jueves, abril 18, 2024

El eterno Bernabé Ferreyra y la leyenda del Mortero de Rufino

Por Iván Ezequiel García

“No es un hombre, es una fiera”, así se referían a Bernabé Ferreyra de quien este viernes 22 se cumplieron 48 años de su fallecimiento. Un goleador implacable: tuvo más goles que partidos jugados, quien tenía un “cañón” en el pie que hizo desmayar, literalmente, a varios porteros.

Nació el 12 de febrero de 1909 en la ciudad de Rufino, Santa Fe. Era hijo menor de una familia integrada por sus cinco hermanos y sus padres. Desde chiquito prefirió elegir el fútbol antes que su educación, a los 11 años lo expulsaron de la Escuela Nacional porque se escapaba para jugar en un descampado aledaño. Un año más tarde se decidió por la pelota, la mamá, molesta por abandonar los estudios, decidió que se fuera a vivir con su tío.

El camino futbolístico comenzó en Jorge Newbery, donde convirtió 24 goles en 22 partidos. Ya se veía su pegada fuerte y las buenas decisiones que tomaba en las jugadas claves. Los vecinos del barrio siempre lo iban a ver, a pesar de su corta edad pronto se convirtió en un símbolo en su ciudad natal. Fue tanto lo que generó, que un hombre encargado de reclutar jugadores lo llevó a una prueba en Newell’s.

Jugó sólo tres partidos porque nunca se sintió cómodo y decidió volver a su primer equipo.
Durante años anotó muchos goles hasta que a los 18, su hermano Paulino lo convenció para que fueran a jugar juntos al Club Atlético Buenos Aires al Pacífico, situado en la ciudad de Junín, jugaban los domingos y durante la semana trabajaban en el ferrocarril. Ganaron el Torneo del Oeste, con victoria en la final y gol de Bernabé al poderoso Sarmiento.

En épocas de amateurismo en el fútbol argentino, la gente que lo rodeaba insistía que perdía su tiempo jugando torneos de poca relevancia y así mismo pensaba Paulino: “Casi que le obligué a que fuera a jugar a Tigre, era un equipo de primera división y si tenía un buen rendimiento iba a llegar lejos”. Y así fue, cuatro goles en su primer partido con la camiseta del Matador, en un amistoso frente a El Porvenir.

El Mortero de Rufino -apodado por los vecinos de la ciudad- decidió tomarse un respiro en el mismo momento en el que tenía diferencias con la dirigencia, Vélez solicitó un permiso para llevárselo a una gira por América, petición que fue aprobada. Convirtió 38 goles en 84 partidos con El Fortín, pero en el medio hubo un incidente en el encuentro frente a Sport Boys: Bernabé desmayó al arquero rival de un pelotazo y le provocó una conmoción cerebral. “Si nos enfrentamos otra vez, antes de patear al arco, avísame”, le dijo el accidentado a Ferreyra que lo visitó en el hospital.

La compra de los 35 mil pesos

En River estaban un poco molestos por los campeonatos logrados por Boca –el último torneo del amateurismo y el primero del profesionalismo– así que decidieron romper el chanchito e incorporar jugadores, entre ellos se encontraba Bernabé Ferreyra, siendo en aquel momento la compra más alta del fútbol y junto a la adquisición anterior de Carlos Peucelle, le dieron origen al mote de Millonarios al club de Núñez.

La revista “Caras y Caretas” informó que con ese dinero se podían comprar varios lujos: 11 autos de alta gama o 5.600 pares de zapatos y 514 trajes, ambos de primera marca inglesa o como última opción 520 mil kilos de trigo. Significó una suma impactante para la época, no sólo en la Argentina sino en el mundo.

Debutó en la primera fecha del campeonato de 1932, con victoria 3 a 1 y con dos goles. Fue tan buena la campaña que hizo (convirtió en las primeras 12 fechas) que el Diario Crítica premiaba con una medalla de oro al arquero que evitara sus goles. El ganador fue el portero de Huracán, Cándido De Nicola. Su presencia desató una locura colectiva, la entrada valía un peso, los estadios se llenaban para verlo jugar y al tercer partido el club recuperó los 10 mil pesos que le había dado de prima.

La potencia en sus piernas seguía sumando no sólo goles sino también jugadores lastimados. Frente a Independiente, Fernando Bello le atajó un penal, pero le quebró las dos muñecas y se desmayó, luego de este suceso, comenzaron a sumarse otros apodos: Cañonero, Rompe redes y también el Balazo cuando comenzó a convertir goles de más de 40 metros.

River fue campeón de aquel torneo, con 84 goles, de los cuales 44 fueron convertidos por el nacido en Rufino, siendo el goleador del campeonato, sacándole 20 de diferencia al segundo, una verdadera bestia como lo describió Hugo Marini en el diario Crítica.

A la Fiera le encantaba jugar los días de lluvia porque la pelota era más pesada. Cuando esto no sucedía, se anticipaba y ponía la pelota en un balde de agua durante dos días. Llegaba el partido y el balón era una bomba, con este método y la gran potencia en sus piernas no sólo ayudaba a su gran número de goles sino también que terminaba lesionando a los rivales con sus pelotazos.

Su retiro obligatorio

Debió retirarse en 1939 debido a sus reiteradas lesiones por los golpes que recibió de sus rivales. Como jugador profesional, disputó 198 encuentros y convirtió 220 tantos. Hasta la actualidad es dueño de un récord: es el único argentino en tener más goles que partidos jugados. Le realizaron un partido en homenaje frente a Peñarol en un Monumental repleto de hinchas. Luego, por problemas económicos, trabajó como cuidador de las canchas de paleta del club.

“Es tan grande que todos sus apodos son pocos. Un hombre que desde Rufino hasta River, jamás cambió su humildad. El mimado del fútbol argentino, que rompió miles de redes con su potente remate, el goleador del pueblo. Pasarán las generaciones y se seguirán acordando de la fiera, de Bernabé. Nosotros no sólo lo vimos jugar y triunfar en su carrera sino también lo vimos como un modesto trabajador en el Estadio Monumental luego de toda la fama que acaparó. Es cómo el sueño del pibe estar aquí con vos, un placer”, comentó el periodista José María Muñoz, previo a una entrevista a Bernabé Ferreyra para Radio Rivadavia, poco antes de su fallecimiento. Bernabé murió el 22 de mayo de 1972, sus restos fueron velados en el hall de River y enterrados en el cementerio de Rufino.

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