Por Jerónimo Martín Castro Vellesi
Como hace más de tres décadas, el pádel y su furor volvieron a plagar las calles de Argentina. Junto a sus nuevos avances, tanto estructurales como de accesorios deportivos, una multitud de fanáticos volvieron a subirse al barco, y lograron encontrar la solución a eso que fallaba hace 30 años. Gracias a su profesionalización en el último tiempo, el deporte del 20×10 busca hacerse inmenso e imponerse frente a frente con su hermano mayor, el tenis.
Pero para ponernos en contexto, ¿Cómo es que vuelve a renacer el Pádel en nuestro país? Durante los años 2013 y 2019, el pádel experimentó un crecimiento exponencial en países que ahora lideran el ranking de jugadores, tanto amateurs como profesionales. España fue el epicentro del crecimiento mundial de este deporte y el creador del prestigioso circuito conocido como World Padel Tour. Sin embargo, en 2020, cuando todo parecía enfilarse y tomar envión, la pandemia causó un gran declive.
Ya pasados los más de 200 días de aislamiento social, preventivo y obligatorio, el pádel junto a otros deportes, fueron los primeros en reabrir sus puertas para reactivar la actividad física y la economía nacional. Desde ese momento, no para de subir como la espuma y pareciera no tener techo. De un día para otro, la demanda de paletas, calzado y accesorios específicos se dispararon. Junto a esto, los fabricantes, marcas y sponsors comunicaban que las ventas se habían multiplicado por 10.
El pádel se popularizó a mediados de los noventa, junto al parripollo, las remiserías y videoclubes. Luego, a principios de los 2000, tuvo su primera caída, principalmente por el desgaste mental de los jugadores amateurs y por la alta probabilidad lesiva en ese tiempo. En aquel entonces, las canchas eran totalmente de cemento y producían muchas lesiones de rodilla y tobillo. Actualmente, las pistas están creadas y pensadas para evitar esto y se comenzaron a armar con una alfombra sintética y paredes de blindex, lo que logró atraer de vuelta al público.
“A partir de 1987 comenzaron los primeros torneos profesionales, y a principios de los 90 se produjo el primer gran auge en Argentina. Dos años después, había más de 5 millones de jugadores, entre amateurs y profesionales, una locura”, declaraba así Alejandro Lasaigues, ex número uno del mundo en los años noventa.
Actualmente, en 2023, el pádel está muchísimo más asentado que hace años y su profesionalización logró afirmarse. Hay más de 1 millón de personas practicándolo y un total de 6000 canchas que viven en constante actividad.
En la cúspide del profesionalismo, hay tres circuitos que encabezan la carrera, el más antiguo y con mayor prestigio, World Padel Tour, que está hace ya 10 años rodando y movilizándose por todo el mundo.
A fines de 2020, se creó el segundo de los tres circuitos actuales y que llegó a competirle al WPT, llamado A1 Padel. Este mismo está un nivel por debajo en calidad de jugadores, pero estructuralmente y organizativamente no tiene nada que envidiarle al español.
Por último, y no menos importante, Premier Padel, creado en 2022 junto a la empresa QSI que encabeza el jeque arabe Nasser Al-Khelaifi, dueño del PSG. Llegó realmente a competir de manera directa con World Padel Tour, imponiendo pruebas en locaciones increíbles, como Dubai o Egipto, y con unos premios millonarios. La organización de este tour se compara directamente con un Grand Slam de tenis. Estadios inmensos, hoteles de lujo, un trato de otro nivel para los jugadores y ambientes deportivos diferentes a los que se habían planteado anteriormente para este deporte.
Viendo todo este panorama, donde abundan los circuitos profesionales, las marcas deportivas que apuestan por este deporte y empresas que están dispuestas a invertir y generar un crecimiento mayor para este, no se ve cercana una caída como hubo en las décadas anteriores, sino todo lo contrario. El pádel va llegando a buen puerto y dejando de lado los prejuicios de actividad elitista y para “no deportistas”.