Por Valentín Garrido
Por lo general son los malos de la película. No tienen hinchas y son el blanco perfecto para las críticas despiadadas. Muchas veces les dedican frases, banderas y cánticos especiales en las canchas. “¡Eeeeeeh, eso es falta y roja!”. “¡Burro, cómo nos vas a cobrar ese penal!”. “¡Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta!”. Los árbitros son parte fundamental de un partido de fútbol y muchas veces terminan como protagonistas por las decisiones que toman en el campo de juego.
No hace falta ir a las competencias profesionales de la Asociación del Fútbol Argentino para presenciar la violencia que cae ante los referis. En ligas amateurs como la de la Asociación de Fútbol Amateur (AiFA), la Federación Argentina de Centros Comunitarios Macabeos (FACCMA) o torneos intercountries, también parecen ser -para las tribunas, los entrenadores y los jugadores- los responsables de los resultados. “Cuando tengo que cobrar un penal muy subjetivo o anular un gol es increíble cómo se caldea el ambiente al instante en estas ligas que son muy menores. Puteadas y quejas hay siempre y es normal en el juego, pero a veces parece que desde las tribunas nos faltan el respeto solo para divertirse”, reflexiona Cristian Gonzalo Quiroga, árbitro de 33 años que dirige en AiFA, FACCMA y los torneos de inferiores de AFA. “Es una pena que pase esto, el fútbol es de los jugadores y el réferi tiene que pasar desapercibido”.
Es 2 de marzo de 2022, a pocos días de un nuevo ciclo lectivo, y 370 personas ya pasaron en menos de un mes por Avenida Riestra al 2860 -a siete minutos de auto del estadio de San Lorenzo-, ilusionados como la mayoría de la gente que se anota en una carrera o curso que les interesa. Ingresaron al predio de la Escuela de la Asociación Argentina de Árbitros (AAA), y al recorrerlo vieron las canchas de fútbol y la de futsal, el gimnasio, y seguramente quisieron tirarse a la pileta que hay en la entrada para calmar el calor veraniego de la ciudad de Buenos Aires. Esas 370 personas llenaron una planilla con sus datos y respondieron preguntas. “¿A qué te dedicás?”. “¿Qué es el arbitraje para vos?”. “¿Por qué elegiste esta carrera?”. “¿Qué árbitros de Primera División conocés?”. Luego tuvieron la entrevista, realizada por profesores y directores de la Escuela de la Asociación Argentina de Árbitros, para poder ser alumnos de primer año. Las preguntas eran: “¿Qué te llevó a inscribirte en esta escuela?”. “¿Cuál es tu disponibilidad horaria para las prácticas arbitrales?”. “Vas a comprometerte al 100% a esta profesión?”. Ahora es 15 de marzo de 2022 y hay sólo 110 alumnos de primer año que ingresaron al predio de Avenida Riestra al 2860. Sí, dejaron de lado a 260.
“Las entrevistas son para tener un filtro. No puedo tener esa cantidad de alumnos nuevos porque después me piden solo 20 para ser promovidos a AFA, y el resto quedan colgados. Y además de que promueven pocos, quieren a los menores de 25 años; entonces de las entrevistas protocolares hago un ránking de los que cumplirían los requisitos y se acorta la lista considerablemente”, aclara Alejo Castany, rector de la Escuela de la Asociación Argentina de Árbitros (AAA) desde hace 12 años y responsable del plantel arbitral juvenil de AFA.
Castany es el encargado de hacer un ránking con los nombres de los alumnos más destacados para ser promovidos a AFA. Para ello se tienen en cuenta los mejores promedios, que se obtienen de las siguientes materias: Nociones de Sociología; Ética y Deontología; Preparación Física; Teoría del Reglamento Técnico del Deporte; Psicología Deportiva; Estructura Técnica del Deporte; Historia y Organización; y Clases de futsal.
En 2010, doce años atrás, había 50 alumnos en la escuela entre primer y segundo año. Hoy hay 270: 110 de primero, 90 de segundo y 70 de “tercero”, que es un grupo de los que no pudieron tener la práctica arbitral presencial por el brote de coronavirus. Castany, el rector, explica este aumento a través del factor económico porque desde los 17 años ya pueden tener sus primeras experiencias remuneradas en los torneos amateurs del sindicato. Por ser jueces de línea -así empiezan la gran mayoría- reciben alrededor de 3000 pesos por partido, y por ser juez principal, unos 7500. Los viáticos también son costeados en las prácticas. “Con la acumulación de esas prácticas se pueden pagar el curso, que sale 4500 pesos por mes, y hasta pueden ahorrar dinero”, concluye Castany.
