Por Thomas Somoza / Imágenes: Ian Rodríguez
“La táctica son las posiciones”, define Gabriel Heinze (Crespo, Entre Ríos, 1978), ex jugador de Real Madrid, Manchester United y Newell’s, entre otros, y ex entrenador de Godoy Cruz (corto paso de dos meses), Argentinos Juniors y Vélez Sarsfield. Ahora bien, ¿qué posiciones ocupan los jugadores? ¿Qué roles y características tienen cada uno? ¿Cuál es la relación entre ellos en la cancha? ¿Qué conceptos y herramientas les brindó el Gringo a sus futbolistas para que adopten a la hora de competir? Análisis de su paso por el Fortín.
Luego de más de dos años en la institución, el entrerriano dejó rasgos distintivos en el equipo de Liniers en la última Superliga —tramo que se tomará dada la cantidad de ensayos para definir su idea y conceptos— para dejarlo en la tercera posición luego de dirigir su último partido ante Unión —victoria 3 a 0 en Santa Fe— y elevar el nivel del fútbol argentino. Vélez supo tener paciencia para encontrar espacios (segundo en posesión de pelota con un promedio de 57,7 por ciento por partido); generó superioridades desde el arquero y los centrales; estableció una férrea marca hombre a hombre en todo el terreno para cortar de raíz el circuito rival; presionó tras pérdida para recuperar la posesión, lo que va de la mano con encadenar pases para que haya poco espacio entre líneas; y, con mayor frecuencia en el último tramo, los jugadores llegaron a saber qué exactos movimientos debían realizar para encontrar al hombre libre.
El dibujo predilecto fue un 4-3-3. En ocasiones se utilizó el 3-3-1-3 con Thiago Almada por dentro y detrás del delantero Maximiliano Romero para favorecer sus características creativas. Pero esto no dice nada si no se desarrollan qué roles cumplieron los jugadores, qué movimientos realizaron y en qué espacios se ubicaron, cómo se relacionaron y por qué, básicamente, los jugadores se mueven constantemente. Además, si se insiste en los números de teléfono —como los llama César Luis Menotti—, Vélez llegó a establecer un 2-3-5 posicionado en campo rival.
¿Qué es el juego de posición?
Todas estas cuestiones estuvieron basadas en el juego de posición (de ubicación diría el entrenador español Juan Manuel Lillo), en el que se establece que cada jugador ocupe determinada zona para así ayudar a sus compañeros sin la necesidad de intervenir activamente con la pelota ni dejando su lugar. Esto es: fijar rivales y no moverse del lugar para crear espacios o pasillos en distintos sectores. También se hace hincapié en generar superioridades numéricas en distintos sectores del campo dependiendo la disposición táctica y presiones del rival. Esto es, en palabras del entrenador Pep Guardiola —Heinze es admirador confeso del catalán—, en función de los movimientos del contrario se realizarán los propios —mediante triangulaciones, atracciones, fijaciones, desmarques de apoyo y ruptura, paredes y hasta gambetas— para encontrar al compañero libre con ventaja para progresar en el terreno.
Posiciones, roles y movimientos
El arquero Lucas Hoyos era seguido por el Gringo desde que dirigía en Argentinos. Su buen manejo de la pelota para generar superioridad en la construcción de ataque, el atrevimiento y la valentía para ser el líbero —llegó a colocarse entre los dos centrales— lo llevaron a ser el titular por sobre el ecuatoriano Alexander Domínguez.
“Veo qué hacen con el balón —explica el Gringo sobre cómo elige a los centrales— y ahí hay dos caminos: cuando está con presión y cuando está sin presión”. Lautaro Gianetti y Luis Abram (diestro y zurdo, respectivamente, a pie natural) fueron fundamentales a la hora de filtrar para romper líneas y también en la conducción para atraer marcas y así dejar libre a uno o más compañeros.
“Después pasamos a lo que son pases cortos y pases profundos. Después a pases intermedios, que son los de interlínea”, continúa Heinze. Gianetti se ubicó en el primer puesto de pases correctos por partido (1085) en Superliga y Abram en el séptimo (1009). El peruano también se posiciona segundo como jugador con más precisión de pases con 90,1 por ciento. Aunque también se deben saber interpretar los datos porque no es lo mismo hacer pases en horizontal sin generar peligro que de forma vertical para dar profundidad.
La idea fue atraer al rival —si es que presionaba alto— para atacar espacios que fueron dejando a sus espaldas. Por lo que no se escatimó a la hora de realizar envíos largos para favorecer esta cuestión.
Quien ofició de mediocentro en la mayoría de los casos fue Fernando Gago. El ex-Boca brilló en la construcción, distribución y filtración por técnica y jerarquía. Se varió la cantidad de jugadores en la primera línea dependiendo de la presión rival. En el caso de que fuese agresiva y numerosa, tres jugadores se colocaron en el fondo y fue un mediocampista —mayoritariamente Gastón Giménez— quien se sumó a los centrales.
