sábado, octubre 12, 2024

El día que Japón le arrebató el sueño olímpico a Argentina

Por Marcos Cressi

La Selección argentina Sub 23 dirigida por Fernando Batista se enfrentó en dos amistosos a Japón, el 26 y 29 de marzo, para prepararse para los Juegos Olímpicos de Tokio. Estos dos encuentros traen al recuerdo cuando ambos combinados se cruzaron en la fase de grupos de los JJOO de 1964, desarrollados justamente en la capital nipona. Este partido marcó el inicio de la modernización futbolística para una de las dos naciones, mientras que la otra volvió a sufrir un nuevo fracaso.

La Albiceleste llegaba como favorita para colgarse una medalla. Consiguió clasificarse a los Juegos de Tokio 1964 luego de que ese mismo año se consagrara campeón invicto del Preolímpico de Lima en la anteúltima fecha debido a los incidentes en el partido ante Perú, que dejaron más de 300 fallecidos y obligó a la suspensión del campeonato. En aquel torneo, el conjunto dirigido por Ernesto Duchini ganó todos los encuentros: 2-0 a Colombia, 1-0 a Ecuador, 4-0 a Chile, 3-1 a Uruguay y 1-0 a los anfitriones.

En aquella época, las Selecciones debían llevar jugadores amateurs para disputar los torneos de fútbol masculino en los Juegos Olímpicos. Por esta razón, se envió un plantel repleto de juveniles a la capital del país del Sol Naciente. En aquel combinado se destacaban el central Roberto Perfumo y el arquero Agustín Cejas, quienes luego harían historia con Racing, y otros futbolistas que tuvieron una destacada carrera en Primera División, como Miguel Marín, de Vélez, o Miguel Tojo, de Ferro.

Mientras, Japón estaba muy lejos del gran momento que está viviendo en la actualidad. En ese entonces, el fútbol no era muy popular y estaba opacado por el béisbol. Incluso, su Selección estaba conformada por futbolistas amateurs e inexpertos, que eran estudiantes universitarios o trabajadores de los grandes conglomerados nipones.

Además, el País del Sol Naciente aún no contaba con una liga nacional, aunque sí tenían tres campeonatos importantes, pero organizados por diferentes asociaciones. La famosa Copa del Emperador era manejada por la Asociación de Fútbol de Japón (JFA); el All Japan University Soccer Championship, por la Asociación de Fútbol Universitario de Japón y la All Japan Business Group, co-patrocinada por el popular diario Asahi Shimbun.

Con este contexto, en 1960, Yuzuru Nozu, el presidente de la JFA, decidió contratar a un entrenador extranjero con el fin de preparar a la Selección japonesa para los Juegos Olímpicos de 1964. La Federación de Fútbol de la Alemania Occidental recomendó a Dettmar Cramer, quien años más tarde lograría ganar dos Copas de Europa con el Bayern Múnich.

Dettmar Cramer entrenando a la Selección japonesa.

Cramer comenzó su trabajo como asistente del director técnico Hidetoki Takahashi y luego conformó un tridente técnico junto con Ken Naganuma y Shunichiro Okano. Rápidamente notó la debilidad de la Selección nipona. No tenían los conceptos básicos de patear y cabecear. A partir de eso y a pesar de la desconfianza inicial de sus jugadores, entrenó repetitivamente para mejorarlos. Además, aprendió y se entusiasmó con la cultura japonesa. De estas prácticas lideradas por el alemán salieron grandes futbolistas como Kunishige Kamamoto, Saburo Kawabuchi y Ryuichi Sugiyama.

Llegaba el momento de iniciar el torneo en Tokio. Argentina y Japón compartían el grupo con Italia y Ghana, pero el retiro de la Selección europea por haber incluido jugadores profesionales le permitió a los nipones tener una fecha libre. Mientras, la Albiceleste iniciaba su camino en el torneo con un empate 1-1 ante los africanos.

El resultado en el debut obligaba a la Argentina a derrotar a los japoneses para poder asegurarse un lugar en los cuartos de final del torneo. Para el encuentro clave, la Argentina formó con: Agustín Cejas; Andrés Bertolloni, Otto Sesana; Horacio Morales, Miguel Mori y Roberto Perfumo; Antonio Cabrera, Juan Risso, Juan Carlos Domínguez, Néstor Manfredi y Héctor Ochoa. Durante el primer tiempo fue claramente superior a los nipones y lograron anotar el primer gol del encuentro gracias a Domínguez, luego de un pase en profundidad de Mori.

