Por Lucas Pereyra Durán
Youssef Msakni nació en Túnez. Lleva la cinta de capitán en su selección y se emociona como un niño cuando se acercan las competencias con su país. La proximidad a esas fechas generan en él una concentración y dedicación mayor en los partidos de su club. “Podíamos sentir la diferencia”, aseguró su ex compañero en el Al-Duhail, Lotfi Madjer.
El extremo disputa su primer Mundial a los 32 años, raro si nos referimos a uno de los pilares del seleccionado desde hace tiempo. En Rusia 2018 iba a ser su debut, pero quedó afuera de la lista de 23 tras sufrir una rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Tendrá su revancha en Qatar 2022, una nación que conoce casi a la perfección debido a que juega en esa liga desde 2013. Vio de primera mano toda la preparación para esta Copa del Mundo y tuvo el honor de formar parte de la inauguración del Estadio Lusail, el cual albergará la final, anotando un gol para la victoria de su equipo.
Una decisión cuestionada hasta hoy por varias personalidades del fútbol tunecino, quienes creen que talentos como Msakni marcan el camino de las siguientes generaciones y la elección de la liga qatarí por sobre Europa, no ayuda al crecimiento del conjunto nacional.
Eligió ganar más dinero y tener una economía estable, antes que competir al máximo nivel en equipos como Paris Saint-Germain o Arsenal, los cuales lo sondearon fuertemente cuando tenía 21 años. El factor familiar y religioso fueron claves porque adaptarse a Qatar era más fácil al ser similar en varios aspectos de su país de origen y muy distinto al del Viejo Continente. A lo largo de las temporadas encontró la tranquilidad allí y, a pesar de que las ofertas del exterior no llegaron; exceptuando un paso por Bélgica en 2019, es feliz fuera de las altas exigencias.