Por Federico Pineda
El pueblo de Colón, en la provincia de Entre Ríos, lo ayudó cada vez que la asistencia estatal o privada no llegaba. Gracias a ellos, logró la clasificación a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. Allí, en la meca del deporte olímpico, ganó la primera medalla que consiguió el país en ciclismo adaptado en toda la historia de la competencia y es el único deportista argentino que ha ganado preseas en esa disciplina para personas con alguna discapacidad.
Rodrigo López nació el 3 de enero de 1979 y, desde chico, siempre tuvo un amor profundo hacia el ciclismo. “La bicicleta está en mi sangre. Ya a los ocho meses, mi papá me llevaba en una sillita de madera que había puesto en el caño de la bicicleta”, recuerda el deportista sobre sus comienzos muy tempranos en la disciplina. Al año, ya le habían regalado una bicicleta con ruedas para que empezara a andar por su cuenta.
En esa época, llegó a decirle a sus abuelos que iba a ser campeón del mundo. Unas décadas más tarde, sería tetracampeón. Sin embargo, su vida cambió para siempre tras cumplir su primer lustro de edad. “De una noche a la mañana perdí todo movimiento y gestos. Solo funcionaba mi cerebro”, cuenta el entrerriano sobre ese momento. Tras sentirse mal, su madre Liliana lo llevó de inmediato al hospital. En tres horas quedó en estado vegetativo. Recién salió de ese cuadro dos meses después. Había sufrido una encefalitis herpética que le produjo parálisis cerebral. Lo que siguió, continúa hasta el presente con problemas en el habla, la audición y la motricidad fina.
“Fue un proceso largo hasta ahora porque no me recuperé al 100 por ciento. Fue difícil, con muchas renuncias. Tuve que aprender de cero todo de nuevo. Hasta las cosas más básicas que se logran a los meses de haber nacido: caminar, hablar y los movimientos. Lo más difícil fue que mi cerebro no reconocía el cambio, sería algo así como hacer andar un motor V8 en un Fiat 600”, explicó acerca de su recuperación.
Tras ese suceso, su familia no dejó de alimentar ese deseo de la infancia. Su tía le regaló una bicicleta tipo aurorita cuando salió del centro de salud. Después, llegó una BMX y, con el paso de los años, andar en ese medio volvió a ser su actividad principal, pero no dejaba de ser una ocupación secundaria, debido a que la escuela se llevaba mucho espacio de su tiempo. Recién a los 15 años, empezó a dedicarse profesionalmente al “hobbie” que lo guiaría por el resto de su vida.
Ya con gran parte de sus habilidades recuperadas, compitió por primera vez en una carrera de Mountain Bike en su ciudad. En pleno auge de esa disciplina, el anuncio llegó a sus oídos de pura casualidad y, a pesar que no lo dejaban practicar la disciplina porque la consideraban “muy peligrosa”, no dejó que ni siquiera su papá Juan Carlos impidiese la chance de competir frente a deportistas sin discapacidades. “Esa carrera se hacía para beneficio de una sede barrial, era en un descampado y me escapé para poder correr. Si bien mi mamá sabía que ya me había inscripto, mi padre no. Entonces me fui antes y después llegaron mis padres. Él no me pudo decir nada porque ya estaba en la línea de largada. Esa vez terminé 2° y el trofeo era un llavero de goma”, recuerda López sobre esa primera vez en 1994.
En ese año arrancó la parte más dura de practicar un deporte con nula visibilidad en la Argentina. “No existía. Sin soberbia diría que soy el pionero, que fui el primero en salir y tener que demostrar con logros para que se reconociera”, explica el integrante de la Selección Nacional sobre el crecimiento que tuvo el deporte paralímpico en los últimos años.
