viernes, abril 26, 2024

Deportivo Armenio, el club de la memoria

Producción y texto: Federico Bajo, Fernando Bajo, Lucila Ferreyra, Daniel Melluso y Fabrizio Ramos

Existen familias armenias, compuestas por distintas generaciones, que en un mismo siglo sufrieron dos genocidios. Alrededor de 1,5 millones de ciudadanos armenios fueron asesinados por el Imperio Otomano entre 1915 y 1923. Los sobrevivientes de la matanza emigraron hacia otras geografías, y uno de los destinos elegidos fue la Argentina, que desde aquel entonces alberga a la mayor comunidad armenia de Latinoamérica.

Casi 60 años después, muchos de los descendientes de aquellos migrantes vivieron otro exterminio: el perpetrado en la Argentina por la última dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983. Según una investigación realizada por el periodista Cristian Sirouyan, quien la documentó en su libro Veintidós Vidas, entre las 30 mil víctimas que desapareció el gobierno de facto, se encuentran 22 de origen armenio. La memoria, el reconocimiento y el pedido de justicia por ambas masacres tienen su punto de convergencia en un club de la provincia de Buenos Aires: Deportivo Armenio.

La institución de Ingeniero Maschwitz, perteneciente al partido de Escobar, había programado para el 18 de abril de 2020 un evento conmemorativo por los detenidos-desaparecidos. La actividad se postergó por la pandemia de coronavirus, pero se estima que se realizará en cuanto las circunstancias sanitarias lo permitan.

Si bien hay otros clubes que en los últimos años han reivindicado a los Derechos Humanos, Armenio es el único que rendirá homenaje a desaparecidos que ni siquiera fueron socios. Es de las pocas entidades del país que a sus raíces las atraviesan dos genocidios.

Por ambas razones, Deportivo Armenio es la institución argentina más vinculada con la memoria. Como afirma su presidente, Luciano Nakis: “Armenio no es solo un club, es una causa”

 

Dos exterminios, una colectividad

Antes de inmiscuirnos en lo que nos concierne, recapitulemos un poco. Toda esta historia comienza en el siglo XX, cuando el Imperio Otomano (actual Turquía) perdía grandes extensiones de su territorio luego de batallar ante distintas potencias europeas y sufrir una crisis económica muy fuerte que lo obligaba a pedir préstamos a poderosos países de la época. Para ese entonces, los armenios eran maltratados, reprimidos y brutalmente masacrados por las autoridades, quienes querían correrlos de la escena y quedarse con todas sus riquezas.

La participación en la Primera Guerra Mundial fue la excusa perfecta para seguir con la matanza. Tras el surgimiento de organizaciones como la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) o el Partido Hunchak, y levantamientos como los de las localidades de Zeitun y Van, que buscaban frenar la masacre y reclamaban el apoyo de otras naciones, los armenios fueron considerados aliados del bando contrario y, por lo tanto, enemigos.

Lo único que les quedaba era escapar y refugiarse en otros países en donde formar el hogar que les habían robado. “Mucha gente se quedó en Marsella, Francia, porque no se quisieron ir de Europa, pero otros se subían a los buques hacia Estados Unidos”, explica Luciana Minassian, abogada y docente auxiliar en la Cátedra Libre de Holocausto, Genocidios y Lucha contra la Discriminación de la Facultad de Derecho de la UBA.

Pero no todos lograban el acceso y debían seguir camino a otros puertos, entre estos figuraba el de Buenos Aires. Según el Centro Armenio de Argentina, no existen cifras exactas con respecto al número de armenios y sus descendientes en el país, pero se estima que actualmente oscilan entre 100 mil y 150 mil habitantes, en su mayoría de tercera y cuarta generación, y casi todos descendientes de sobrevivientes del genocidio armenio. Se calculan entre 3 mil y 4 mil los inmigrantes provenientes de la actual República de Armenia llegados al país en los últimos 20 años. “Eran personas que habían perdido todo, no solo lo material, sino también lo espiritual, sus iglesias, clubes, lugares de recreación y de esparcimiento”, asegura Juan Pablo Artinian, doctor en Historia.

