez años de escalada no fueron en vano: lo consigue con relativa facilidad. Forgione fue uno de los ganadores de los Juegos Porteños 2022 y, por ende, pudo participar como uno de los chicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en los Juegos Evita de ese mismo año. Dice que está conforme con su rendimiento.
—¿Escalás para hacer carrera como deportista o sólo como algo recreativo?
—Yo estoy acá por todo, me encanta escalar, lo hago hace muchos años y llevo cinco haciéndolo ininterrumpidamente. Estoy casi más tiempo acá que en mi casa.
Forgione se queda en silencio unos segundos y menciona el nombre de Valentina Aguado, federada por el Centro Andino de Buenos Aires, una de las representantes de Argentina a nivel mundial. Asegura que ella inició su camino en este deporte de una manera similar a él y que le gustaría subir por el mismo camino.
La mesa está servida: hay mate, té, muffins, galletitas y torta. Todos dejan de escalar por un momento y descansan con una merienda que resume cómo es el ambiente entre ellos: familiar. Forgione habla con su amigo, a quien indujo a empezar en la escalada (antes hizo judo y fútbol), y le pregunta a qué lugar van a ir el domingo —el Centro Andino se encuentra cerrado siempre los domingos— y pone sobre la mesa a V-Once, al Muro de Ramos y a Punto Cumbre, todos ubicados en Buenos Aires.
Otro sitio para escalar en el AMBA es El Templo, que tiene días de clases, con sus respectivas dificultades, y jornadas libres, donde cada uno decide qué ruta o camino hacer en cada muro. Este centro de escalada nació el 29 de abril de 2023, con Mónica Cutullé como unas de sus caras visibles, además de ser parte de la dirección. En cuanto a los objetivos de El Templo, Cutullé asegura: “Uno de los más importantes es organizar distintos viajes a montañas cercanas, pero lo que más nos interesa a nosotros es generarle a más gente lo que sentimos nosotros, que es el amor por escalar”. Ella se identifica como una persona enamorada de las montañas y esa es una de las razones por las que estudia para ser guía.
De todos modos, hay un lugar que sobresale y prevalece por su importancia: la Palestra Nacional de Andinismo, instalada en 1982 y ubicada en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), en Núñez. Es la “montaña” que se puede encontrar en la ciudad de Buenos Aires: tiene piedra natural traída desde la provincia de San Luis, su altura es de más de 12 metros y la superficie alcanza los 3200 metros cuadrados. El objetivo es el entrenamiento de deportistas que tengan previsto adentrarse en la escalada a la alta montaña, con 250 rutas o vías de subida de diversa dificultad.
La Palestra Nacional de Andinismo del CeNARD pudo haber desaparecido por negocios. En 2019, se planeó demolerla como parte del proyecto del Parque Innovación. “Impulsará las actividades de emprendedores, estudiantes e investigadores, facilitando el encuentro entre ellos y generando sinergias con instituciones innovadoras públicas y privadas del país y del mundo”, según el Gobierno de la Ciudad. Los reclamos de los escaladores frustraron el plan. Dos años después, en 2021, el legislador Sergio Abrevaya –del partido Generación para un Encuentro Nacional– presentó un proyecto que busca que la Palestra Nacional se convierta en Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. “Es un sinónimo de deporte, cultura e historia de la Ciudad”, reza el escrito.
Un convenio entre la Secretaría de Deportes de la Nación y el Centro Andino Buenos Aires señala que para trepar en la Palestra Nacional de Andinismo es necesario ser socio del club, además de haber demostrado “capacidad e idoneidad en el manejo de las técnicas de seguridad”, como explica el CABA. Para acceder a la “montaña en la Ciudad”, como la llaman los escaladores, se debe rendir un examen de ingreso que incluye tanto la teoría como la práctica, además de técnicas relacionadas a la seguridad.
Para escalar en el Centro Andino Buenos Aires no es necesario ser socio. Rafael Masid, secretario del CABA, afirma que son el único club sin fines de lucro asociado a la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) dentro de la ciudad de Buenos Aires: “Después hay otros lugares para hacer la actividad, son muros privados que algunos instalan para buscar ganar dinero. Todos estos lugares se asemejan a los gimnasios, ya que a cada muro termina yendo la misma gente, es decir, van algunos y terminan haciéndose ‘clientes’ habituales”.
—¿Por qué hay clubes relacionados al andinismo en Buenos Aires y en la Ciudad si prácticamente no hay montañas para escalar?
—Existimos nosotros, los fanáticos de las montañas. Sé que es difícil de entender, pero nos gustan las montañas por más que vivamos lejos.
—¿Cómo es eso? ¿Cómo te hacés fanático de algo viviendo a tantos kilómetros de distancia?
—Es que la pasión no se negocia ni se puede explicar. Si fuiste alguna vez a una montaña, la conociste, ya está. Estás perdido si la pisaste y la disfrutaste, no te podés olvidar nunca más ni dejar de hacerlo, ya sea como actividad recreativa o competitiva.
En cuanto al aspecto competitivo, hay distintos torneos. Los Juegos Evita son la principal competencia polideportiva de Argentina, organizada por la Secretaría de Deportes de la Nación. Cada provincia hace sus clasificatorias de distintas formas. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, el Centro Andino es el encargado de hacer las clasificatorias para los Juegos Evita desde 2021. Si bien no es un requerimiento ser federado del CABA para participar, el secretario Masid explica que los del club son quienes suelen ganar las competencias y terminan clasificándose a la fase final de los Juegos Evita. Masid, quien practica el deporte, comenta que la Federación Argentina de Ski y Andinismo organiza su propia competición: “Se llama Campeonato Argentino de Escalada Deportiva, el CAED, le decimos, y tiene sus variantes de mayores y juveniles, divididos en Junior, Juveniles A y Juveniles B”. El CAED está dividido en provincias y los mejores de cada una se reúnen en una final.
Se acaba el día y Emir Forgione habla de las características de los distintos muros que hay en la escalada deportiva, cada uno puede incluir distintas variedades: placa (una pared de casi 90 grados), desplome (desde abajo de la pared o roca y con una inclinación de 45 grados) y aplome (lo mismo, pero desde arriba).
Arriba está Forgione, y no es el único. Son las nueve de la noche, casi el horario de cierre, y varios siguen escalando, a pesar de haber arrancado hace ya casi cuatro horas.