miércoles, abril 24, 2024

Leo y Julián, sociedades con fines de lujo

Por Pedro Moreno Polak

Argentina está en otra final del Mundial porque Messi brilló. Argentina está en otra final del Mundial porque Julián brilló. Argentina está en otra final porque la Selección entera brilló esta noche en Doha, en Lusail. El mismo Lusail que lo vió perder en el debut frente a Arabia Saudita, en el desahogo con México y hoy en la goleada a Croacia. 

Argentina está en otra final porque su técnico no titubea. No duda. Siente que debe hacer cambios, que debe cambiar el esquema, que no tiene por qué repetir el equipo y rompe con “el que gana no se toca”. Argentina está en otra final por su resiliencia. Argentina está en otra final por no escuchar a los que quisieron tirar todo a la basura después del falso debut.

Hoy fue un partido que se presentó quizás como el más difícil hasta el momento. Porque Arabia, tal vez, fue un accidente, pero un accidente a tiempo y muy útil; porque México era más desde lo anímico que desde lo futbolístico; porque Polonia era débil y jugaba al pelotazo a Lewandowski y a alguna contra; porque Australia era el que los argentinos deseaban por sobre Dinamarca o Francia; porque Países Bajos, como dijo Messi, vendió que jugaba al fútbol y puso gente alta para tirarle pelotazos.

Croacia no era lo mismo. Es el último subcampeón del Mundo, era el equipo que de verdad jugaba al fútbol, que se apoyaba en su mediocampo con Modric, Brozovic y Kovacić. Había eliminado nada menos que a Brasil -que para muchos era el más favorito a ganar la sexta-, y, hasta la apertura del marcador con el penal del mejor del mundo, estaba jugando el partido que su técnico, Zlatko Dalić, planeó en la previa. 

Después de otro golazo de penal del Diez a los 34 minutos del primer tiempo, Argentina se desinhibió. Jugó la semifinal del Mundial con una calma y un fútbol que llena de ilusión a todo el país, una vez más. Tan solo cinco minutos después, Julián Álvarez agarró la pelota en campo argentino y no la soltó más. A pura potencia y velocidad, encaró y se sacó de encima a quien se le puso por delante. En el área se embarró un poco su gran jugada, pero hizo un gol que quedará en la historia sin importar el resultado del próximo domingo. 

El último gol también fue de Julián, pero esta vez solo la empujó. Lo que hizo Messi es, como tantas otras, una jugada que provocó ponerse de pie y aplaudir más que gritar el tremendo gol que significó el 3 a 0 definitivo. La agarró Leo y sacó a bailar a uno de los mejores defensores del Mundial hasta el momento: Josko Gvardiol. El famoso enmascarado que anuló a Richarlison en los cuartos frente a Brasil. Luego del baile, el pase atrás y el gol del segundo goleador de la Copa del Mundo, solo por detrás del propio Messi y del temible Mbappé. 

El domingo en el mismo estadio, el equipo de Lionel Scaloni va a jugarse el título mundial. Otra oportunidad para el capitán, para Di María. Una oportunidad única para todo el resto que se ganó estar en Qatar y que buscarán hacer historia, otra vez. Como aquella noche del 10 de julio del año pasado en el Maracaná. Resta saber si la definición será frente a Francia o Marruecos, que jugarán mañana en la otra semifinal. 

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