Por Lucas Gentile
Después de muchísimos años de existencia es posible decir que la sociedad o, mejor dicho, las sociedades del mundo han comenzado a permitirle a sus ciudadanos ser libres. Elegir sobre todo aquello que quieran ser o no ser y también a hacer o no hacer. El mundo se encuentra en un momento histórico, cualquiera puede vestirse, llamarse, o hasta identificarse como quiera. No es un absolutismo, está claro, pero se ha avanzado muchísimo y eso hay que reconocerlo.
Un claro ejemplo de todo esto es Mía Fedra, una mujer transgénero de 41 años, alta, de pelo oscuro y de tez blanca que comenzó viendo a Gabriela Sabatini y a los ocho comenzó a jugar con una paleta de su padre y que luego de muchísimos años se convirtió en una referente, en una persona que siente la responsabilidad de tener que día tras día darle una mayor visibilidad a todo lo que significa el colectivo LGBT y, a su vez, a la vida conforme a la identidad de género.
Durante toda su infancia jugó en el Club Village de Adrogué y, a los 17 años, decidió cambiar su sexo y comenzar a ser lo que siempre quiso ser: una mujer. Una vez que comenzó, decidió dejar todo lo que tenía atrás: “A los 18 años me fui de casa para estudiar. Durante 10 años dejé el tenis porque no podía imaginarme jugando contra mujeres”. Estaba claro, era algo lógico, el tratamiento hormonal que había empezado le impedía jugar al mismo nivel que los hombres.
Dejó el deporte y se vinculó con los boliches, la marginalidad y la prostitución que ella sabía lo complicado que era, pero que le generaron distintas sensaciones y no pensaba en parar. Después de un tiempo, decidió terminarlo porque sintió que se estaba limando y era demasiado descontrol, ya que Iba a los after hour y le hacía mal.
Fue entonces cuando se anotó en un profesorado de tenis, teniendo ya una figura definida de estética femenina, pero aun con el DNI masculino, puesto que todavía no existía la Ley de Identidad de Género. Durante esos años se separó un poco de la noche, mas no fue una libertad total. A su docente a cargo le pidió que la llamara por su apellido y no por el nombre, porque le hacían pasar vergüenza por no tenerlo. El profesorado fue el puntapié inicial para volver al tenis.
En su vuelta, todo lo relacionado con el documento cambiaría, y el deporte pasaría a ser lo principal en su vida, ya que, de ser una afición, llegaría a ser profesional. El 9 de mayo de 2012 el Senado convirtió en Ley la Identidad de Género con 55 votos a favor, ninguno en contra y solo una abstención, un proyecto que garantizaría el derecho a las personas de la comunidad travesti-trans de ser reconocidas con la identidad con la cual se autopercibieran: “Fue todo para mí. Ese día no lo viví con una re-felicidad o un super entusiasmo. Estaba contenta, sí, pero lo sentí más como algo que tenía que ser y que tendría que haber sucedido hace tiempo”.
Esta ley le permitió finalmente cambiar el sexo con el que se identifica en el DNI, pero antes de todo esto, Mía había pensado en hacerlo de otra manera: “Yo en ese entonces iba a hacer un recurso de amparo antes de saber que iba a salir la ley para cambiar mi DNI. Había empezado a viajar por un tema de modelaje y no quería pasar vergüenza en determinados lugares, que no me llamen por mi nombre masculino y diferentes cosas que tenían que ver con el DNI anterior. Entonces un amigo abogado me dijo que podía hacerlo por un recurso de amparo que al final no presenté”.
Una vez con su identificación femenina, empezó a competir dentro del circuito hasta el punto de ser una profesional dentro de la Asociación Argentina de Tenis, que le permitió disputar torneos rápidamente y así, logró llegar a estar en el puesto dos del ranking nacional.
El hecho de haberse convertido en la primera mujer trans en jugar profesionalmente al tenis en Argentina y encima lograr una ubicación tan alta, la llevó a que se convirtiera en una pieza de la historia del tenis en el país y con ello una referente: “Siento una gran responsabilidad. Primero que nada, por las niñeces trans, en los últimos años me di cuenta de que siempre fui una chica trans, una niña trans, por eso. Y además esa responsabilidad la siento a la hora de hablar y cuidar lo que voy a decir y saber bien lo que quiero expresar, si bien mi problema no es decir lo que pienso, sino como lo digo”.
La AAT le permitió disputar torneos femeninos sin ningún problema desde un principio, pero eso no quiere decir que no haya tenido diferencias con sus rivales a lo largo del camino que ha tenido que transitar: “Tuve muchas discusiones, pero no en los torneos de la Asociación (Argentina de Tenis). Cuando yo recién comenzaba jugaba estos torneos y otros para ver qué onda, y ahí se quejaban mucho. Creo que ahora que ya pasaron diez años desde que empecé, ya se encariñaron conmigo. Se dieron cuenta de que no es tan grave y que nadie acá es María Sharápova, somos todas Senior”.
Todos estos altercados con sus contrincantes siempre fueron originados por la creencia o el pensamiento de que los y las deportistas transexuales tienen una ventaja por sobre los cisgénero (persona cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son el mismo). Mía cree que el ejemplo debe remitirse siempre a la alta competencia, lo olímpico o la élite por llamarlo de alguna manera, ya que puede decirse que estos ejemplos son uno o dos por cada cien personas: “Lo que pasa con esto es que frena la inclusión en lo amateur o recreativo del deporte. Son muy pocos los atletas trans que se encuentran a nivel olímpico. Yo no estoy ni ahí de jugar una olimpiada. Este debate atrasa”.
Además de dedicarle tiempo al tenis, también lo hace con el modelaje y, desde el 28 de septiembre de 2021 que se reglamentó la Ley 27636 de promoción de acceso al empleo formal para personas travestis, transexuales y transgénero trabaja en el ministerio de Obras Públicas, en el cual, forma parte del equipo de dirección de relaciones institucionales.
Mía Fedra es una mujer con una historia que nos permite entender mucho más aquellas cosas por las que tuvo que pasar y pasa una persona transgénero en la sociedad. Aunque la violencia y las adversidades que ella tuvo que superarr sean mucho más visibles y hayan bajado considerablemente con el paso de los años, se debe entender que cualquier acto de discriminación hacia una persona o un colectivo no debe permitirse en ninguna circunstancia.