Por Fernando Bajo
En 1984 Boca Juniors transitaba quizá el peor año de su historia ya que no contaba con fondos económicos, tenía deudas con otros clubes y estuvo a punto de que le remataran el estadio. Mientras tanto, Oscar Pinino Mas, ídolo de River, se ponía la camiseta azul y oro para defender a Boca Juniors de San Carlos de Bariloche que comenzaba el proyecto futbolístico más ambicioso de la historia de la ciudad patagónica. El yin y el yang, de un lado el nuevo Boca que transitaba un proceso glorioso y del otro, el Boca popular que luchaba día a día para no desaparecer.
Mas llegaba a Boca y consigo cargaba una mochila de ilusiones para los futboleros barilochenses. El nuevo Boca ideado por el dirigente José Antonio Jalil –hoy el Estadio Municipal lleva su nombre- transitaba tiempos de gloria y paralelamente, en Buenos Aires, el viejo Boca se quedaba sin plantel profesional ya que 16 jugadores le enviaban un telegrama al club en el que declaraban su libertad de acción.
El 25 de noviembre en Bariloche, el local enfrentó a Cipoletti por la cuarta fecha del Torneo Regional. Entre los once del Albinegro había un joven que tiempo después su nombre sería ovacionado en La Bombonera: Blas Armando Giunta. Aquel encuentro quedó en la memoria de los futboleros lugareños, Mas anotó los dos goles del triunfo por 2 a 1 de Boca de Bariloche y la hinchada deliró con la actuación del ex delantero de la selección argentina. Pipino terminó de ganarse el corazón de la gente.
Poco quedaba de aquel extremo zurdo que supo brillar en el fútbol nacional con su destreza y rapidez. Ahora estaba un poco más morrudo y lucía la poca cabellera que le quedaba, pero con 39 años seguía derrochando habilidad. Era la gran figura de la ciudad a la que conmocionó de tal manera que hasta la revista El Gráfico reflejaba en sus ediciones la presencia del zurdo en la Patagonia.
Cuatro días después de aquella tarde de gloria ante Cipoletti, Raúl Alfonsín, entonces presidente de la Argentina, designó a Federico Polak como nuevo interventor del Club Atlético Boca Juniors, que en ese momento apenas contaba con seis integrantes en su Comisión Directiva como consecuencia de que varios habían claudicado por la situación que atravesaban.
Para enero de 1985 estaban pautadas las elecciones en la institución y las agrupaciones xeneizes unieron fuerzas para apoyar a Antonio Alegre, un empresario de 61 años que luego de imponerse en los comicios comenzaría uno de los mandatos más exitosos en la historia del club.
En el momento en el que Boca parecía que volvía a resurgir entre las cenizas, en Bariloche la euforia se convertía en desilusión. Boca, el del sur del país, no pudo conseguir el pase para jugar el Nacional de 1985, ya que quedó segundo en su zona por detrás de Cipolletti, su clásico rival.
En enero, cuando Alegre se convertía en primer mandatario boquense, Mas jugaba su último partido con la azul y oro en Bariloche. El crack que había hecho ilusionar a toda una ciudad continuaría su carrera en otro lado, pero su lazo con Boca Juniors tendría un segundo capítulo.
Entre 1987 y 1989 Mas volvió a jugar para Boca, pero esta vez de Coronel Suárez. Si bien no pudo lograr un título, se convirtió en un emblema del fútbol de aquel lugar y allí aún recuerdan un gol que marcó desde atrás de la mitad de cancha. “Aquí he pasado momentos inolvidables”, recordó Pinino en 2016 cuando visitó la ciudad en la que fue condecorado como Huésped de Honor.
“Oscar Mas era, fundamentalmente, espectacularidad. De esos jugadores que, en verdad, levantan a la tribuna, motivan, convulsionan, electrizan”, escribió Roberto Fontanarrosa en No te vayas campeón. Puede que sea esa la mejor definición que alguna vez alguien haya escrito sobre Pinino que era de esos futbolistas que transmitían alegría a donde iban. Es el segundo máximo goleador de la historia del Millonario, camiseta que, según contó, llevaba debajo de la de Boca cada vez que salía a la cancha en Coronel Suarez.
No todas las historias de Mas son jocosas. En 2010 confesó estar arrepentido de haberles robado dinero a algunos padres de los chicos que jugaban en las inferiores de River, debido a su ludopatía y en 2017 afirmó estar seguro que Rodrigo Mora tenía cáncer, aunque luego se retractó.
Hoy, a los 73 años, cada tanto, aparece en algún programa de televisión. Ya no puede deleitar a los hinchas dentro de la cancha, pero, seguramente, emocione a algún fanático riverplatense que añore sus goles. Y, por supuesto, a algún hincha de Boca de Bariloche o Coronel Suarez, también. Porque, al fin y al cabo, Mas es ídolo de River y Boca.