martes, abril 23, 2024

Superliga: cuatro años y un fracaso

Por H. Meriles, M. Pasanisi, M. García, V. Chiva y P. Fonseca

La Superliga llegó como una pionera de las tantas prometidas inversiones que caerían sobre nuestro país. Un negocio redondo que tendría el objetivo de potenciar, tanto económica como deportivamente, el desarrollo del fútbol argentino. Lo cierto es que las inversiones no llegaron y -desde 2017 hasta el día de hoy- los únicos cambios progresivos que se vieron en el fútbol fueron los aumentos que sufrió el valor inicial de la suscripción que permitiría ver los partidos de nuestro adorado y privado deporte.

En principio, el primer paso para la privatización se dio a partir de la finalización del contrato conocido como Fútbol Para Todos que tenía el gobierno, liderado por Cristina Fernández en su momento, con la Asociación del Fútbol Argentino. Esta ruptura impulsada por Mauricio Macri, quien -con un discurso igual de elitista que oportunista- quedó a cargo de la administración del Estado después de ganar las elecciones en 2015, abrió la puerta de un mercado al cual no tardaron en llegar compradores.

De esta manera, y con un jugoso acuerdo millonario de por medio, las empresas estadounidenses Fox y Turner se hicieron con los derechos de televisación y privatizaron la transmisión de los encuentros que se disputaban en el campeonato de Primera División, creando la ya nombrada Superliga.

Los nuevos dueños acordaron pagar a la AFA un adelanto de 1200 millones de pesos argentinos sumados a otros 3200 millones por temporada, con un contrato que tendría, en primera instancia, una duración de cinco años con la opción de extenderse otros cinco más. Si bien las cifras eran cercanas a las que manejaban sus competidores de MediaPro y ESPN, lo que inclinó la balanza hacia su favor fue el compromiso que tomaron al hacerse cargo del juicio que atravesaba el organismo que rige el fútbol con el Grupo Clarín por el incumplimiento de un acuerdo relacionado al Nacional B que los unía hasta 2014.

Una vez pactado el comienzo del torneo, los cableoperadores incluyeron en su cuota un abono mensual, llamado Pack Fútbol, que tuvo un valor no menor a $300 pesos durante los dos primeros semestres, pero en tan solo dos años su precio aumentó, acompañado por una caída fuerte en la economía, a $580, casi el doble de su estimación inicial. Además, se esperaba una inscripción de 1,5 millones de usuarios, la cual fue superada rápidamente ya que en febrero de 2019 presentó un total de entre 2,5 y 3 millones de clientes activos, lo que generó una suma mensual aproximada a los $9000 millones.

Un negocio redondo, pero no para todos. Cuando surgió el acuerdo que confirmaba la creación de la SAF, el dólar equivalía a casi 20 pesos argentinos. En la actualidad, la moneda estadounidense oscila entre los 128 y 130 pesos, lo que produce aumentos en todos los sectores y afecta significativamente el bolsillo de la población.

Por su parte, las compañías de televisión digital más solicitadas, entre ellas DirecTv y Telecentro, presentan una oferta que no desciende de los $3100 sin incluir el pack, números que son indudablemente imposibles para la mayoría.

Con el diario del lunes se sabe que el proyecto no prosperó, aún así, resulta interesante rascar el fondo de la olla para descubrir cuestiones que en su momento no se pudo, o estaban escondidas.

¿Fue verdaderamente funcional el desarrollo de la liga, como producto privado, para el crecimiento del fútbol en nuestro país?, o se utilizó para esconder otras intenciones relacionadas al establecimiento y consolidación de las Sociedades Anónimas.

El surgimiento de la SAF, como salvación en medio del caos

Para empezar a desglosar lo que dejó la Superliga, hay que remontar a su aparición en medio de un periodo de crisis en el fútbol argentino. Los mismos dirigentes que años anteriores habían levantado la mano en la asamblea y aprobaron el torneo de 30 equipos que imponía Julio Humberto Grondona por el temor que este generaba entre sus compañeros, no sabían cómo arreglar el mamarracho que habían hecho. Cuando el histórico mandamás de la AFA falleció en 2014, muchos quisieron borrar con el codo lo que escribieron con la mano, y no hicieron más que empeorar las cosas.