El atleta empezó a entrenarse con deportistas que no sufrían de ninguna discapacidad. Eso cambió cuando leyó en una revista de ciclismo que se iban a juntar unos chicos en el Parque Belgrano de Buenos Aires para realizar una carrera. “Tenían discapacidades de todo tipo: intelectual, física, ciegos y con parálisis cerebral. Ahí empecé a investigar sobre estos temas porque en ese momento era solo una competencia común”, cuenta López.
En 1999, se había desarrollado el primer campeonato argentino de ciclismo adaptado, pero eso no era suficiente para él y fue así como descubrió por internet el torneo de Tomelloso-La Mancha, ciudades de España, que se iba a disputar durante el 2001. Sí, el mismo año de una de las peores crisis que tuvo la Argentina en décadas. Con cuasimonedas mediante -en Entre Ríos predominaba el Federal, una moneda que llegó a valer entre un 60 y 70 por ciento menos que el peso-, la situación económica hacía imposible comprar divisas para costear ese viaje.
A pesar de la asistencia estatal dada por el Municipio de Colón y lo que destinaba la provincia a la práctica del deporte, esa colaboración no alcanzaba. La ayuda privada fue la primera en buscarse, pero los empresarios “se hicieron los sordos” y agregó: “Fui durante 20 días seguidos a grandes empresas de nivel nacional, pero nunca me podían atender”. Allí aparecieron, por primera vez, sus vecinos. Los mismos que volverían a decir presente pocos años después.
“No me gustaba pedir ayuda al pueblo, pero gracias a esa colaboración se pudo juntar lo que se necesitaba. Vendieron pollos, rifas, recibí diversas donaciones. Hicieron de todo. Hasta tengo el recuerdo que un nene de 6 o 7 años tocó el timbre de casa a la noche y me dejó una moneda de 25 centavos, dio lo que tenía”, explica López sobre el camino que debió recorrer para pisar suelo español debido a la ayuda vecinal, la colaboración de una empresa láctea zonal que donó unas botellas de leche chocolatada para que las venda y de diferentes instituciones deportivas que organizaban partidos de fútbol y donaban lo recaudado para el viaje. Ya en Europa, se sorprendió de su propio nivel. La confianza de sus vecinos fue ofrendada ganando una medalla de oro y otra de plata.
-¿Qué sensaciones te atravesaron tras ganar el oro?
-Fueron muchas ya que fue mi primera medalla internacional. Yo me había preparado, pero no sabía que estaba a un buen nivel. Me sentí conforme y muy feliz de pensar en el trabajo de mi gente y que pude compensarlo un poco. Mis logros no los tomo como propios, son de todos, entonces cada vez que gano me siento feliz. Mi pueblo está presente y ver la bandera en lo alto es un orgullo muy grande.
-No sabías que estabas en un buen nivel al momento de ganar la medalla de oro, ¿cuándo tomaste conciencia que podías ganarla?
-La verdad no tenía ni idea donde estaba parado, no solo físicamente, sino mecánicamente. Sabía que esta última no estaba muy bien, pero no me importó. En realidad, nunca tuve conciencia de que podía ganarla. Fui sin importar lo que venía, y como era una prueba de tiempo, hasta que no termina todo nunca sabés.
A los pocos meses, los vecinos aparecieron de vuelta para volver a alimentar un sueño que no paraba de crecer en momentos que la Argentina afrontaba las consecuencias de la crisis económica que derivó en la cesación de pagos y la revuelta popular del 2001. El gran objetivo era disputar un torneo en Estados Unidos clasificatorio a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004.
“Ahí fue durísimo. No por la carrera en sí, sino por los altos costos. El pasaje a Estados Unidos, la estadía era en Nueva York, y el hotel que escogió la organización era el Brooklyn Bridge Hotel by Marriott. Ahí comí los fideos más caros de mi vida: 35 dólares el plato. Yo hacía las dos comidas y mi papá sólo una porque eran una locura los precios. Volví a traer dos medallas y allí logré la clasificación para Atenas”, rememora sobre el segundo y tercer lugar que obtuvo en ese certamen. La meta estaba cumplida, pero faltaba la frutilla del postre.