Brian Cufré por izquierda y Tomás Guidara por derecha fueron los laterales y variaron su posición dependiendo de qué zona ocupaban los volantes y los extremos, aunque en la mayoría de los casos se ubicaron por dentro como volantes, lo que favoreció distintas finalidades: estar cerca de las acciones para la presión tras pérdida y cortar de raíz posibles contraataques del rival; al estar por dentro, se arrastra al extremo rival para que el externo propio quede mano a mano y el central pueda conectar directamente con él; si no es seguido al estar en zonas internas, se cuenta con un hombre libre. Todos conceptos que también aplica Guardiola desde que estuvo a cargo de Bayern Múnich en la Bundesliga alemana y ahora lo hace en Manchester City de la Premier League inglesa. Heinze les pidió que ocuparan distintas alturas en relación con sus compañeros para ocupar todos los pasillos posibles sin superponerse y también llegaron mucho al área para finalizar jugadas.
Los internos fueron primordiales para llegar al área y aportar goles. Lucas Robertone (goleador del ciclo Heinze con 14 tantos) y Nicolás Domínguez (segundo en la tabla de goleadores de Vélez en la última Superliga con cinco) fueron los encargados de colocarse detrás de la línea de volantes rival, llegar en ofensiva y cambiar posiciones dependiendo la jugada, lo que provocó que estén tanto en zonas internas de definición como en externas para asistir.
Domínguez fue vendido al Bologna de Italia en agosto de 2019, pero en la misma operación se definió que permaneciera en el Fortín como cedido hasta enero de 2020. Cuando emigró a Europa fue reemplazado por distintos futbolistas, ya que la polifuncionalidad de muchos favoreció las opciones. Almada lo suplantó en ocasiones y, en menor medida, Mauto Pittón hizo lo propio. Pero el que se asentó fue el chileno Pablo Galdames, quien interpretó (sobre todo en la fecha 22 del campeonato ante Argentinos) qué movimientos realizar para favorecerse a sí mismo como hombre libre o a un compañero.
Guardiola mencionó que los extremos de sus equipos realizan arduas tareas porque deben ser pacientes. Esta definición es porque, al estar pegados a cada raya para generar amplitud, se les exige que no se muevan de su posición para cumplir con ciertos objetivos: generar pasillos interiores para sus compañeros; estirar al rival atrayendo a los laterales y generar intervalos; y, al llegarles la pelota, que encaren mano a mano hacia el arco contrario. Esta función fue cumplida a lo largo del campeonato —y la mayoría a pierna cambiada— por Lucas Janson, Agustín Bouzat, Ricardo Centurión, Almada y, con menor frecuencia dadas sus condiciones de juveniles, Luca Orellano y Álvaro Barreal.
El centrodelantero fue Romero, prestado desde el PSV holandés, y fue reemplazado en ocasiones por Leandro Fernández. Tuvo múltiples tareas, ya que se encargó de fijar a los centrales rivales y en otras circunstancias generó espacios vaciándolos son descensos para que sus compañeros los aprovecharan. Pero esto es del gusto del Gringo, ya que prefiere un 9 que no esté para una sola función, sino que cumpla con varios pedidos. Y, en relación a quien debe convertir los goles, explicó que él y su equipo trabajan —dependiendo el rival— para generar espacios que pueden ser ocupados por distintos futbolistas, sin importar mucho qué jugador sea. La realidad es que Romero fue el goleador de equipo en el torneo con siete tantos.
Aspectos colectivos y falencias
Heinze ensambló individuales a favor del conjunto. Laterales, internos y extremos fueron los que brindaron la mayor capacidad ofensiva del equipo por las bandas. Generaron triangulaciones, se posicionaron a distintas alturas, intercambiaron roles para desorganizar la defensa rival con un objetivo primordial: atacaron los intervalos que ellos mismos creaban entre los laterales y centrales rivales —todo sin que hayan posiciones vacías para no romper el juego de posición—. Este aspecto es también utilizado por Guardiola para atacar una zona indefendible, según el entrenador catalán.
Que el equipo viaje junto, como una unidad, en un bloque compacto, con poco espacio entre las líneas fue notorio en el conjunto velezano. Esto favorece la recuperación ante una eventual pérdida, ya que los jugadores permanecen cercanos entre sí al encadenar pases y próximos a la pelota para presionar de forma agresiva. En este punto se cumple la máxima de que, para una buena defensa, se necesita un buen ataque, pero a no confundir con separarlos, ya que el fútbol es un todo indivisible. Y Vélez lo hizo posible al no perder la paciencia con la posesión. Entendiendo también que tocar hacia atrás genera espacios y metros de acción adelante.