Desde huérfanos hasta familias enteras arribaban sin conocer siquiera el idioma, pero al llegar veían un escenario más seguro. Se encontraban con personas de la colectividad que habían atravesado la misma situación, y recibían su ayuda. De a poco, su cultura echaba raíces en el territorio argentino.

Se establecieron mayoritariamente en Capital Federal, Córdoba y Mar del Plata, y fundaron instituciones como la Unión General Armenia de Beneficencia (UGAB), centros religiosos como la Catedral Armenia y, también, clubes deportivos.

Las organizaciones creadas eran una gran ayuda para que los refugiados se adaptaran a su nueva vida. Artinian resalta los tres pilares fundamentales: la iglesia como una forma de aglutinación no solo espiritual sino también social; las escuelas, que permitían la socialización de los chicos y el aprendizaje de las tradiciones y el idioma; y, por último, los clubes, concebidos como organizaciones institucionales y políticas que generaban un ambiente propicio para la realización de actividades físicas.

En consonancia con esto último, Nakis asevera que Deportivo Armenio nació como una forma más de agrupar a los jóvenes, algunos descendientes de armenios y otros directamente llegados a la Argentina en la década del ‘50. 

Con los años, el club fundado el 2 de noviembre de 1962 se convirtió en fuente visualizadora de la colectividad y su historia. Además, a diferencia de otras instituciones armenias, hoy es una entidad en la que no importa si un hincha es descendiente de aquellos exiliados o no. Es un sitio de encuentro más allá de la camiseta, lo que allí prima es el sentido de pertenencia hacia la comunidad.

La Argentina, en todo eso, fue un sostén más que necesario. Es tal el compromiso del país para con la comunidad armenia, que reconoció el genocidio desde los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. A partir de la ley 26.199, sancionada en diciembre de 2006 y promulgada en enero de 2007, se declaró al 24 de abril de todos los años como Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos, en conmemoración al exterminio armenio. Según los artículos 2 y 3, se autoriza a empleados, funcionarios de organismos públicos y alumnos de niveles primario o secundario de origen armenio a ausentarse para participar de las actividades conmemorativas. Incluso, el artículo 4 invita a los gobiernos provinciales a adherir a la legislación nacional. La mayoría lo hizo, salvo Santiago del Estero, Formosa y Tucumán.

Es por eso que la comunidad siempre demostró su agradecimiento al país que la cobijó en el peor momento de su vasta historia. “Es un pueblo (el armenio) que muestra la resiliencia de poder recuperarse de un hecho muy duro y, al mismo tiempo, tratar de tener una actitud colaborativa y brindarse todo lo que puede hacia la Argentina. De hecho, cuando fue la guerra de Malvinas en 1982, la colectividad hizo una campaña para recaudar fondos para los soldados durante la batalla. Fue, dentro de las colectividades, una de las que más ayudó”, manifiesta Artinian.

 

Cristian Sirouyan y los 22 desaparecidos

Cristian Sirouyan, periodista del diario Clarín, no es hincha de Deportivo Armenio; sin embargo, su ascendencia lo impulsó a ser el gestor de este reconocimiento. “Yo le llevé la iniciativa al presidente Nakis para ver de qué manera se podía articular una actividad que vinculara un homenaje a los desaparecidos de la comunidad desde la mirada del club”, cuenta.

El libro Veintidós Vidas es, hasta el momento, el único documento que revela lo acontecido. “Las instituciones armenias nunca le dieron mucha relevancia a este tema, siempre fue tabú, como suele suceder en esta y muchas otras comunidades. Pocos se preocuparon por recordarlos y homenajearlos”, admite.