-Ganaste la medalla de bronce en ruta a contrarreloj en Atenas 2004, ¿qué significó ese logro?
-No hay palabras. Eran mis primeros Juegos y, en la cuna del deporte, fue algo inmenso. Lo más emocionante fue el recibimiento de mi pueblo. Todos salieron a las calles a esperarme. Fue tremenda la emoción y pude devolver un poquito de lo que hizo mi pueblo para que llegue.
Tras lograr la presea, los éxitos continuaron en la carrera del ciclista que había sido medalla del mismo metal en el Mundial de la categoría celebrado un año antes. En 2006, repitió el logro en el certamen realizado en Suiza. En los Juegos de Beijing 2008 ganó tres diplomas paralímpicos gracias a su labor en diferentes pruebas de pista, ruta y contrarreloj.
En 2009 se daría uno de los mayores hitos que tuvo la historia del deporte argentino con la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD). “Fue el salto más grande que dio el deporte argentino”, señaló quien integra la Federación Argentina de Ciclismo de Pista y Ruta (FACPyR). Pero este logro no dio suficiente visibilización a la sociedad con la meta que mirase de otra forma a las personas con alguna discapacidad.
-A nivel sociedad, ¿dejó de ser un tabú hablar de discapacidad?
-Sí, dejó de ser un tabú, pero muchas veces se nos ignora.
-¿En qué acciones lo ves?
-No se ponen en nuestro lugar, lo principal son las barreras edilicias, no son las rampas ni la accesibilidad en los bancos para la gente en sillas de ruedas. Todo está por encima de sus cabezas. Los ciegos luchan con veredas destruidas. Todo el mundo está apurado y muchos de nosotros somos más lentos para hablar, para caminar. No nos tienen paciencia. A veces te hablan a los gritos y con un tono aniñado o si estás acompañado de alguien le preguntan a tu acompañante ´¿me entiende, comprende lo que le digo?´ Como que no estuviéramos presentes. Lo noto y me doy cuenta… A veces también falta cultura en la sociedad. No saben cómo tratarnos, no nos toman como algo natural, y no saben para donde agarrar. O simplemente cierran la persiana. Por ejemplo, en mi caso, que soy medio sordo, me ha pasado cuando voy en la calle y me preguntan una cosa, yo no voy atento y le preguntó ´¿Cómo?´ Y me dicen ´nada nada…´ o supongamos que entendí mal y no te vuelven a preguntar. Agarran y se van. Por eso yo trato de esquivar, no hago casi contacto visual.
A pesar que lo dice entre risas, también hay un dejo de realidad en estas situaciones que atraviesan las personas que sufren algún tipo de discapacidad. Esto también ocurre a la hora de buscar sponsors que ayuden en los viajes.
-¿Esa ignorancia es un obstáculo a la hora de hacer conocido al deporte paralímpico?
-En el deporte paralímpico, sí. Algunos tienen más suerte que otros. Por ejemplo, en las publicidades ¿cuántos deportistas convencionales aparecen y cuantos paralímpicos? Creo que casi ninguno a pesar de que los paralímpicos son los que más medallas traen. Pero por ejemplo un rival mío, un alemán top tiene de sponsor a Adidas y Audi, tiene 5 o 6 bicicletas de una marca top y otras publicidades. También hay otros que los veo en publicidades de ropa, entonces la gente los ve y los conoce. En Europa es distinto. Acá el 90% de la propaganda es fútbol, en resumen lo que se vende y, como los paralímpicos no vendemos o no somos modelos con el súper físico, no hay plata. La única forma de ser conocido es mediante publicidad o prensa.