El experimento de 30 equipos no salió como se esperaba, hinchas de todo el país se mostraban en contra del mismo y ya muchos dirigentes estaban viendo la manera de arreglar el error que cometieron por decirle todo que sí a Don Julio. En el medio, estaba en juego quién ocuparía el sillón del despacho presidencial de la calle Viamonte. Para ello, había dos candidatos: por un lado, estaba Luis Segura, hombre que formaba parte del grupo que ya venía gobernando, y por el otro asomaba la figura de Marcelo Tinelli, que con su bloque venía con la idea de una “nueva AFA”.

Así, comenzó la disputa por el poder de manejar los hilos del fútbol argentino, se generó una grieta enorme que dividía ambos bandos y todo terminó con una bochornosa votación el 3 de diciembre de 2015, en la que participaban 75 votantes y el resultado increíblemente dio 38-38. Sí, aunque sea difícil de creer, dio empate cuando había un número impar de votantes, por lo que era imposible que eso ocurriera.

Mientras tanto, el campeonato de primera división volvió a cambiar su formato y en la primera mitad del 2016 se jugó un campeonato corto de transición, para equilibrar el calendario con las competiciones europeas. Dos zonas con quince equipos cada una, con una final entre el ganador de cada una para determinar al campeón. Luego, regresó el formato del torneo largo que enfrentaría a todos los equipos entre sí a una rueda, pero que esta vez iría de junio a junio, y se aprobó también la idea de bajar la cantidad de equipos aumentando a cuatro los descensos, y así equilibrar para dentro de un par de años volver a tener 20. Ese Torneo de la Independencia 2016/17, que tuvo a Boca como campeón, fue el último bajo la órbita de la AFA, ya que para la temporada 2017/18 pasó a manos de la Superliga.

Con Daniel Angelici como principal impulsor, quien contaba con el apoyo del entonces presidente del país Mauricio Macri, este nuevo organismo aparecía con la idea de ser un primer paso para la aparición de las sociedades anónimas, un tema tabú en el fútbol argentino. La finalidad era relanzar una competencia que estaba devaluada, con muchos equipos de un nivel deportivo muy flojo y además con problemas económicos, lo que llevaba a que muchos futboleros hayan perdido el encanto de ver nuestro torneo.

Un producto integral, que parecía ideal para el momento que se vivía. Venía con el propósito de generar más ingresos en los clubes y que el dinero se empezara a repartir más equitativamente, de acuerdo a los méritos que hacía cada uno. De esta manera, se ayudaría a aquellos que la estaban pasando mal y también haría posible que los equipos más débiles puedan armar planteles mejores y competir con los poderosos que, desde que empezaron los torneos largos, habían tomado el centro de la escena más que nunca. Otro punto que se quería imponer en el tema económico era la de tener las cuentas del club en orden, y establecer sanciones deportivas a aquellos que tengan deudas con otro club por el pase de algún jugador o con los sueldos de su propio plantel.

Darle más atractivo a la liga haría que ese producto pueda venderse a escala global y así expandir los horizontes del fútbol nacional. Se mejoraron los canales de difusión, creando perfiles exclusivos en las redes sociales principales (Twitter, Instagram, Facebook, YouTube) para generar cercanía con el hincha de nuestro país y, además, que se conozca en el exterior. Por esto, también, surgió la variación de poner un partido el domingo a las 11 de la mañana, ya que a esa hora en otros continentes sería de tarde o de noche (por ejemplo, en Asia) y se podría disfrutar en vivo de un Boca-Arsenal en La Bombonera.

En los papeles, todo sonaba lindo y parecía que era la ‘salvación’ del futbol argentino. Pero, había que llevarlo a la práctica. La idea de las SA en Argentina no cuenta con muchos adeptos por la pasión que tienen los hinchas, que no contemplan ‘vender’ sus colores y, además, por la importante acción social que tienen las instituciones.

La transformación de los clubes de asociaciones civiles a empresas, en un fútbol argentino que sólo cuenta con un par de clubes ricos (River y Boca), era una idea que solo parecía caber en la cabeza del gobierno de turno y sus allegados. Las deudas de los otros clubes podrían poner contra las cuerdas a la vieja estructura dirigencial y acelerar la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas apoyadas desde el gobierno, así como la posibilidad de que lleguen inversiones extranjeras que potencien la Superliga.

