Por Patricio Cittadini
10 de junio de 1998. Comenzaba el Mundial de Francia y aún faltaban 5 días para el debut de Rumania, una de las favoritas a pelear por el título tras su tercera clasificación consecutiva. Su ubicación era el grupo G junto a Colombia, Inglaterra, otra de las favoritas, y la débil Túnez. La Tricolor, con George Hagi como estandarte, realizó una charla dos días antes de su primera presentación con Anghel Lordanescu, su entrenador, para plantear la estrategia de su primer partido. Tras este encuentro, el plantel tuvo le propuso una apuesta a su director técnico que no dudo en aceptarla. ¿Cuál era la apuesta? Si estaría dispuesto a raparse la cabeza si pasaban de instancia en los dos primeros partidos de fase de grupos.
“Cuando dijo que sí, todos decidimos que, en el caso de que se atreviera a hacerlo, nosotros nos teñiríamos el pelo, pero para eso teníamos que ganar primero a Colombia e Inglaterra”, declaró Adrián Ilie, delantero del seleccionado en una entrevista con ESPN.
Así fue, Rumania venció 1-0 a Colombia en el estadio de Lyon y 2-1 en Toulouse a una Inglaterra que apostaba todas sus fichas al juvenil Michael Owen. Luego del triunfo, sin decirle nada a nadie, los jugadores les pidieron a dos trabajadores del hotel donde se encontraban alojados que la noche anterior al partido con Túnez consiguieran de urgencia dos peluqueros que fueran al entrenamiento para cumplir con lo prometido pasando por alto las consecuencias que podían tener debido al éxito conseguido hasta ese entonces.
Llegó el día. Era 28 de junio y Rumania salía al estadio Saint Denis para enfrentar a Tunez y el público se quedó mudo. Los comentaristas empezaron a preocuparse porque no sabían cómo relatar a 11 jugadores con el pelo decolorado de amarillo. Los rumanos se relajaron y no eran los mismos reyes que ganaron los primeros dos encuentros. La actuación dentro del campo de juego fue distinta y el partido terminó empatado 1 a 1.
En octavos de final se volvió a repetir la historia. La tranquilidad que se había generado en ese vestuario jugó en contra ante la selección croata de Davor Suker que dio el batacazo y le ganó 1 a 0 dejándola fuera del Mundial en el que se esperaba que cambie la historia de su fútbol. Las críticas y opiniones acerca de lo que habían hecho llegaron rápidamente y el arrepentimiento propio también. “Hemos hecho enojar a Dios”, dijo Lordănescu a la prensa después de que la selección empatara en el último partido de la primera fase, antes de que Croacia la eliminara.
Luego de esa Copa del Mundo, Rumania no volvió a clasificar a otra y las esperanzas de revivir esa época dorada aumentan cada vez más.