Si la exposición en el 2020 aún es complicada, habría que remontarse al 2011 e imaginarse los recursos económicos que necesitó Rodrigo López para viajar al Mundial de la categoría celebrado en Italia. A pesar de todos esos obstáculos, el año mencionado fue uno de los más importantes de su carrera. Allí cumplió la promesa dicha a sus abuelos siendo campeón en pista en el certamen disputado en Montichiari. Repitió el logro en Los Ángeles 2012 y Aguas Calientes 2014, este último haciendo doblete con pista y persecución individual. Ese gran momento se complementó con la medalla de bronce lograda en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 bajo la modalidad de persecución.
-Tu sueño era ser campeón del mundo y lo conseguiste en cuatro ocasiones consecutivas. ¿Cómo renovás la motivación año tras año?
-Con todo lo que te conté antes, por mi pueblo, por ese pibe que me dio sus 25 centavos y por los que nunca pudieron llegar. Ya entré en las cuatro décadas, pero no importa, pienso llegar a las cinco décadas.
Ese 2014 quedará para el recuerdo del deportista. Su pueblo se emocionó con él, lo apoyó desde sus comienzos y lo recibió de manera triunfal tras el bronce obtenido en Grecia. Diez años más tarde, el Honorable Concejo Deliberante de Colón le hizo un homenaje a su trayectoria con uno de los títulos más importantes de la ciudad.
-¿Qué te causó ser elegido ciudadano ilustre?
-Muy, muy emocionado de que mi pueblo me haya dado ese “título”. Nunca me lo esperé, porque jamás pensé en recibir nada. Ya me habían dado tanto. Solamente lo que hice y hago es para agradecer y eso fue lo máximo.
Además, el ciclista dueño de un récord mundial en el último campeonato del mundo que ganó en Perú fue elegido por el Comité Paralímpico Argentino para que sea el abanderado del país en los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015. “Fue una alegría inmensa. No hay palabras para explicar lo que sentí de portar la bandera en un evento tan importante. ¡Mi bandera! Siempre fui medio patriota y me gustaba llevar la bandera, pasa que en la escuela era medio vago con el estudio y solo la podían llevar los mejores promedios. Por eso se me cumplió un sueño, me faltaría hacerlo en un Paralímpico”, sueña el deportista que, producto de la cuarentena, hace sonar el Himno Nacional en la puerta de su casa a las nueve de la noche en punto. A la misma hora que suenan los aplausos al personal de la salud, esa melodía dice presente en cada casa de Colón y hace más llevadero el confinamiento.
Pero el ganador de un diploma olímpico en los últimos Juegos de Río 2016 en categoría pista deberá esperar unos meses más para saber si se cumplirá su deseo en Tokio 2020. La pandemia por el Coronavirus obligó a suspender los Juegos Paralímpicos al 2021 y allí se verá quiénes portarán la bandera de cada país. Eso sí, uno de los becados del ENARD descarta que, con 41 años, esté a las puertas de su último JJ.PP.
-¿Te afectó de alguna manera la suspensión de los Juegos Paralímpicos? ¿Este sería el último o querés competir en París?
-No me afectó la suspensión. Es más, cuando vi cómo había progresado el tema, tuve un poco de miedo e incertidumbre. Quería que se suspendieran. Tal vez, si no se hubieran suspendido, no sé si hubiera participado un 50%. No es por lo deportivo, sino por mi salud que es mucho más valiosa que cualquier otra cosa. Además, yo sé lo que es tener un virus, estar medio aislado, entubado, no saber exactamente qué es, ni qué fue. Muchos países como Australia, Gran Bretaña, Estados Unidos se habían bajado y no iban a estar. Entonces… ¿de qué sirve ir a unos Juegos que van pocos? En mi caso no lo encontraba bien, ni honesto. Ni me puse a pensar en mi retiro o cuándo serán mis últimos Juegos. Es más, tengo rivales de 53 y 55 años.
-¿Cómo te estás entrenando desde tu casa?