Eso sí, la interna daba todos los indicios que la decisión sería dura. Boca, con Angelici cercano a Macri y River, con D’Onofrio, en contra de las SAD, estaban en veredas opuestas. Rodolfo D’Onofrio no desestimaba el factor económico del fútbol y marcaba fuerte oposición al modelo de las SA. “En la Argentina los clubes son asociaciones civiles sin fines de lucro porque tienen muchas más actividades de índole social más allá del fútbol. Eso no significa que no tengamos que ir a buscar el superávit, porque esa es la razón de ser de las inversiones que hacemos en el club y lo que sostiene nuestro crecimiento”, dijo en 2017. “En un modelo de sociedad anónima, los resultados son dividendos que se reparten entre accionistas y no vuelven a los socios. Barcelona y Real Madrid son asociaciones civiles. Nada indica que por ser una SA te va a ir mejor”. El peso de las declaraciones del máximo mandamás de River Plate fue un puntapié más a la desestimación de esta idea irrisoria que surgía en el seno de la Casa Rosada.

Esto, sumado a que lo que proponía la Superliga, no se veía reflejado y no hizo más que mantener o hasta extender la brecha entre los grandes y los chicos, su inclusión tenía cada vez menos apoyo tanto entre los propios dirigentes como en la opinión pública, por lo que no tardó mucho tiempo en desaparecer y simplemente ser un capítulo más en la historia del fútbol argentino.

La pelota al costado, el negocio primero

En el periodo 2018-19, los derechos de TV sumaron 3.744 millones y los sponsors 537 millones, lo que arrojó un total de 4.281 millones, para repartir entre 26 equipos; un promedio de 164,6 millones, lo que implicó ese aumento del 55% en un año.

“Le ganamos a la inflación y al tipo de cambio. Si me dicen que tenemos un problema con el tipo de cambio o la inflación, no es cierto. El problema no es la plata que estamos repartiendo desde la organización”, explicó el Presidente de la Superliga Mariano Elizondo durante la presentación del informe de gestión en el marco del año 2017/18.

De la facturación total, la Superliga mantuvo el 2% para gastos operativos, el 18% se transfirió a la AFA y el resto se dividió entre los clubes. “En cuanto a la distribución de dinero, nuestro esquema es más similar al europeo. La diferencia en ingresos de TV entre el club que recibe más y el que recibe menos es 2.2 veces. Es decir, el que recibió más recibió 240 millones y el que recibió menos es 110 millones “, analizó Elizondo, agregando en clara referencia al momento en que los cheques de la AFA se cobraron en efectivo: “No tengo ningún cheque porque todo es por transferencia bancaria”.

Respecto al monitoreo que realizaba la Superliga de los balances de los clubes, el principal mandatario de la SAF aseguró en 2019: “Si tenemos clubes más sanos económica y financieramente, van a tener más tiempo a los jugadores en sus equipos y van a vender cuando corresponda vender. No como pasó históricamente que los clubes apuraban la venta de un jugador para cerrar el balance”.

El club que más ganó en la temporada 2018-2019 embolsó 193.750.254 de pesos. Por cuestiones de confidencialidad, no se reveló la entidad con mayores ingresos. En este período, se esperaba que el que más dinero reciba tendría ingresos por 275.555.164 de pesos; lo que significa un 42 por ciento más.

Por otro lado, el club que menos ganó se llevó 90.100.715 pesos, y en este ítem aparecen los descendidos San Martín de San Juan, San Martín de Tucumán y Belgrano. Esto, en contraposición con las afirmaciones de Elizondo sobre que el problema no pasa por el dinero’’, desnuda que la brecha de ganancia entre los que más y menos reciben sigue siendo agigantada, ya que fue por encima del doble.

Lo más llamativo es que, en la temporada 19/20, esa diferencia hubiera crecido aún más debido a que quien perciba los menores ingresos se llevaría 125.904.561, es decir que habrá un 39,7 por ciento de incremento. Entonces, la diferencia real sería aproximadamente de 150 millones de pesos.

Para responder ante esta cuestión, desde la organización explicaron que ‘’ya no se contemplan los antecedentes históricos’’ haciendo prevalecer el encendido de TV. De esta manera, un histórico como Argentinos Juniors sale perdiendo en el mano a mano con Defensa y Justicia, con pocos años en primera división.

