jueves, mayo 2, 2024

El Balón de Oro que se crió en la guerra

Por Paula Prieto

Luego de la conquista de 23 títulos con el Real Madrid, de haber ganado el Balón de Oro, el The Best y el premio de la UEFA al Jugador del Año, Luka Modrić renovó su contrato con el equipo Merengue y jugará hasta los 38 años. El croata se convirtió en figura tanto en el club como en su selección después de haberlos llevado hacia una final de la Copa del Mundo en 2018, y a una semifinal en la copa de 2022. Pero todo lo que logró no le llegó en “bandeja de oro”, tuvo que luchar para sobrevivir y para conseguir permanecer en donde hoy está parado. 

La historia de su vida comenzó antes de que él naciera, cuando sus padres tuvieron que recorrer el 9 de septiembre de 1985 los 60 kilómetros que separaban a Modrici, su pueblo, y la clínica de Zadar, lugar en el que el mediocampista nació. 

A los cinco años era pastor de cabras junto con su padre Stipe Modrić. 

En 1991, Yugoslavia se disolvió y nació Croacia como una nueva nación, y en consecuencia, comenzó la guerra de los Balcanes contra Serbia. A los seis años, Luka tuvo que vivir un conflicto en el que murieron más de 200 mil personas, en vez de haber podido disfrutar de la infancia que un niño tendría que tener. 

Sus padres no poseían otra opción más que escapar a Zadar a través de los bosques y las montañas para no ser asesinados, luego de que el actual capitán de la selección de Croacia hubiera visto como mataban a su abuelo, quien lo crió, y su casa se incendiaba. Su padre combatía en el ejército y su madre sola se encargaba la mayor parte del tiempo de él. Un adulto no podría soportarlo, pero para un niño, que todavía lleva esa inocencia pura, es un “suceso traumático”, como él explicó en el libro autobiográfico Mi juego.  

Luka Modrić con su abuelo, muerto por los serbios durante la guerra.

“No me gusta volver a esas cosas, todo es pasado. Pero por supuesto que una guerra tiene una influencia. Ha hecho de Croacia un país más fuerte. Pero no quiero debatir del pasado, tenemos que mirar al futuro”, declaró públicamente en 2018 antes de la final contra Francia. 

Lo que uno llama hogar, para el croata por mucho tiempo fue una habitación de un hotel que se convirtió posteriormente en un centro de refugiados. 

A pesar de que no era lo que sentía como una casa y la tristeza que una persona puede llevar a tan poca edad, recordaría ese lugar para siempre ya que allí encontró su primer amor y lo que le cambiaría la vida: el fútbol. 

Este pequeño, gracias al pasatiempo en el que canalizaba lo que sentía, sin darse cuenta, se estaba transformando en el jugador que en el futuro lo iba a convertir en una estrella.

En el estacionamiento del hotel, pasaba horas jugando a la pelota con otros niños y muchas veces él solo. Allí fue descubierto por Tomislav Basic, dueño del hotel y dirigente en ese momento del NK Zadar, que trataba de hacerles vivir a los niños las situaciones de bombardeo como un juego.

En 2021, luego de 26 años, Luka Modrić volvió a visitar con su papá la casa en Modrici de la que tuvo que escapar a los 6 años (Foto: Luka Modrić vía Instagram @lukamodric10).

“Caían (las bombas) a menudo, a veces a cien metros, y teníamos que correr al bunker antes de volver a entrenar o irnos a casa. No lloraba, sabía que estaba pasando algo malo, pero había mucha gente y los niños jugábamos cuando podíamos”, comentó el número 10 en una entrevista para el programa de televisión El Partidazo de Cope en España.  

El ganador de cinco Champions League siempre tuvo una condición física que lo aisló de varios clubes a lo largo de su infancia. Su sueño de chico era jugar en el equipo de sus amores, el Hadjuk, pero el talento no opacó lo bajo y flaco que era a los ocho años. 

Su carrera en el Zadar duró hasta los 16 años, por los prejuicios de los entrenadores de los diferentes planteles, cuando el Dinamo Zagreb lo compró. Debutó a los 17 en Primera en el Zrijinski de Bosnia y Herzegovina, club en el que estaba a préstamo. A los 18 años fue convocado para la Selección Sub 21 de Croacia y desde allí no paró de hacer historia por 20 años.

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