viernes, abril 19, 2024

De ser salvado a salvar vidas

Por Facundo De Lillo

Mirar la vida a través de la pantalla de un ecógrafo para detectar males del corazón se ha convertido en el quehacer diario del cardiólogo pediátrico uruguayo Roberto Canessa, más conocido por ser uno de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes en 1972. Hoy confiesa que ese suceso lo inspiró para salvar vidas y utiliza los acontecimientos ocurridos en esa tragedia como herramientas para superar situaciones de su profesión.

El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 5 tripulantes y 40 pasajeros a bordo, partió desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco (Montevideo, Uruguay), con el objetivo de arribar al Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez, ubicado en Santiago, la capital de Chile, donde el equipo de rugby Old Christians (club de exalumnos del Colegio Stella Maris de Montevideo y del cual Canessa formaba parte) se enfrentaría contra Old Boys. Hubo un problema, el avión se estrelló en la Cordillera de los Andes. De los 45 viajeros iniciales, 27 sobrevivieron después del impacto, luego 8 murieron en un alud, y más tarde morirían 3 por causas naturales. 

A pesar de que no disponían de ropa abrigada ni del calzado adecuado, los supervivientes se organizaron para soportar las bajas temperaturas en lo alto de la montaña. La figura del estudiante de segundo año de medicina -con tan solo 19 años- fue fundamental, puesto que diseñó un sistema de supervivencia con los elementos que los rodeaban: desde la fabricación de guantes con los forros de los asientos del avión hasta las botas con los cojines de los mismos. Luego de 72 días, faltando poco para navidad, Canessa y Fernando Parrado (compañero del club) habían salido a inspeccionar y se toparon con un arriero chileno, llamado Sergio Catalán, que fue en busca de ayuda y dio comienzo a una operación que terminó con el rescate de las 16 personas.

Hoy Roberto Canessa se desempeña como cardiólogo pediátrico y durante la pandemia encabezó un equipo de expertos que desarrolló un innovador respirador mecánico artificial.

Hoy el reconocido cardiólogo, quien fue galardonado tres veces con el Premio Nacional de Medicina en Uruguay y en 2015 fue designado Honorary Fellow of the American Society of Echocardiography, utiliza lo vivido en esa tragedia para afrontar situaciones en el trabajo y confiesa que la simbólica ‘caída del avión’ está en la enfermedad de un hijo o en la desgracia que ronda a los humanos. Canessa no propone una vida acobardada por estas hipótesis, sino un recorrido que exprima cada momento como si fuera el último. “Vivimos tan inconscientes de lo vulnerables que somos…”, dice. También compara la sensación que tuvo cuando fue sepultado por el alud de nieve con lo que deben sentir los bebés que atiende, que lo miran para agarrarse a la vida y tiene como único hilo de comunicación su mirada, porque los ojos son la ventana de la mente.

De esta manera Canessa enfoca su profesión. Actualmente trabaja en el Hospital Italiano como director del Departamento de Ultrasonido Cardíaco y del Departamento de Diagnóstico prenatal de enfermedades cardíacas congénitas. A su vez, imparte cursos de posgrado en Cardiología Pediátrica en la Facultad de Medicina de Uruguay y dirige la evaluación no invasiva para el Programa de Donantes de Trasplante de Corazón, así como la investigación en el programa de Cardiología Fetal. Además, dicta conferencias de liderazgo para empresas y acompaña el trabajo voluntario de madres y familiares de chicos con cardiopatías congénitas, quienes crearon la Fundación Corazoncitos, una organización sin fines de lucro que tiene por objetivo apoyar a niños con cardiopatías congénitas en Uruguay.

Ser reconocido le dio lugar a poder presentarse como candidato por el Partido Azul en las elecciones de 1994 por la presidencia de Uruguay, pero no logró ganar. En 2019, el excomandante del ejército Guido Manini Ríos le ofreció la postulación a la Vicepresidencia de la República por el partido Cabildo Abierto, Canessa lo rechazó.

El doctor también tiene su lado artístico. En 2016 publicó un libro llamado “Tenía que sobrevivir”, un iluminador relato de esperanza y determinación, solidaridad e ingenio, que aporta una nueva perspectiva a una historia mundialmente conocida. “El libro te permite volver a sentir esa situación que te hace valorar la vida de una manera diferente, no hay que esperar a que se te caiga el avión para darte cuenta de lo bien que estabas”, aconseja el doctor, convencido de que cuando la mayoría de la gente habla de vivir ‘en crisis’ hablan de conceptos materiales que no son tan importantes. “La vida nos da más de lo que necesitamos y hacemos menos de lo que podemos”, concluye.

Por otro lado, mientras el coronavirus azota al mundo y a su país natal, con su colega Daniel Murillo, el médico y exrugbier, encabezó un equipo de expertos que desarrolló a contrarreloj un innovador respirador mecánico artificial. A través de este original equipo de transición para ventilación invasiva (endotraqueal), el paciente puede recibir oxígeno en forma automática.

Al igual que en 1972 el cardiólogo se propuso ver qué puede hacer para ayudar a combatir la pandemia y no sentarse a esperar los helicópteros.

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