En esa obra se cuenta la vida de 22 descendientes armenios que estaban radicados en distintos lugares de la Argentina. En Córdoba fueron raptados Amanda y Rosa Assadourian, Alberto Hanigian y Antonio y Gregorio Dadurian. En Capital Federal, Ana María Gueuverian, Angélica Beatriz Toundaian, María Bedoian, Arpí Zeta Yeramian, María Ester Goulecozian, Martín Toursarkissian, Miguel Kelejdian, Segundo Chejenian y Valentina Keheyan. Pero también hubo otros que estaban radicados en el Gran Buenos Aires: Alfredo Manachian, Juan Carlos y Nora Mardikian, en Valentín Alsina; Rosa Kazgudemian, en Morón; Juan Carlos Abachian, en La Plata; y Elena Kalaidjian, en Lanús. Además, fueron secuestrados María Luisa Karaian y Miguel Bezayan. Este último desapareció en 1975, antes del comienzo del gobierno de facto. Fue el único capturado en democracia.

No obstante, Armenio no es el único club que se relaciona con desaparecidos (ver “La Coordinadora de Hinchas, gestora de los reconocimientos en los clubes”), pero lo peculiar es que la institución del partido de Escobar no tiene relación alguna con las víctimas, ninguno de ellos fue socio ni hincha, al menos comprobado. “Creo que la conmemoración también va a ser posible por tratarse de un club chico y de una comunidad pequeña”, analiza el periodista.

Lo único que los une son los orígenes: la asociación fue fundada por quienes se exiliaron en la Argentina durante el genocidio en el país europeo y los argentinos descendientes de armenios que, al igual que sus ancestros, fueron perseguidos y asesinados, pero esta vez en sudamérica.

“La mayoría de los chicos desaparecidos eran jóvenes que no tenían demasiada participación en la comunidad. Varios de ellos habían estudiado en colegios armenios y después empezaron su militancia política fuera de la colectividad”, expone Sirouyan.

El homenaje que propuso el periodista consiste en entregarles carnets honorarios a los familiares de los detenidos-desaparecidos y la implantación de una placa recordatoria en el estadio. El evento había sido organizado para desarrollarse el 18 de abril, puesto que está entre las dos fechas que recuerdan las violaciones de los Derechos Humanos ocurridas durante la dictadura militar, que se conmemora el 24 de marzo, y el  genocidio armenio, del 24 de abril. “Ojalá sea en la primavera. -dice Sirouyan- No sé qué pasará, pero estoy seguro que cuando se pueda se va a hacer. Hay mucho entusiasmo”.

Si la pandemia lo hubiera permitido, Deportivo Armenio le hubiera rendido homenaje el 18 de abril a víctimas de la última dictadura.

Desde el club, en la voz de Nakis, declaran que además de estar predispuestos al reconocimiento, lo sienten necesario: “Sin dudas le debemos mucho a este bendito país que nos dejó instalarnos libremente. Antes nos decían turcos, luego supieron de nuestra historia y conocieron quiénes somos y de dónde venimos”.

 

La Coordinadora de Hinchas, gestora de los reconocimientos en los clubes

Más allá de la iniciativa de Deportivo Armenio, cabe marcar que no es la única institución que quiere hacer o que hizo algo semejante. En Banfield surgió el proyecto que todas las demás imitaron para homenajear a sus socios detenidos-desaparecidos. Fue desde ahí que Sergio Smietniansky -abogado, fanático del Taladro y presidente de la Coordinadora de Hinchas que agrupa a simpatizantes de la mayoría de las entidades más importantes del país- comenzó a gestar los reconocimientos en los clubes.

“En una presentación del libro ´Los desaparecidos de Racing´ -escrito por Julián Scher-, que se realizó en Defensores de Belgrano, fue gente involucrada en Derechos Humanos de San Lorenzo, de Ferro y de muchos clubes. Ahí estaba Mariano Colángelo, vocal de San Lorenzo en ese momento y presidente de la Comisión de Derechos Humanos, y nos propuso la idea de crear una Coordinadora que nuclee a todas las movidas que hacen los clubes vinculadas a este tema. Algunos lo hacían desde lo institucional, como Ferro, Central, San Lorenzo y Defensores de Belgrano, y otros a partir de socios y socias que hacían actividades”, relata Smietniansky.