Ya en el segundo tiempo se comenzó a acercar Japón gracias a su extremo Ryuichi Sugiyama, quien con su rapidez complicó en todo momento a los defensores argentinos, que lo dejaron hacer lo que quería por la banda izquierda. Justamente, Sugiyama logró empatar el partido. La Albiceleste reaccionó rápidamente y se volvió a poner en ventaja gracias a una nueva anotación de Domínguez.

Cuando faltaban diez minutos para que terminara el partido y parecía que la Argentina finalmente iba llevarse la victoria, los nipones tenían otros planes y no se rindieron. Siguieron insistiendo y atacando, como si fueran unos kamikazes, para buscar los goles de la victoria. Lo lograron. Primero llegó el empate gracias a un cabezazo de Saburo Kawabuchi, tras un gran centro de Kunishige Kamamoto desde la derecha, y un minuto después volvió a aparecer Sugiyama por la izquierda. La gran pesadilla de la defensa argentina desbordó y tiró un centro para que Aritatsu Ogi anotara el 3-2 definitivo.

Los jugadores japoneses festejan el triunfo ante Argentina por el segundo partido de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.

“Los japoneses dejaron knock-out a los albicelestes y pusieron en evidencia ante el mundo que ya dejamos de ser potencia mundial en esta actividad (…) Al terminar el partido, que los albicelestes lo tuvieron ganado dos veces y no supieron defenderlo, cual si fuera una juventud sin espíritu, se produjo lo de siempre: jugadores llorando como magdalenas con final melodramático digno de una radionovela. Lo peor es que nadie puede ni podrá explicarse el motivo, pues Japón fue vencedor inobjetable y merecido. El máximo desconsuelo no es perder, pues si Argentina hubiese sido vencida por Yugoslavia, Alemania, Hungría o Polonia, potencias futbolísticas representativas, no habría dolido. Pero Japón futbolísticamente se halla en la escuela primaria. Triunfó por esa fuerza poderosa que hace milagros y es la espiritual, de la que carecen incomprensiblemente y cada vez más acentuadamente, nuestros muchachos”, describió Diego Lucero, el histórico periodista uruguayo de Clarín, la caída ante Japón.

Nota escrita para Clarín por el periodista Diego Lucero tras la derrota de Argentina ante Japón.

Con esta derrota, Argentina volvió a vivir un fracaso deportivo seis años después del “Desastre de Suecia”. Mientras, Japón vivió un momento histórico al asegurar un lugar entre los ocho mejores equipos del torneo, igualando la perfomance de Berlín 1936.

Luego de aquel encuentro, Japón no volvió a conocer la victoria. Derrota 3-2 ante Ghana y goleada en contra 4-0 ante Checoslovaquia en cuartos. Su participación terminaría con un 1-6 ante Yugoslavia en un torneo de consolación. A pesar de esas derrotas, el alemán Dettmar Cramer se fue conforme con el papel desempeñado en el torneo y la victoria ante la Argentina le dejó algo claro: el fútbol japonés puede crecer mucho más. Por esta razón, antes de dejar su cargo, le dejó cinco recomendaciones a la JFA, de las cuales más destacadas son: la creación de una liga en la que los equipos nipones más fuertes se enfrenten entre sí y que la Selección adquiera mucha experiencia enfrentando a los mejores clubes y Selecciones del mundo.

A partir de esa idea de Cramer de que se conformara una liga nacional aprovechando las líneas del Shinkansen, la JFA decidió crear en 1965 la Japan Soccer League (JSL) con la intención de que participaran los clubes corporativos y universitarios. Estos últimos, finalmente, no podrían participar debido a su ajustado calendario. Además, comenzaron a organizar varios encuentros amistosos con los mejores equipos del mundo: El Bayern Múnich de Franz Beckenbauer, el Borussia Mönchengladbach de los 70, el New York Cosmos de Pelé y el Boca de Maradona, entre otros.

Cuatro años después de la partida de Cramer, su legado siguió vigente en el fútbol japonés. Mientras la JSL daba sus primeros pasos, en 1967, el equipo del Sol Naciente, aún dirigido por Ken Naganuma y Shunichiro Okano, logró quedarse con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de México 1968, con Kunishige Kamamoto y Ryuichi Sugiyama como estandartes.

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