En definitiva, la intención era la misma. Agrandar la brecha entre los que más y los que menos tienen, o pueden. El discurso del crecimiento económico tropezaba solo: mientras que los equipos denominados grandes, con proyecciones deportivas lógicamente más altas en relación a las del resto, obtenían importantes cantidades de capital, los equipos de menor índole veían como se los dejaba de lado nuevamente, cuando Superliga profesaba una idea de “igualdad” económica entre todas las instituciones que componían el campeonato de primera división.

El quiebre entre la SAF y AFA, y el nacimiento de la Liga Profesional

Sin embargo, a pesar de las ilusiones iniciales con la gestión Superliga y visualizarse un leve cambio para mejor, con el correr del tiempo fue todo en picada. Poner el negocio por sobre la pelota hizo que el fútbol argentino inicie su descenso en caída libre.

Las disputas económicas y de poder terminaron con la ruptura definitiva entre Superliga y la Asociación del Fútbol Argentino, en una relación que ya venía tirante y estaba sumamente desgastada.

El choque en el calendario de las competencias nacionales con partidos de la Selección, diferencias en cuanto al criterio de clasificación a copas internacionales (el caso de Tigre, con un tira y afloje para ver si finalmente disputaba la Copa Libertadores a pesar de su descenso), las sanciones a los clubes, la licitación de los derechos internacionales de televisión, y la distribución de ingresos, la cual consideraron los clubes como insuficiente comparado con las expectativas que se habían planteado cuando se creó del organismo, fueron algunos de los detonantes para que la SAF llegue a su fin.

Así, la AFA se decantó por la Liga Profesional de Fútbol como nueva entidad. Este organismo arranca con dos grandes obligaciones: en primer lugar, el negocio de los derechos televisivos (tanto internacionales como nacionales). Y segundo, deberá configurar y organizar los torneos del fútbol argentino. La gran prueba será lo que queda de este 2020 (cuando pueda reanudarse la actividad luego de la suspensión por la pandemia del Covid-19), y en 2021, donde será clave la reestructuración del campeonato local, y mucho depende de las decisiones que se tomen desde lo dirigencial.

La entidad madre seguirá teniendo bajo su manto al Tribunal de Disciplina y al Tribunal de Apelaciones, así como también las licencias para jugar en Primera División, y permisos para jugar copas internacionales. Lo que será compartido entre AFA y LPF, y que no es un dato menor, es el control del Fair Play Financiero de los clubes.

Al realizarse un gran cambio en cuanto a la estructura, esto conllevó, lógicamente, a una reestructuración en cuanto a los nombres. Marcelo Tinelli (San Lorenzo) será la cabeza de este nuevo proyecto, y en el Consejo Directivo tendrá a una línea de cuatro conformada por el resto de los presidentes de los clubes grandes: Rodolfo D’Onofrio (River), Jorge Amor Ameal (Boca Juniors), Hugo Moyano (Independiente) y Víctor Blanco (Racing).

No hay que dejar pasar de lado que es la vuelta de River a un cargo de peso, luego de estar alejado de la gestión Superliga y de la AFA en sí. Desde la década del 2000 que el Millonario atraviesa una relación tirante con la entidad reguladora, pasando por las marcadas diferencias con Daniel Passarella y posteriormente los fuertes conflictos desde la asunción del actual presidente, D’Onofrio.

Además, también formarán parte de la cúpula de la Liga Profesional de Fútbol: Cristian Malaspina (Argentinos Juniors), Hernán Arboleya (Lanús) y Mario Leito (Atlético Tucumán), los tres como vicepresidentes. Sergio Rapisarda (Vélez) será el Secretario. Y Gabriel Pellegrino (Gimnasia de La Plata), el Prosecretario.

La idea principal de la Liga Profesional, según su flamante presidente, Marcelo Tinelli es “mejorar todos los aspectos de la competencia, potenciar el ingreso de recursos para las instituciones y brindarles a los simpatizantes mejores espectáculos y servicios. Trabajar para ofrecer encuentros más atractivos, torneos dinámicos y crear infraestructuras sólidas que acompañen el crecimiento de la competencia local. El fútbol argentino debe recuperar el lugar de privilegio que supo tener y que lo convirtió en potencia mundial”.

Si para bien o para mal, no sabemos. El tiempo y los resultados dirán. Pero lo cierto y claro es que la reestructuración del fútbol argentino está en marcha. Ya arrancó una nueva página. Ya arrancó la era de la Liga Profesional de Fútbol.

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