La intención de la Coordinadora no solo es la reasociación de los desaparecidos que fueron dados de baja, sino que el objetivo es la creación de una nueva categoría social: la de socio/a detenido-desaparecido. Para eso, los clubes deben reformar sus estatutos y adecuarlos a la realidad de un país que sufrió un proceso genocida. “En Banfield nos propusimos seis meses para buscar el listado. Se publicitó y se abrió un correo institucional para recibir las denuncias. A mediados del año pasado se aprobó todo, tuvo un rebote bárbaro y nos empezaron a llamar de otros clubes para copiar el modelo. Lo hicieron Ferro y Rosario Central. San Lorenzo realizó algo intermedio, declarando a sus socios como honorarios, que no es lo mismo”, rememora. Todo el periplo del club del sur bonaerense culminó el 3 de octubre pasado con un acto conmemorativo.

El puntapié dado por Smietniansky en Banfield sigue ganando adeptos a lo largo y ancho de todo el país. “Lanús lanzó una campaña para buscar a sus socios desaparecidos. También Los Andes y Estudiantes. Todos ellos están en la etapa previa, que es buscando el listado”, desarrolla.

Ese efecto dominó llegó hasta Deportivo Armenio. “Nosotros instalamos el tema. A raíz de eso me llamó Cristian Sirouyan y desde la Coordinadora le dimos todas las herramientas”, detalla el abogado, y agrega: “Sirouyan es el corazón del proyecto”.

El mandamás de la Coordinadora hace hincapié en la singularidad del caso Armenio y la trascendencia de su accionar, y cierra: “Es alucinante porque, por ejemplo, los clubes de las otras colectividades, como Deportivo Paraguayo, Deportivo Español y Sportivo Italiano, no lo hicieron”.

 

Boca y River, los grandes que no tienen memoria

En contraposición con las instituciones que trabajan en conjunto con la Coordinadora de Hinchas, se encuentran Boca Juniors y River Plate, los dos clubes más populares de la Argentina. Si bien ambos, al igual que muchos otros, se expresan cada 24 de marzo por la Memoria, la Verdad y la Justicia a través de sus canales de comunicación, tanto Xeneizes como Millonarios mantienen hasta hoy entre sus socios honorarios a represores responsables de los crímenes cometidos por la última dictadura cívico-militar.

En la Asamblea General Extraordinaria realizada el 16 de junio de 1972, Emilio Eduardo Massera, por aquel entonces Secretario del Estado Mayor General Naval Contralmirante y, posteriormente, miembro de la Junta Militar que comandó el país entre 1976 y 1978, fue nombrado socio honorario de Boca. Junto a él, también ingresaron en esa categoría el Coronel Julio Dante Giaccio, luego jefe del Centro de Operaciones del EAM ‘78; el Mayor Héctor Ríos Ereñú, posteriormente jefe del Ejército durante el gobierno de Alfonsín y condenado en 2013 a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad; el Administrador General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Omar Actis; y el Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército, Alcides López Aufranc. Este último fue director de la siderúrgica Acindar a partir del golpe de 1976, mientras que Actis, a su vez socio e hincha de River, estuvo al frente del Ente Autárquico Mundial ‘78 (EAM) hasta que fue asesinado por una interna en el gobierno dictatorial.

Memoria y Balance de Boca de 1972, en el que represores figuran como socios honorarios.

Las designaciones de estos militares están detalladas en la Memoria y Balance de 1972. Allí, además, se explica el motivo de la decisión: “Expresar la gratitud del club a las autoridades nacionales, municipales, funcionarios y particulares que intervinieron favorablemente en la promulgación de importantes pronunciamientos administrativos inherentes a las obras del Gran Estadio de la Ciudad Deportiva”. Aquel proyecto había comenzado su construcción en mayo de ese año, impulsado por el entonces presidente Xeneize, Alberto José Armando.

Hasta la actualidad, el club no ha realizado una asamblea para sacarles la condición de socios honorarios que les otorgó en 1972. De todos modos, en una nota del periodista y sociólogo Julián Scher publicada en El Furgón, exdirigentes de Boca, como Roberto Digón y Carlos Heller, aseguraron no tener conocimiento de estos hechos. Según fuentes consultadas para esta investigación, el club dejó de imprimir los padrones en papel en la década del ‘90. Incluso, generalmente, los Estatutos de los clubes no son leídos con frecuencia, por lo que es posible que desde los años ‘80 en adelante, ningún dirigente se haya percatado de los nombres que integran la lista de socios honorarios.

