viernes, julio 26, 2024

Alemania campeón: un milagro inesperado

Por Manuel Mel

Tras ser excluida de la Copa del Mundo de Brasil 1950, la Selección alemana protagonizó, cuatro años más tarde, una de los acontecimientos más trascendentales para el país: llegar su primera final y consagrarse campeón del Mundial. A partir de este suceso se dio comienzo a una “nueva Alemania” en todo aspecto para llegar a convertirse, a día de hoy, en una de las grandes potencias a nivel global.

Para poder entender cómo se llegó a este desenlace del campeonato, hay que mirar hacia atrás y comprender el camino transitado por ambas selecciones finalistas. Por un lado estaba Hungría, que arribaba al Mundial como campeona de los Juegos Olímpicos de 1952 disputados en Helsinki, Finlandia, y que a nivel mundial se la consideraba de las más fuertes. El conjunto de Gusztav Sebes era uno de los principales candidatos a quedarse con el título debido a que tenía un gran funcionamiento a nivel colectivo y los resultados que obtenía le daban la razón: Acumulaba 33 partidos sin derrotas, con 29 triunfos y cuatro empates. La racha había comenzado el catorce de mayo de 1950 y se extendió hasta el partido final de la competencia Mundial. Tal era la repercusión que generaba este seleccionado húngaro que en ese entonces era conocido por propios y extraños, como el “Equipo de Oro”.

Hungría compartió el grupo 2 junto con Turquía, Corea del Sur, y, justamente, con Alemania Federal, a la que derrotó por ocho goles a tres en la segunda fecha de esa primera fase. Una jornada increíble para los húngaros que, gracias a ese triunfo y al conseguido frente a Corea del Sur previamente, sellaron su pase a los cuartos de final de forma holgada. Allí tuvo enfrente al siempre poderoso y temerario conjunto brasileño. Fue un partido que tuvo varias emociones con muchas idas y vueltas por parte de ambas Selecciones, en el que finalmente Hungría impuso su experiencia e hizo valer su juego y destreza colectiva para llevarse definitivamente a Brasil por delante cerrando el cortejo con un cuatro a dos final. Más adelante llegaron las semifinales, instancia en la que se encontró con otro sudamericano: Uruguay, Selección campeona en 1950, que buscaba defender la corona. El duelo fue parejo, pero nuevamente Hungría sacó a relucir su juego y de a poco los goles fueron cayendo. El resultado final fue de cuatro a dos, y el “Equipo de Oro” fue a parar a la final del Mundo, instancia a la que había llegado en el Mundial de Francia 1938, en el que termino subcampeona. Aquella final frente a Italia parecía dar un vistazo de lo que posteriormente ocurriría con Hungría en esta nueva definición.

Por el contrario, la situación de Alemania era totalmente opuesta. El país europeo se encontraba saliendo de la dura derrota en la Segunda Guerra Mundial y los jugadores que formaron parte del equipo no eran profesionales, sino más bien amateurs. La Copa del Mundo era todo un desafío. A pesar de los conflictos bélicos y sociales que padecía Alemania, el foco estaba puesto en lo deportivo. Luego de haber sido marginada del Mundial de Brasil 1950 por los conflictos producidos por la guerra, el conjunto de Sepp Herberger llegó a Suiza con el objetivo claro: ir por la gloria máxima. Tras haber participado en dos de los cuatro Mundiales que se habían realizado previamente, las semifinales habían sido la instancia más prometedora a la que había llegado la actual potencia europea. Alcanzar una final, más que un sueño, era la obsesión de todo el pueblo alemán.

Luego de la fatídica derrota ante Hungría por la fase de grupos, daba la sensación de que el conjunto germano iba en camino a despedirse de la competencia mundial. Sin embargo, y contra todos los pronósticos, debió jugar frente a Turquía un desempate para determinar el segundo clasificado a los cuartos de final. Todo parecía una película de suspenso, pero con una resolución más que gratificante para los alemanes: se mostraron como un equipo sobrio, sólido y que desde el minuto uno se llevó por delante a la selección asiática. Finalmente, con un resultado de siete a dos, el seleccionado alemán se encontraba entre los 8 mejores del mundo para a dar pelea hasta el final, y vaya si lo hizo.

Los cuartos ante Yugoslavia y las semis frente a Austria no generaron grandes daños en la defensa alemana y esta última superó ambas instancias de manera convincente y con mucha autoridad. El plato fuerte estaba en la final, ahí esperaba el conjunto húngaro, el gran candidato a quedarse con la copa, la Selección de mayor poderío a nivel futbolístico del momento. Sin lugar a dudas era una final que tenía todos los condimentos para ser única. En un bando se encontraban los principales favoritos a quedarse con la corona y, en el otro, los alemanes, que a pesar de algunos bajos rendimientos y de no llegar como grandes candidatos, estaban de pie listos para dar batalla dentro del campo. 

Un 4 de julio de 1954 en Berna se llevó a cabo el partido final. El estadio estaba colmado por más de 60 mil espectadores y la afición estaba eufórica. El cortejo empezó como era de esperar: a los ocho minutos del primer tiempo, Hungría se imponía por dos a cero. Todo parecía un trámite y no se veía con malos ojos que llegase haber una goleada descomunal, pero de forma impredecible, Alemania sacó fuerzas para que diez minutos más tarde el partido pasara a estar igualado en dos. El milagro parecía posible. El partido siguió igualado hasta que en el minuto 84, Helmut Rahn, delantero alemán, decretó el tercer gol para los germanos y de esta manera Alemania pudo obtener la primera Copa del Mundo en su historia. El estadio estaba en efervescencia y lo que se vivía en Berna era una fiesta impresionante. El milagro se había hecho realidad.

Tras este acontecimiento, las disyuntivas a nivel país dieron un giro total que produjo el comienzo de una nueva era en el país germano. A nivel social fue el comienzo de la “reconstrucción” del pueblo tras la depresión sufrida por la posguerra y la victoria mundialista fue la primera razón para salir adelante. Deportivamente hablando pasó de ser una Selección mediana a transformarse en potencia mundial y una de las principales a temer en cualquier competencia que disputara. Finalmente, gracias a este seleccionado integrado por futbolistas aficionados de torneos regionales llevados a cabo en Alemania, el país creció y, como consecuencia, se produjo el surgimiento de la República Federal De Alemania, que además de darle una identidad al país, ayudó a levantar el ánimo y el autoestima de un pueblo que años atrás los había perdido. La victoria fue un suceso del momento, pero la gloria iba a ser eterna.

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