miércoles, abril 24, 2024

Mardini, de atleta olímpica a activista mundial

Por Dafne Villalba

Brazada…brazada…saco la cabeza…inhalo profundo…brazada…brazada…

Yusra Mardini tenía sólo 17 años, en la mayoría de las culturas sería todavía considerada una niña, pero la guerra no entiende de culturas, como así tampoco de religiones o creencias y en esencia no entiende de sueños. 

“De tal palo, tal astilla”, se dice popularmente en la Argentina, dicho que también se aplica perfectamente para describir a esta familia siria, Los Mardini. Padre nadador y además entrenador, Ezzat Mardini, les inculcó a sus hijas, Yusra y Sarah, su amor por el agua. La dedicación de Yusra con su entrenamiento la llevaría a soñar alto y buscar competir en los Juegos Olímpicos. Por eso, en 2012, cuando representó a Siria en los Campeonatos Mundiales de Natación, la ensoñación de una niña comenzó a tomar forma para volverse un objetivo real.

En 2015, con su país hundido en una guerra civil y con su sueño siempre presente, las hermanas Mardini tomaron una decisión que iba a cambiar para siempre el curso de sus vidas: huir de  Siria y pedir asilo como refugiadas en Alemania. De esta forma, abandonaron Damasco, su ciudad natal, e iniciaron la travesía que más adelante, gracias a sus valores, las haría mundialmente famosas y hasta provocaría que sacaran películas contando su historia.

La primera parte del viaje no se puede decir que haya sido fácil y mucho menos divertida, pero la mayor prueba a la que se sometieron las hermanas fue en la etapa final, cuando subieron a un bote con destino a la isla de Lebos junto con otros 20 refugiados. Un bote que usualmente no aguantaría a más de 9 personas, y en el cual, aquello que debería haber sido un viaje de 45 minutos se convirtió en una odisea de tres horas y media cuando la embarcación comenzó a hundirse.

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“Usamos nuestras piernas y un brazo cada una; sosteníamos la cuerda con el otro y pateábamos y pateábamos. Las olas seguían llegando y golpeándome en los ojos. Esa fue la parte más difícil: el escozor del agua salada. Pero qué íbamos a hacer ¿dejar que todos se ahoguen? Estábamos tirando y nadando para salvar sus vidas”; contaría unos años más tarde en una entrevista con Vogue. 

Yusra, su hermana, y su fuerza resiliente, no sólo salvaron sus propias vidas, sino la de todos los otros refugiados con los que compartían el viaje. Podrían haberse ahorrado gran parte del esfuerzo y simplemente ponerse a salvo ellas mismas. Pero no. Las Mardini dejaron cada parte de sí para ayudar a otros. Y lo siguen haciendo día a día, participando en agencias como ACNUR, usando su propia historia de huida para poner el foco de atención en la crisis de refugiados.

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Año 2016, espacialmente en Río de Janeiro, los Juegos Olímpicos. El Sueño. Yusra compite bajo el recientemente creado, Equipo de Refugiados, bajo los 100 metros libres y 100 metros mariposa. Si bien ganó su serie de la última categoría, sus tiempos no le alcanzaron para clasificarse a las semifinales, pero su participación la llevó a obtener cosas mucho más grandes: una presencia mundial, reunirse con grandes líderes en la Asamblea de la O.N.U. y hasta conocer al Papa.

En abril de 2017, Yusra Mardini, fue nombrada la embajadora de buena voluntad más joven del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Y cuando después de la pandemia que aisló al mundo y provocó que los Juegos Olímpicos que se iban a jugar en la ciudad de Tokio en 2020 se pospusieran un año, le ofrecieron participar pero esta vez bajo su bandera, la de su país natal, Siria. Mardini se negó y tomó la decisión de integrar nuevamente el Equipo Olímpico de Refugiados del C.O.I., principalmente para ayudar a otros que pueden estar en su situación. Millones de refugiados que llegan día a día a buscar asilo en otros países. A buscar una vida mejor.

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