Por Emilia Pellegrini
La primera vez que boxeó fue en 1986 en una pelea para aficionados de la universidad, y si bien se mostró interesada por varios deportes desde que era muy chica y para el momento de ese combate nunca había pisado un gimnasio, fue el puntapié para colocar al boxeo como el pilar de su vida para siempre.
Luego de un par de peleas, conoció a Jim Martin, un entrenador que se ofreció a trabajar con ella en Tennesse. La relación al principio no fue la más agradable, de hecho hasta la comunicación entre ambos era escasa, pero Christy sorprendió a todos en el gimnasio con sus habilidades arriba del ring y con el paso del tiempo el vínculo con su entrenador fue mejorando, al punto en que comenzaron una relación y a los pocos meses se casaron.
“Cuando me casé con Jim me casé con el boxeo”, confesó Christy. Y quizás usó al matrimonio para ocultar una fase de su pasado con la que le era complicado vivir: en la secundaria, había tenido un amorío con una compañera del equipo de básquet pero tuvo que ocultar esa relación por la época en la que se vivía pero principalmente porque sus padres no lo aceptaban. Es por eso que, años más tarde, comenzó a usar al boxeo como una especie de descarga para expulsar toda la ira guardada de tener que esconder quien realmente era. Su marido y entrenador estaba al tanto de su pasado, pero también eligió dejarlo de lado y seguir adelante, aunque también expresó que “de haberlo sabido no la hubiera dejado entrar al gimnasio esa primera vez”, refiriéndose a las relaciones con mujeres que su esposa había tenido en la adolescencia.
En 1994, firmó un contrato con Don King, el mejor promotor de boxeo del mundo en ese entonces, y desde ese momento su carrera no hizo otra cosa más que subir. Recibió elogios del mismísimo Mike Tyson quien había escuchado de ella mientras estaba en la cárcel, y fue él el que la invitó a participar de la antesala de sus peleas. Fue en uno de esos enfrentamientos donde se vio cara a cara con Deirdre Gogarty, y con una fractura y hemorragia nasal impresionante cautivó a cien mil espectadores y a más de un millón de televidentes. Ese fue el quiebre de su carrera, donde comenzó a ser reconocida por los medios y a ganarse el respeto de sus rivales.
Christy logró demostrar que las mujeres también podían practicar el boxeo profesionalmente, que tenían coraje y que podían seguir peleando a pesar de la sangre. Motivó a una camada de niñas a comenzar a boxear, salía en las tapas de las revistas y hasta incluso en videojuegos. Llegó a estar en la cima del mundo cuando la gente coreaba su nombre.
Mostraba una imagen extremadamente femenina, en cierto punto, según su entrenador y esposo, eso atraía a los hombres a ver sus peleas más allá de las condiciones innegables que tenía. En las previas de los combates, insultaba duramente a sus rivales, rebajándolas con comentarios que condicionaban la apariencia masculina que mostraban. Lo cierto es que Christy usaba ese recurso para ocultar su pasado, ya que de hecho llegó a criticar públicamente la homosexualidad y sin dudas todas esas actitudes eran alentadas por Jim.
En noviembre de 2001 y siguiendo con la ola de comportamientos homofóbicos y descalificantes contra sus rivales, se enfrentó y venció a la campeona mundial Lisa Holewyne, quien años más tarde sería su esposa.
Pero mucho antes de poder vivir en una sexualidad plena y sin encubrimientos, Christy siguió pisando fuerte en el boxeo e incluso ganó el título de la categoría superwelter de la CMB en 2009.
Pero los éxitos en el ámbito deportivo no le hacían juicio a su vida privada. Puertas adentro la boxeadora vivía en un mundo de abusos por parte de su esposo. Comenzaron con el consumo de cocaína juntos pero, en 2008 todo empeoró: Jim colocó cámaras por toda la casa para controlar los movimientos de Christy y comenzó a manipularla para darle la droga a cambio de que ella hiciera cosas por él.
La violencia física tomó lugar en la relación cuando ella le pidió el divorcio y él la golpeó a tal punto que le rompió un diente. Pero la parte más dolorosa no fueron los puñetazos de su marido, sino que al contarle a sus padres sobre los abusos que estaba viviendo, no obtuvo respuesta alguna. Sus propios padres ignoraron por completo la situación y eso fue lo que terminó de destruirla.
Ahora, la boxeadora vivía bajo el efecto de la cocaína para soportar los golpes fuera del ring. Una noche comenzó a hablar con Sherry, su novia de la secundaria y tras intercambiar mensajes por redes sociales, se volvieron a ver y comenzó una relación con otra mujer frente a los ojos de su violento esposo. Pero lo que Christy buscó como un alivio a su dolor, terminó desatando la peor violencia por parte de Jim.
El 23 de noviembre de 2010, cuando decidió volver a la casa que compartía con su esposo, fue apuñalada por el mismo Jim, a quien no le bastó con eso y también le disparó con un arma 9mm. Pero Christy, al igual que lo hacía arriba del ring, siguió dando pelea: logró escapar de la vivienda y luego de estar varios días internada, sobrevivió una vez más a los golpes que la vida le daba.
No solo se recuperó del peor ataque, sino que volvió a entrenar con Miguel Díaz, un argentino que la acompañó a regresar al boxeo aún con una bala en la espalda.
El 12 de abril de 2012, James Martin fue acusado de intento de homicidio, lo que Christy llamó “la victoria más grande de su vida”. Y tras esa condena, la boxeadora logró volver a vivir, y esta vez sin prejuicios. Actualmente es promotora y tiene su propia ONG, además que pidió públicamente que comiencen a llamarla Christy Salters, apellido que adoptó luego del ataque. Pero lo más llamativo es que se casó con Lisa Holewyne, a quien se había enfrentado en 2001. Y a pesar de que aún sueña con que Jim la persigue por su casa, confesó estar más feliz y plena que nunca.
Sin dudas la historia de Christy es tan solo una más de todas las historias de violencia de género en el deporte, pero contribuye a visibilizar la problemática y dejar en claro que se puede volver a vivir, a pesar de que los golpes sean más fuertes fuera del ring.