domingo, noviembre 24, 2024

Cabecear puede ser un dolor de cabeza

Por Federico Salomón Pineda

@FedeSPineda

En 2015 la US Soccer prohibió que los chicos menores de 10 años cabecearan pelotas y limitó la práctica en jóvenes de 11 a 13. Un conflicto legal y un dato estadístico fueron el puntapié inicial de una medida que busca evitar la conmoción y el daño cerebral en los niños. Una patología médica que llegó a tener en Estados Unidos 50 mil consultas anuales vinculadas al fútbol por el solo acto de cabecear la pelota o sufrir un choque entre cabezas.

“¿Cómo veo la situación en Argentina? Muy lenta porque ni siquiera tenemos estadísticas. No podemos hacer un diagnóstico de situación y eso implica trabajar a ciegas”, declaró Santiago Kweitel, deportólogo que trabajó en el fútbol infantil de Banfield hace más de una década. Una pelota número 4 tiene un peso menor a 400 gramos y las consecuencias que podrían acarrear cabezazos constantes en niños carecen de una investigación exhaustiva que debería estar a cargo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

A diferencia de la Argentina, en los Estados Unidos hay academias periféricas a los clubes que trabajan con los chicos en edad infantil y Guido Bonini, preparador físico de San José Earthquakes de la Major League Soccer, expresó las limitaciones que existen en la práctica del cabezazo. “En los entrenamientos, se puede hacer una actividad para desarrollar la capacidad del salto o la coordinación del cabezazo, pero debe ser con los protocolos sin disputa aérea”, aseguró y agregó: “Generalmente, usan pelotas más blandas y llevan un control de las repeticiones que hacen en la semana”.

Fernando Kuyumchoglu, coordinador de las inferiores de San Lorenzo, aseveró que desde la institución llevan a cabo ejercicios con pelotas de goma o sogas con una pelota desinflada que amortiguan el golpe. En su etapa como futbolista, recuerda que practicaban con la de baby fútbol y sentenció que “pegarle 10 veces a esa pelota te rompía la cabeza”. En el presente, se cambió la técnica porque “podés hacer lo mismo con una pelota de goma”. En consonancia a lo que sucedía décadas atrás, Kweitel aseguró que, durante su etapa en el Taladro, debía atender a chicos que “lloraban por cabecear la pelota”.

Al igual que el Ciclón, River utiliza los mismos materiales de entrenamiento para cuidar a los más chicos y entrenar el salto junto a la coordinación. Sin embargo, Gustavo Pérez Solano, coordinador del área física, estimó que no se practica de forma rutinaria hasta los 14 años porque “hay otras cuestiones técnicas que hay que mejorar mucho antes que eso: el control, el pase, los trabajos de coordinación con balón. Hay muy poco golpe de cabeza”.

Más allá que manifestó su desconocimiento a lo que ocurría en los Estados Unidos, el panorama es mucho más complejo. Desde la neurología tampoco saben dar una respuesta exacta a esta situación y la falta de un programa unificado hace que otras instituciones como Vélez practiquen con la misma pelota número 4 que se juega en competencia oficial. “En los chicos de seis años, ya se empieza a practicar el cabezazo. Los primeros ejercicios de esos chicos son casi todos iguales con despeje y potencia”, cuenta Leandro González, vicepresidente del fútbol infantil en el club de Liniers y detalla que, a partir de los 10 a los 12 años, los trabajos se enfocan más a la posición de cada jugador. A partir de ahí, se trabaja con la pelota número 5, que oscila en un peso de 410 a 450 gramos.

La neuróloga e integrante de la Sociedad Argentina de Neurología Infantil (SANI) María Vaccarezza fue consultada sobre si la práctica del cabezazo podía generar micro traumatismos de cráneo y expresó que no lo sabía. Además, explicó que la conmoción cerebral no se aprecia en ninguna resonancia y Kweitel ahondó en que esa patología es “muy probable” en el hábito deportivo. A la par, destacó que, ante la falta de estadísticas, la AFA debería realizar en las universidades y sociedades científicas “una evaluación sobre el impacto de masa que puede producir una pelota sobre la cabeza de un chico a diferencia de un adulto porque no es lo mismo el impacto de una pelota de 500 gramos, con una determinada circunferencia, en una estructura de un chico de ocho o nueve años que en un jugador como Pezzella u Otamendi”.

El especialista vinculó la falta de información sobre el tema a la inexistencia del estudio y ahondó en las principales dificultades para llevarlo a cabo:  “La AFA tendría que investigar un montón para tomar conductas basadas en la ciencia y en la investigación, pero en nuestro país no hay investigación en deporte. Tampoco hay ayudas económicas. En Europa se fomenta e incentiva a la investigación. Acá las universidades no la fomentan y no hay una estructura”.

Sin embargo, los clubes son uno de los eslabones, pero no el único. Las instituciones de barrio y los potreros son, en muchos casos, los primeros lugares de donde emergen esos niños y allí no llega ni la AFA ni la Liga Metropolitana -torneo que juegan los clubes con categorías de chicos menores a 10 años- con los materiales y la infraestructura. Y la pata del Estado es una de las que aparece como actor para regular la actividad y cuidar a los más chicos.

Con respecto a esto, Kuyumchoglu cerró: “Salvo algunos casos que tienen los materiales, es difícil que puedan tenerlos. Depende de quién esté a cargo del club como para que se fije en esos detalles. Habría que bajar una línea general y ver si los clubes tienen la posibilidad de acceder a una soga, dónde colgarla y tener pelotas de goma. Eso sería ideal porque los chicos aprenden igual y es menos nocivo”.

Además, no se puede dejar de mencionar la parte económica y salarial. Santiago Kweitel no volvió a trabajar en un club por una cuestión “pura y exclusivamente económica”. El especialista de la salud explicó que el fútbol de divisiones inferiores está “muy mal pago y no es regular”. Al momento de generar certidumbre y condiciones aptas para los más chiquitos, el dinero no debería ser un problema, pero en un país que tiene mal pago a todo el personal médico ya deja de ser un problema del fútbol para pasar a ser estructural.

El protocolo de la MLS y la salud de los jugadores

Si el médico de la liga determina que un jugador pudo haber sufrido una conmoción o contusión, se activa el protocolo, sale de la cancha, se somete a estudios, entrena diferenciado y no juega el siguiente encuentro. En relación a eso, Bonini calificó como “muy peligroso”  lo ocurrido con ´´El Pulga´´ Rodriguez, quien recibió un golpe en la cabeza, siguió jugando y, después del encuentro, declaró que no se acordaba los dos primeros goles de Colón en un partido de la Sudamericana 2019. “A veces, estamos jugando con la salud de los jugadores”, concluyó.

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