Por su parte, el 4 de mayo de 1978, la Comisión Directiva de River, que presidía Rafael Aragón Cabrera, decidió por unanimidad nombrar como socios honorarios a Jorge Videla, Orlando Agosti y Massera, los tres que comandaron la Junta del golpe, pero los dio de baja el 24 de abril de 1997 por una iniciativa propuesta por Alfredo Bravo, socio del Millonario, diputado nacional por aquel entonces y víctima del terrorismo de Estado. Sin embargo, muchos otros represores, como Carlos Lacoste -al frente del EAM tras la muerte de Actis-, el brigadier Osvaldo Cacciatore, el general Antonio Merlo, y el expresidente de facto Roberto Viola no entraron en esa depuración y todavía mantienen esa condición.

Similar a la de River es la historia de Colón de Santa Fe, que en 2011 le quitó la condición de socios a Videla, Lacoste y Rodolfo Luchetta -interventor de la provincia santafesina durante la última dictadura-, luego que el periodista Nicolás Lovaisa difundiera la información. También, Argentinos Juniors dio de baja, en 1999, a Carlos Suárez Mason, quien fue jefe del Primer Cuerpo del Ejército.

En cambio, en Avellaneda se da otro caso particular. El 22 de febrero de 1977, en el sector donde antes estaban las boleterías de la cancha de Racing, seis personas fueron fusiladas. Lo ocurrido se conoció en 2017 tras una investigación de la periodista Micaela Polak. En 2019 el Colectivo Memoria Racinguista pintó un mural conmemorativo en una de las paredes frente al estadio Presidente Perón. Además, Polak presentó un proyecto para que el club señalizara el lugar de los fusilamientos, pero no recibió respuesta de la dirigencia. “Racing no eligió ser parte de los fusilamientos en su cancha, pero lo fue. No reconocerse como tal -no repudiar públicamente el hecho- es negarlo”, escribió Polak en una nota publicada por la Agencia Paco Urondo.

Hasta la actualidad, pareciera que Independiente y Huracán son de los pocos en llevar a cabo actos sin precedentes entre las instituciones que más público convocan en el país. En 2018 el Rojo realizó un reconocimiento a Francisco Madariaga Quintela, el nieto recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo número 101, quien al mismo tiempo es socio y fanático de Independiente. A su vez, el Globo, en 2019, participó junto a la Asociación Civil Alonso Farías en la inauguración de un monumento a los 121 desaparecidos de Parque Patricios durante la última dictadura.

 

Conclusión 

Deportivo Armenio es el club argentino más vinculado con los Derechos Humanos debido a que, a diferencia de los demás, va más allá de sus hinchas y se ubica como una entidad primordial dentro de la colectividad armenia al reconocer a sus integrantes que fueron desaparecidos.

Sin embargo, no sucede lo mismo en los clubes denominados grandes. ¿Por qué Boca y River, pese a que cada 24 de marzo se expresan, no toman una postura contundente mediante hechos? ¿Qué pasaría si las dos asociaciones civiles más populares del país militaran por una causa como esta? ¿Hasta cuándo van a seguir manteniendo a represores entre sus socios honorarios? ¿Qué piensan al respecto cada uno de sus simpatizantes o socios?

Si bien hubo varias instituciones que realizaron actividades para recuperar la memoria en varias oportunidades, como se mencionó anteriormente, las propuestas las llevaron personas ajenas a los clubes. Los dirigentes actuales del fútbol argentino, ¿conocen quienes integran la lista de socios honorarios? Si lo saben, ¿por qué deciden no tomar partido en el tema?

En la Argentina, las asociaciones civiles cumplen un rol fundamental en la sociedad. Son necesarias para involucrarse en distintas problemáticas sociales, sobre todo, las que afecten a sus socios. También lo son para reclamar todos los días, no solo en una fecha conmemorativa, por la Memoria, la Verdad y la Justicia. 

Los clubes, sobre todo los grandes, cargan con una deuda histórica. Ahora les llegó el momento de actuar.

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