Por Facundo Novo
Mario Alberto Kempes es sinónimo de Selección Argentina. Tan verídico es esto, como que el Matador es parte del acotado grupo de futbolistas que debutaron antes en el combinado nacional que en su propio equipo. Si bien fue parte de un grupo de jóvenes que fueron llamados por Omar Sívori únicamente para disputar un partido ante Bolivia en La Paz el 23 de septiembre de 1973, el oriundo de Bell Ville supo dejar su huella con la camiseta albiceleste.
Nacido en la ciudad de Córdoba, Kempes debutó en Instituto. En su temporada inicial marcó 78 goles en los 81 partidos que disputó en la Liga Cordobesa, dándole así a la Gloria el título y la clasificación al Nacional de 1973. En el Torneo Argentino, su estreno en la red fue frente a River, club que lo fichó unos años más tarde. Tras finalizar en la tercera posición de la tabla de goleadores, Rosario Central lo compró. En el club rosarino fue un espectáculo: tirado a la banda izquierda por órdenes de su entrenador Carlos Griguol, marcó 97 goles en 123 partidos y se convirtió en el máximo goleador de la historia del club. En la temporada de 1975, consiguió hitos difíciles de creer. En el Metropolitano, marcó cuatro pókers en el mismo campeonato, llevó al Canalla a semifinales de Libertadores y hasta se dio el lujo de meterle un tanto a Newell´s en el partido definitorio para entrar a dicha instancia. Fue tan significativo, que su excelente paso por la Academia Rosarina no opacaría lo que fue el resto de su gran trayectoria.
Su traspaso al fútbol de Europa fue decidido por los socios, que por mayoría votaron para que el delantero sea vendido por medio millón de dólares. El Matador no sabía lo que era un periodo de adaptación, ya que con cualquier camiseta que vistió, se cansó de hacer goles. La “casaca” del Valencia y el viejo continente no fueron la excepción: 139 tantos en 246 partidos jugados y tres títulos. El primero fue la Copa del Rey, de 1979, en la que le marcó dos goles al Real Madrid en la final para quedarse con el trofeo. El segundo fue la Recopa de Europa, en la que se enfrentaban todos los campeones de copas nacionales en la temporada anterior. En la final, venció por penales al Arsenal inglés. Finalmente, la Supercopa de Europa ante Nottingham Forest, bicampeón de la Champions League en ese momento, fue su última consagración con los Murciélagos. En 1981, luego de que Boca contratara a Diego Maradona, River y su presidente, Rafael Aragón Cabrera, decidieron buscar un golpe de efecto. ¿Quién mejor para lograrlo que el ídolo valenciano? Así fue como Mario Alberto Kempes, tras una temporada irregular en el fútbol español, volvió a la Argentina para ponerse la Banda Roja del Millonario. Estuvo solo un año, pero le bastó para ganar el Nacional del 81 y convertir el gol definitivo ante Ferro. Finalmente, su carrera terminaría con breves pasos por distintos clubes. Una vuelta frustrada al Valencia, luego un paso por el fútbol sala. Después Hércules de España, First Vienna, SKN St. Pölten y Krems de Austria fueron sus últimos equipos en Europa. Pero el punto final lo dio luego de su breve estadía en Fernández Vial de Chile. El Pelita Jaya de Indonesia fue el curioso destino donde Kempes colgó sus botines y se puso el saco de entrenador.
A pesar de que su trayectoria fue inmensa a nivel de clubes, su legado verdadero lo dejó con la camiseta de la Selección Argentina. Después de su alocado debut, participó de los partidos preparatorios del combinado para el Mundial de 1974. En estos convirtió un tanto ante Rumania, dos frente a Francia en Parque de los Príncipes y otro doblete contra Inglaterra en el mítico estadio de Wembley. A pesar de que en esa cita mundialista no pudo anotarse en el marcador en ninguno de los seis encuentros, una leyenda empezaría a nacer y pronto tendría revancha.
Una Copa América frustrada por Brasil en el medio, dejaban a la Argentina con incertidumbre de lo que podría ser su actuación como anfitriona de la Copa del Mundo de 1978. Era un equipo conformado solamente por jugadores del medio local, que venían de un largo camino preparativo con César Luis Menotti. Sin embargo, el Flaco hizo la excepción con Kempes y este se convirtió en el único jugador del futbol extranjero en integrar ese plantel. El entrenador lo colocó en una posición más retrasada, que le permitía llegar al área y a su vez poder participar de la elaboración del juego. Así fue como el “10”, a pesar de que en la primera ronda le costó adaptarse, fue el jugador clave de aquella camada de campeones mundiales. Un doblete frente a Polonia y otro ante Perú, posicionaron a aquel pibe cordobés a un partido de levantar el trofeo más preciado por cualquier futbolista. De todas formas, el paso previo era Holanda. Aquel equipo que venía de golear a la Argentina por 4 a 0 cuatro años atrás, no contaba con la presencia de Johan Cruyff. Al principio, se creyó que su ausencia se debía a que se oponía a jugar en un país donde gobernaba una dictadura militar. Finalmente, en su libro autobiográfico publicado en 2016 reveló que en 1977 un ladrón irrumpió en su casa y por el estrés que eso le generó prefirió no viajar. El partido sin la gran figura neerlandesa, pero con Kempes a la cabeza del seleccionado nacional, tendría el final feliz que todos conocen. El ex Central marcó dos tantos en su partido consagratorio, los cuales le permitieron al equipo dirigido por Menotti imponerse por 3 a 1 y así lograr el primer mundial de la historia argentina. “Ni mis goles ni la propia final, lo que recordaré siempre es la alegría en las caras de la gente”, afirmó el futbolista cordobés.
Después de la corta estadía de la Albiceleste en el Mundial de 1982, el Matador decidió ponerle fin a su historia con el seleccionado argentino y le cedió su mítica camiseta a quien sería la estrella de la siguiente generación: Diego Armando Maradona. Fue un camino difícil y hasta cuestionado por mucho tiempo, debido al contexto político que atravesaba la Argentina en aquel momento. A pesar de ello, Mario Alberto siempre se defendió: “Lo que nosotros hicimos no era para los que estaban sentados ahí en la tribuna, sino que fue directamente por el fútbol argentino y por la gente”. Obviamente, como siempre hizo, preponderó al público, al hincha genuino. Siempre vivirá con algún dolor por el reconocimiento desapercibido que recibió aquella camada. No obstante, lo que logró Kempes jamás podrá ser olvidado y quedará en los grandes libros de historia para siempre.