Por Lucas Pacheco
En la historia de los mundiales de fútbol hubo un sólo gol olímpico. Y aquél fue marcado por el colombiano Marco Coll en el Mundial de Chile en 1962, ante nada más ni nada menos que el arquero soviético Lev Yashin que no dudó en felicitarlo tras aquel gol convertido directamente desde el córner. A tres años de su fallecimiento por neumonía, en su país natal pueden encontrarse fotos suyas en los museos deportivos más destacados.
De tez morena y una mirada que reflejaba tonos de suave humildad, el luego aclamado e idolatrado mediocampista ofensivo, que identificó sus características de juego en el actual jugador James Rodríguez, entró en los libros de historia por su legendario gol, que aún hoy día puede encontrarse en los archivos de video del mayor certamen internacional futbolístico.
En cuanto a sus rasgos físicos en sus últimos años, se podía reconocer su edad con tan sólo mirarlo. Entre sus ojos, que representaban la cantidad de partidos vividos, el rostro denotaba la demasía de experiencias atravesadas, y su cabellera blanca retirada anunciaba la innegable vejez.
Pero la carrera del mediocampista con virtudes técnicas no comenzó ni terminó con aquel mérito, conseguido en el atardecer de su vida futbolística. El Olímpico debutó profesionalmente en el fútbol colombiano en 1952, a sus 17 años, y vistiendo la camiseta aurinegra del extinguido Sporting de su natal Barranquilla; y desde aquel entonces desplegó su juego en ocho diferentes cuadros de su país. Tuvo dos pasos breves por el exterior, tal vez sin destacar: jugó para el Irapuato, de México, y para Platense, de Argentina.
Tras no conseguir remontar su nivel deportivo en Junior de Barranquilla, Coll colgó los botines en 1971, a sus 36 años.
El campeonato mundial de 1962 fue el único en que participó el volante creativo, así como también fue la única vez que el seleccionado colombiano disputó el susodicho certamen hasta la siguiente clasificación en 1990. Si bien el saldo incluyó dos derrotas (ante Uruguay y Yugoslavia, respectivamente), el periodismo internacional valoró el empate 4-4 ante la poderosa Unión Soviética.
En aquel encuentro fue que, según Coll, “Dios obró y convirtió un gol olímpico con las piernas de un colombiano”. Y las repercusiones de la conversión que ponía el descuento parcial de 2-4 para la selección cafetera fueron innumerables. Medios sudamericanos, así como europeos e incluso asiáticos, indicaron en su sección deportiva que hubo un hombre que le marcó a Lev Yashin desde el córner, con términos como “técnica”, “precisión” y “destreza” colocados entre sus líneas.
¿Cómo explicó el ex futbolista su gol? ¿Cuál fue su secreto para tal “magnificente representación del máximo nivel de técnica”? Marco Coll confesó al medio colombiano El Tiempo que su intención nunca fue la de convertir, sino la de enviar un centro “venenoso” y de altura media al área chica dado a que su principal cabeceador, Delio Gamboa, ya había abandonado el campo de juego. Extendió su relato al indicar que, al haberle salido exagerado el “chanfle”, la pelota se dirigió hacia el arco. De modo que un posible centro malogrado fue el que llevó al colombiano a los libros de historia.
Desde pequeño, quien luego fue llamado El Olímpico ya supo que su pasión giraba alrededor del fútbol. Hijo de Elías Coll, el primer árbitro en dirigir un cotejo profesional del fútbol colombiano, su interés por el deporte de pelota no se demoró en llegar. Su mayor ídolo fue el argentino Adolfo Pedernera, por quien pudo ser dirigido técnicamente(fortuitamente, según Coll) en América de Cali y, luego, en la selección colombiana. En vísperas del campeonato mundial del ‘62, Marco le entregó a El Maestro uno de sus afiches de la infancia sobre él, y le transmitió los sentimientos que aquel trozo de papel plastificado le hizo sentir durante toda su infancia.
Coll prosiguió con la tradición de herencia futbolística de tal forma que uno de sus cinco hijos, Mario Alberto, llegó al profesionalismo e incluso vistió la camiseta de la selección nacional.