viernes, julio 26, 2024

Martín Kremenchuzky, el argentino que hizo historia en el IronMan y que va por más

Por Yanella Palacios

Su familia, allegados y gente que pasó tiempo con él lo describe como humilde, carismático, alegre, predispuesto, amable, educado. Eso y mucho más es Martín Kremenchuzky. Sordociego; papá de Tomás, pareja de Diana, triatleta, ingeniero en sistemas y conferencista motivacional.

Hoy tiene 46 años y a los 35 años perdió completamente la visión a causa de una enfermedad genética llamada Síndrome de Usher.

Aún así hizo historia,: es el primer ciego argentino y el único sordociego en el mundo que completó la competencia Ironman (triatlón que consiste en nadar 3,8 km en aguas abiertas; 180 km pedaleando; 42k a pie).

¿Cómo conociste la competencia y cuáles fueron tus sensaciones después de cruzar la meta?

—Primero incursioné en remo y quedé en la Selección Nacional de remo adaptado; después empecé a correr, me convertí maratonista, hice carreras de trail y luego triatlones de corta y larga distancia cada vez más exigentes. Un día un amigo me dijo: “Vos tenés que hacer un Ironman”, para mí era algo imposible. Me anoté y al día siguiente le avisé al que era mi entrenador que me iba a tener que guiar. Así que comencé a prepararme, un mes antes tomé conciencia que sería el primer argentino ciego en intentarlo. Fue increíble ganar la categoría. Llevo más de 320 competencias y esa fue la más emocionante por todo lo que significó el antes y el después. En el último kilómetro se me vinieron un montón de imágenes en la cabeza: orgullo, satisfacción, paz, sensaciones muy lindas.

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Sin embargo, no se quedó ahí, la compitió y completó tres veces más. En 2017 en Sudáfrica; 2018 en Nueva Zelanda; 2019 en España, y este año iba a ir al continente asiático, a Kazajistán, a conquistar la medalla número cinco, pero la pandemia se lo impidió.

En agosto ibas a participar de tu quinta Ironman, son competencias llevan una larga organización, pero llegó la pandemia, la cuarentena y la suspensión de la carrera. ¿Cómo readaptaste tus entrenamientos para perder lo menos posible la preparación que tuviste realizando estos últimos meses?

—Cuando declararon la cuarentena me cambié el chip. Empecé a ver de qué forma entrenar en casa. Estuve casi 170 días sin salir del departamento. Estoy mucho más expuesto que otro porque si salgo no sé dónde meto la mano o dónde tocó; o si el que me está hablando al lado tiene barbijo o no. Realicé trabajos de fuerza, quizás perdí en velocidad, pero gané en resistencia. Hace un mes que estoy de vuelta corriendo, pedaleando y nadando, obviamente mucho más lento, pero voy dejando que el cuerpo se vaya acordando de todo. Por lo pronto apunta a distancia más que a velocidad.

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Su hijo Tomás fue su motor para salir de la depresión en la que se sumergió al momento de sufrir la pérdida de uno de los cinco sentidos. Afirmó que fue su refugio y gran contención.

¿Qué fue lo primero que pensaste o sentiste al momento de saber que venía en camino?

—Tenía muchas ganas de tener un hijo, en el tiempo que mi pareja estaba embarazada yo todavía veía, me terminé quedando ciego cuando “Toto” tenía un añito. Muchos cambios vinieron después de que nació, cuando era chiquito para mí todo era muy fácil me quedaba con él en el dormitorio, le cantaba canciones o le contaba cuentos. Era muy duro porque estaba dejando de poder hacer cosas que antes hacía.

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En estos últimos años recibió muchas distinciones, entre ellas:

  • Personalidad destacada de la ciudad de Buenos Aires. Otorgado por la Legislatura Porteña, 2017.
  • Diploma de honor. Dado por el Senado de la Nación, en reconocimiento a la dedicación y amor al deporte, 2017.
  • Abanderado de la Delegación Argentina que representó al país en las Macabeadas Mundiales en Israel, julio 2017.

Hay un libro que cuenta su biografía, con testimonios de familiares, amigos del colegio y facultad y demás que lo acompañaron en su trayectoria deportiva y en su vida personal.

— ¿Cómo te llegó la propuesta para contar tu historia en el libro Confianza ciega?

— Cuando terminé mi primer Ironman en marzo del 2015 todos me decían que tenía que hacer un libro. Yo no estaba tan convencido, no era de tanta exposición, pero finalmente me terminó gustando la idea. Uno de mis guías había comentado que en su grupo había una escritora uruguaya, periodista que le parecía muy copada para que hiciera mi libro. Me junté con ella, hubo mucha química y así empezó todo. Fue un proceso de más de un año donde me hizo marca personal por todos lados, venía conmigo a las conferencias, a las competencias, a los viajes, a las fundaciones; hasta pasó las fiestas conmigo. Hizo un trabajo de investigación muy fuerte. Así se armó Confianza ciega.

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Hay mucha gente que lo ve como un referente, ya sean personas que tengan algún tipo de discapacidad, o familiares de ellos. Al principio no se sentía como ejemplo, incluso creía que le “tiraban flores” por chamuyo. Pero a partir de 2013, luego de una nota que dio a un diario, su historia tomó mucha visibilidad y ahí se dio cuenta que evidentemente algo transmitía. Lleva más de 215 conferencias, en el país y en el exterior: “Fueron muchas las personas que se me acercaron y me dijeron que gracias a mi testimonio pudieron mejorar su calidad de vida”, cerró.

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No solo asistió a competencias como participante, sino también como orientador: “Una vez un guía me comentó sobre el atletismo asistido y me dijo: ‘Estaría bueno que lo hagas’. Fui a la Federación de Atletismo Asistido, les comenté la idea y les encantó.  La primera experiencia la llevé a cabo con un amigo que tiene Síndrome de Down. Posteriormente otro al que le faltaba un brazo; un muchacho sordo; y seguidamente un hombre que tenía la pierna amputada. Quería mostrar cómo nos podemos complementar y visibilizar más la discapacidad, muchos creen que podemos hacer poco y nada y en realidad podemos hacer bastante”.

Dentro del libro afirmaste que siempre tuviste buena relación con los animales, incluso hablaste de tu perro ovejero alemán llamado Dunkel ¿En algún momento pensaste en tener un perro que te asistiera?

— No, ya que hoy por hoy si querés tener un perro guía, es muy difícil puesto que todo el tiempo tiene que estar acompañándote, hay que estar siempre juntos.

En primer lugar, las leyes de Buenos Aires no están bien instrumentadas, no cualquier taxi te deja subir con tu perro, y/o no en todos los lugares permiten entrar con él. Yo me las arreglo bastante bien. Suelo conseguir “cómplices”, si voy por la calle siempre le pido a alguien que me ayude, le pongo onda, la gente se copa y me acompaña.

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Le encanta la adrenalina, a tal punto que en una ocasión se lanzó en paracaídas de una avioneta: “Para mí es más fácil, abro la puerta, no veo nada y me tiró. Me gustan los deportes extremos. Esa caída libre de 200 kilómetros por hora fue impresionante”.

Siempre va por más, a mediados de noviembre, junto a su hijo y esposa viajó a México para acompañar y realizar junto a un amigo, una carrera. Otra más, para la gran lista que tiene en su haber.

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