“Yo hago el curso porque quiero cumplir mi sueño de ser árbitra AFA de Primera División y vivir de eso”, cuenta Rocío López, alumna de primer año de la Escuela AAA, mientras llega al predio con su ropa deportiva para empezar a entrar en calor y luego presenciar la clase de Práctica Arbitral, dictada por Ariel Penel y Diego Abal.
La aventura es diferente para todos, pero hay coincidencias. La primera es que hicieron un curso. La segunda es que en sus primeras experiencias en competencias menores se destacaron y fueron constantes. ¿La tercera? Fueron vistos y evaluados por los supervisores que tiene AFA y los invitaron a hacer el examen de homologación para ser parte de la asociación. Y aprobaron y empezaron a pertenecer a la “Clase 5”, o sea, aquellos que dirigen partidos de infantiles e inferiores, y son asistentes de partidos de fútbol femenino y de Reserva. Cuando termina la temporada, AFA debe preparar una tabla clasificatoria de los jueces de cada Clase -hay cinco y la Clase 1 es la que incluye a los que dirigen la competencia más importante- con la cantidad de puntos otorgados por los supervisores.
Las diferencias están en el tiempo que pasa entre que dirigen su primer partido de infantiles hasta su primer partido de Primera División y en dónde hicieron sus estudios para obtener el título. Aunque el dónde es cada vez más homogéneo porque el 95% de los árbitros de AFA son de la escuela de la AAA, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires. Lo que pasa en el interior del país es que los futuros árbitros hacen los cursos que dan algunas ligas regionales o provinciales, como la Liga Santafesina de Fútbol, que tiene su colegio de árbitros. Empiezan a dirigir en esas competencias y a destacarse hasta que va el Consejo Federal de AFA, que a través de una órden de méritos los nuclean con la asociación y empiezan en el Federal C a la espera de ser ascendidos.
Anteriormente los árbitros de AFA podían ser de la AAA o del SADRA (Sindicato de Árbitros Deportivos de la República Argentina, que representa a los del interior). Pero eso cambió cuando el secretario general del SADRA, Guillermo Marconi, entró en conflicto con la AFA. Los árbitros del sindicato dirigido por Marconi dejaron de ser citados para dirigir. Sebastián Ranciglio (foto), que dirigió más de 40 partidos en la Primera Nacional, denunció que la AFA dejó de designarlo “por no haber renunciado al sindicato (SADRA)”. Además, contó: “Quedamos 20 árbitros en SADRA. Muchos muchachos tomaron la decisión de renunciar y ahí recién los volvieron a convocar”. Los que renunciaron formaron “Árbitros Independientes”, su nueva agrupación.
El tiempo que lleva pasar de Clase 5 a la Clase 1 también es relativo. Patricio Loustau, que dirige en Primera División desde 2009 y acaba de anunciar su retiro, estuvo en partidos de Eliminatorias para las Copas Mundiales de la FIFA Brasil 2014, Rusia 2018 y Qatar 2022, estuvo cuatro años en Clase 4 -es decir, en partidos de Primera D- y después subió rápidamente. Los requisitos para ese ascenso de categoría son tomar las decisiones acertadas en el momento, estar bien ubicado en el campo de juego para no perder detalles de las jugadas y, “lo más importante”, según Sebastián Bresba, árbitro de Primera Nacional, es que al supervisor le guste el estilo de dirigir.
Esto es lo que dicen los manuales, lo reglamentado. Hay muchos dichos populares sobre las reglas, y el más conocido es “las reglas están para romperse” y de ahí viene lo que critica Cristian Gonzalo Quiroga, quien dirige ligas amateurs y juveniles de AFA. “Es una mugre la instancia del ascenso de las Clases arbitrales. En muchas ocasiones no se tiene en cuenta el rendimiento, sino que miran a sus pollitos elegidos y terminan siendo esos los que suben de categoría”, reflexiona Quiroga, y con cierta desilusión y bronca da media vuelta y se sube a su auto para llegar al Club Santa Bárbara y dirigir su segundo partido AiFA del sábado.