-Lo hago de varias formas. Tengo una plataforma que es un juego virtual e interactivo de ciclismo, en el cual se entrena y se compite a tiempo real, muy similar a la realidad. Hay profesionales de todo el mundo que se entrenan y compiten. No es tipo Playstation, tenés que poner todos tus datos y hasta antropológicos inclusive. Si se dan cuenta que hacés trampa te descalifican, en resumen, entreno casi como antes del Covid-19.
En el día a día, su discapacidad no lo mantiene a maltraer ya que no lo aqueja mucho en las cuestiones cotidianas, pero manifiesta: “En algunas cosas manuales soy muy lento. Lo que sí a veces me afecta y me cuesta es interactuar con la gente por la discapacidad auditiva, no discrimino sonidos y tengo miedo de contestar cualquier cosa”. Esto produce que cada clase que da ante sus alumnos de ciclismo interior deba prepararla por un tiempo mayor que el resto.
“Estudio la música antes porque, como no escucho bien, memorizo el tema así se dónde aplicar el trabajo”, explica sobre su labor como maestro en esta actividad física. La misma se realiza en una bicicleta estática adaptada para tal fin al ritmo de la música, en la que se efectúa un trabajo predominantemente cardiovascular de alta intensidad con intervención muy elevada de los grandes grupos musculares del tren inferior. La clase va dirigida por un instructor que es el responsable de conducir la sesión hacia los objetivos previamente establecidos.
Ese problema auditivo fue aumentando con el paso de los años, producto de la discapacidad que sufrió en su infancia y, por la cual, esta entrevista se llevó a cabo mediante mensajes de texto en la aplicación de mensajería WhatsApp. Esa sordera es una de las tantas cosas que le cuesta comprender desde el inicio de su problema de salud.
“Me costó asimilar mi discapacidad y aún me cuesta aceptarme: las manos, mi voz, mi dicción, mi sordera. Pero soy muy agradecido a Dios que me dio una segunda oportunidad”, declara el colonense. Esa nueva oportunidad de seguir vivo le permitió disfrutar y tener a su lado a su hermana Rocío, de 32 años, y sus dos sobrinos, Francesco de seis y Rina de dos.
“Mi sordera es progresiva. También va de acuerdo a mis estados de ánimo, momentos que no escucho nada, o que mi cerebro no traduce el sonido que capta. A veces, escucho y entiendo a medias entonces prefiero hacer que no escuché nada… Por desgracia, día a día voy perdiendo más la audición”, aclara el deportista que dedica su vida al ciclismo, disciplina que puede ver amenazada prontamente debido a este problema.
-¿Cuál es tu nivel de audición en la actualidad? Vos decís que, día a día, la sordera va en aumento, ¿Corrés el riesgo de quedar sordo?
-La verdad va avanzando lento, espero no quedar completamente sordo. Mis últimas audiometrías me dieron en un oído 75% y 80% en el otro de perdida, o sea que es muy poco lo que escucho, tengo audífonos de última generación digitales suizos, pero tampoco me sirvieron. Un rato sí, pero después todo se transforma en un ruido insoportable, casi no los uso. Confío en que Dios no me va a dejar totalmente sordo.
-Si eso ocurre, ¿te costaría volver a competir o las dos cosas no van de la mano?
-Ya me cuesta bastante para entrenar en ruta porque no escucho los coches. En las competencias por ahí no sé qué pasa atrás. En las que voy yo solo no hay tanto problema. El tema es que me falla bastante el equilibrio y, si se afecta mucho más el oído medio que es el del equilibrio, ahí sí se complicaría muchísimo más, y posiblemente no pueda competir. Espero que no me pase.
Es un deseo de toda su familia que esa sordera deje de progresar para que Rodrigo López siga elevando la bandera nacional en lo alto de cada torneo que participa. El pionero del ciclismo adaptado en el país quiere agigantar su historia y el próximo 24 de agosto del 2021 sueña con entrar al Estadio Olímpico de Tokio acompañado de la bandera que tanto lo enorgullece.