“La única manera que entiendo el fútbol es la de la presión constante”, confiesa Marcelo Bielsa —quien dirigió al conductor del equipo velezano en la Selección Argentina cuando obtuvieron la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004—. La presión hombre a hombre fue base del equipo para presionar las salidas y progresos de los rivales. Entre la marca al hombre y la zonal existen diferencias. Menotti lo explica con un ejemplo: “Usted pone a un perro feroz delante de la puerta de su casa y vienen dos ladrones. Al primero que se acerca, el perro feroz le ladra y se le tira encima. El ladrón corre, el perro va tras él y lo aleja de la puerta. Pero mientras eso ocurre, el otro ladrón aprovecha que no está el perro, entra en la casa y roba. El perro guardián, en cambio, le ladra al primer ladrón, pero inmediatamente vuelve a custodiar la puerta. No la abandona. Esa es la diferencia. El perro guardián es el que marca en zona, el feroz prefiere al hombre”.
Fue difícil para los equipos sortear las presiones de Vélez. En ese aspecto, que requiere un estado físico ideal, fue implacable. Pero bastó, en ocasiones, con que la superen una vez para que aparezcan hombres libres en desmedro del Fortín. Además, si los jugadores contrarios poseen movilidad, se hace difícil que cada futbolista velezano esté pegado a su marca. Eso puede generar una desorganización total. Pero son los riesgos que Heinze eligió correr.
Otros de los defectos —porque ningún equipo en el mundo fue, es ni será perfecto— fueron los espacios que dejaron para que el contrario aprovechara contraataques. Ante equipos que prefieren defender en bloque bajo, cerrando todos los metros posibles, es dificultoso encontrar lugares por los que atacar si no se cuenta con futbolistas que utilicen la gambeta (la herramienta más letal). En este punto, Centurión —que llegó a Vélez en enero de este año— fue clave para romper estructuras defensivas sólidas, como en la ida de la primera fase de la Sudamericana ante Aucas de Ecuador, partido en el que eliminó a cuatro rivales para luego convertir el único gol del encuentro.
Almada es un proyecto de jugador (cumplirá 19 años el 26 de abril) con características creativas que aportó a esta óptica. Pero hubo circunstancias que desfavorecieron su impronta nacida en los potreros argentinos. Como el juego de posición exige que los jugadores no se muevan de su zona, a los futbolistas que necesiten la pelota todo el tiempo los aniquila. Prefieren descender metros, pedirla, gambetear, crear la atmósfera donde se encuentren más cómodos. Pero Heinze utilizó a Almada en muchas ocasiones como externo pegado a la raya (incluso del lado derecho, por lo que, dado que es diestro, ni siquiera tuvo la chance de poder encarar hacia adentro y tener el arco rival de frente) o como interno. Por eso se aclaró que la utilización del 3-3-1-3 fue lo que más favoreció sus cualidades al ser ese 1 con libertad de movimientos.
Por último, la eficacia fue un problema más. Vélez necesitó 10,6 remates por partido para convertir un gol. El entrenador puede dar herramientas a sus jugadores para crear la mayor cantidad de situaciones, pero el hecho de que las concreten ya no depende de él, puesto que a mayor calidad y jerarquía, menos oportunidades se necesitan. La única manera de mejorar la eficacia es, en palabras de Pablo Richetti, director técnico de Santamarina de Tandil, trabajando, practicando y repitiendo ejercicios en los entrenamientos.
Conclusiones
Todo en la pizarra tiene un aspecto atrapante y en ella los planes de partido son perfectos. Pero para el entrerriano son los jugadores los que definen partidos (o no) y quienes toman las decisiones dentro del campo. Él pudo ayudarlos dando pistas y caminos de cómo defender, recuperar, asociarse, gestar, progresar, atacar y definir —establecer solo esos conceptos es un reduccionismo que no abarca la totalidad de las tareas y ensayos realizados—, pero, al fin y al cabo, son los futbolistas quienes están envueltos en el partido.
El factor humano es base en todo para el Gringo. Porque, como preparador, puede hacer entender qué tácticas se utilizarán o cómo se prepararán físicamente. Pero cada uno es distinto y hay que hacerle llegar los análisis, las charlas y hasta exigir de distinta manera, puesto que no todos provienen de los mismos lugares ni tuvieron las mismas costumbres. Los futbolistas, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, son humanos.
Elevó la vara del fútbol argentino. Agarró al Fortín al borde del descenso, lo dejó jugando torneos internacionales y en el podio del campeonato local en zona de Libertadores. Lo transformó en un equipo competitivo juegue donde juegue. Transmitió valores cada vez más escasos. Firmó una renovación cuando le prometieron que no venderían jugadores y ahora Matías Vargas juega en el Español de Barcelona, Giménez fue vendido al Chicago Fire estadounidense y Domínguez al Bologna. Con mucho trabajo, otra de sus bases, logró presionar teclas en los y las amantes del fútbol que provocaron su admiración. Todos sus jugadores tienen buenas palabras para con él, algo complicado de lograr. Y, por último, consiguió que sea recordado como el Vélez de Heinze.