Por Pedro Duffau
Primero hablaban los referentes y luego pedía autorización para hablar él. A los más chicos les daba mucho apoyo y siempre decía la palabra justa. Esto refleja cómo es Felipe Contepomi, quien tuvo ese deseo de poder volver y retirarse en 2014 en Newman, el club de sus amores.
Lejos está de aquel joven rugbier que tenía como sueño ser médico al igual que su padre, título que conseguiría mientras jugaba en Irlanda. En el 2000 tomó la decisión de irse a probar suerte al Bristol de Inglaterra como jugador de rugby profesional. Cuando retornó al país en 2013, por una disposición de las autoridades que manejan este deporte, no pudo jugar en su club por seis meses. Al encontrarse en esta situación, no le importó y se entrenó a la par de sus compañeros, tanto en el gimnasio como con ejercicios físicos y tácticos dentro de la cancha. Contepomi llegaba a las prácticas 15 minutos antes y era el último en irse.
Javier Urtubey, el capitán de Newman en 2013, cuenta: “Cuando anunció que venía a jugar al club, a nosotros nos tocaba jugar la definición del torneo de la URBA. Fuimos con el Canario Gosio a su casa para darle la bienvenida y charlar un poco sobre lo que teníamos por delante. Felipe fue muy claro, puso de entrada al equipo y al club por encima suyo, nos transmitió tranquilidad, sus ganas de sumar y que nos iba a acompañar desde donde hiciera falta. De hecho, le tocó ir al banco de suplentes en su vuelta a Newman y no hizo más que alentar y contagiar al equipo durante toda la semana. Creo que eso demuestra la clase de persona que es”.
Agustín Gosio, el subcapitán de ese equipo, dice que tanto él como Contepomi no tenían esa lucha de egos que suele aparecer en los grandes equipos. El “Canario” expresa que la relación que tenía el ex Puma con el grupo era excelente y que se acopló al plantel muy rápido, como si fuera uno más. Gosio narra que Contepomi siempre trataba de dar consejos y que era un entrenador dentro del campo de juego. Con paciencia, el exrugbier de Stade Français se encargaba de explicar cada una de las jugadas.
Contepomi veía en los partidos que las distintas acciones que se practicaban en la semana no salían y les enseñó que lo importante era la siguiente jugada. Había que olvidarse del pasado y afrontar con las mismas ganas la jugada que continuaba. Una vez terminado el encuentro, se iba al vestuario, se duchaba y tomaba una cerveza con cualquier jugador del plantel. No hacía diferencia si estaba con el máximo ídolo del club o con un chico recién subido de inferiores.
Marcelo Brandi, referente dentro del equipo bordó, recuerda que una vez en Rosario estaban muy bajoneados porque el resultado no había sido el esperado. Sin embargo, cuando llegó el tercer tiempo, Contepomi los juntó a todos y les dijo que, si bien era entendible que estuvieran tristes por la derrota, cuando más había que quedarse era cuando se perdía. En ese momento, el exjugador de Leinster resaltó que se quedaba y afirmó que si eran dos ya eran un grupo. Brandi revela que al final se quedaron todos.
Manuel Contepomi, su mellizo y su entrenador de Newman, quien tiene un vínculo muy fuerte con él y que compartió todo, desde amigos, deporte y familia, asegura: “Yo sabía que Felipe cuando decidió venir a jugar a Newman lo iba a hacer como siempre hizo y hace las cosas en su vida: con mucha responsabilidad, con mucho compromiso, con mucha seriedad y con muchísima alegría. Él quería llegar lo más lejos posible, exigirse individualmente y exigir al equipo”.
Si bien tiene una personalidad introvertida y tímida, por lo que muchas veces aparentó ser una persona no muy sociable, logró hacerse querer dentro del grupo, ya que siempre pensaba en el resto antes que en él. Quería la gloria con su club y soñaba con algún día consagrarse campeón. Con su presencia, a la hinchada de Newman le significó mucho más que un campeonato.