Por Valentín Irisarri
El 31 de agosto fue la última piña que terminó de noquearlo. Unos minutos después de las 15 horas del sábado, Hernán Darío Ortiz dejaba la conducción técnica de Gimnasia La Plata. Un solo punto de 15 jugados. Último en la tabla de posiciones y último en la otra, la de los promedios, la dolorosa, como le suelen llamar por la ciudad. El barco pareció haberse estrellado contra una pared de ladrillos y, para colmo, se le vino encima.
2 de septiembre. Cambió de mes. Lunes a la mañana. Todo sigue igual, o casi todo. Leandro Martini y Mariano Messera, que trabajaban en la Reserva, se calzaron los buzos de director técnico para el entrenamiento, solamente por unos días hasta que se arregle con el indicado. Mientras tanto empezó la lluvia de nombres, como siempre.
Exactamente una semana atrás, Infobae había publicado una entrevista a Julio César Falcioni sobre la superación del cáncer de laringe que lo obligó a dejar de dirigir. En la nota, Falcioni dejó en claro que estaba recuperado, que quería volver a ejercer su profesión y estaba a la expectativa de un llamado. La suerte, como casi siempre, volvió a serle esquiva para el Lobo, ya que Hernán Crespo abandonó el cargo de director técnico en el Taladro en la misma fecha que el indio Ortiz y los dirigentes rápidamente fueron a buscar al entrenador campeón de la Primera División en 2009 y 2011. Los hinchas Triperos estaban enojados por la lentitud, claro.
Mundo Tripero, medio partidario de Gimnasia, anunció también como posible aspirante al puesto a Eduardo Domínguez, quien rápidamente dijo que no porque quería que lo hubieran llamado cuando se fue Pedro Troglio. Habían otros dos candidatos más: Omar Asad, que se mostró dispuesto a escuchar la propuesta, y por último a Diego Maradona, que era el pedido de los dirigentes y se tomaba más como un sueño que una realidad. Fue un simple rumor, nada más, pero que rápidamente empezó a incrementarse desde la figura de Diego en las redes sociales de los usuarios de todo el país, porque se trataba de Maradona.
El martes por la mañana se cayeron todas las ilusiones de los hinchas de Gimnasia porque circulaba la negación desde los allegados del 10, argumentando que no se encontraba en buenas condiciones de salud tras la operación de su rodilla derecha. Sin embargo, llegó la primera inyección de esperanzas para los Triperos, nada más y nada menos que del mismísimo Diego Armando Maradona.
Decía su publicación en Instagram: “Hola a todos, quiero aclararles que yo no recibí, ni rechacé, ninguna propuesta de equipos argentinos, como andan diciendo. No tuve contacto oficial con ningún club. Estoy bien de salud y por supuesto que sería un honor para mí dirigir en mi país. Siempre me gustaron los desafíos. Les mando un abrazo a todos!”. Y los comentarios empezaron a colapsar de hinchas invitándolo al Bosque, como si fuese tan fácil…
La ilusión es lo último que se pierde, y vaya si no lo tiene claro la gente de Gimnasia, que dejó media ciudad desierta el 6 de diciembre cuando viajó hasta Mendoza con toda su gente para perder la final de Copa Argentina con Rosario Central, luego de haber eliminado a Boca y River en el certamen. ¡Cómo va a perder la ilusión, el hincha de Gimnasia! Si copó toda la popular del Estadio Mario Alberto Kempes con 12 mil personas un martes 28 de mayo de 2013 a las 15.30 solamente para ver el regreso a Primera División. Y ni hablar del corazón de esos hinchas, que tuvieron que esperar hasta los 27 minutos del segundo tiempo del partido de vuelta, allá por la Promoción del 2009 para comenzar la remontada histórica que terminaría dejando al Lobo en la A, luego de estar 0-3 en la serie contra Atlético Rafaela.
En fin, el martes a la tarde y luego del posteo de Diego, el presidente del club Gabriel Pellegrino afirmó que no había otra opción: irían a fondo por Maradona. Y así fue. La marca que viste a Gimnasia, Le Coq Sportif, hizo una publicación en las redes sobre las camisetas de la selección Argentina que utilizó en 1986. El momento más oportuno para la segunda inyección de esperanza era ese, y la tercera, llegaría al instante. Minutos después del tweet de la prensa de Le Coq, el periodista e hincha de Gimnasia Sebastián Tempone publicó en su cuenta un audio de Matías Morla, abogado de Diego, dónde decía que todo dependería de las ganas de los dirigentes del club y si era por ellos, asumirían el miércoles.
Y la esperanza del pueblo gimnasista empezaba a rellenar el corazón. La mente comenzaba a vaciarse de cálculos y resultados por los promedios y comenzaron a asomarse pensamientos sobre sponsors, entrenamientos televisados y refuerzos de jerarquía. El miércoles no se hizo oficial, pero la llegada de Diego Armando Maradona al banco de suplentes de Gimnasia empezó a ser un hecho. Tal que los hinchas planearon una vigilia en la Catedral de la ciudad ubicada en 14 entre 51 y 53, la cual no tuvo el éxito esperado. Pero la verdadera locura se desataría a diez cuadras, más precisamente en la sede.
“Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar. Que de la mano de Maradona, todos la vuelta vamos a dar”, entonaban entre autos, peatones e hinchas que se hicieron presentes en 4 y 53. Canción totalmente atípica para el triperío, acostumbrado a luchar por otras cosas pero que sonaba como si fuese una verdadera realidad.
El jueves a la mañana faltaba solamente la confirmación oficial por parte de los dirigentes, que ya habían afirmado -¿Acaso sin motivo alguno?- que no se venderán más entradas generales. Alrededor de las 9 de la mañana, 300 personas hicieron la cola para pagar la cuota de socio, había muchos que estaban con sus cuotas atrasadas, asociarse o conseguir el abono para la Platea H. La oficina abriría a las 12 recién. De yapa, también podrían adquirir la camiseta oficial titular o suplente a $3000 en el LoboShop. Si algún hincha de casualidad tenía la billetera un poco más cargada de dinero, podía estamparle el 10 con el nombre de Maradona.
Gabriel Pellegrino viajó por la noche hasta la casa de Diego en Bella Vista para firmar el contrato y se encontró con un recibimiento “Maradoniano”: dos banderas de Gimnasia colgadas en la pared, un parlante a todo volumen al ritmo de “La que toma Maradona, la que toma el Negro Olmedo, que se la den a Gimnasia si querés salir primero” –letra de la canción Tractor amarillo, del grupo Zapato Veloz- y a Diego mismo revoleando una camiseta azul y blanca. El 10 le dijo al presidente de ir a dar una vuelta por la ciudad en caravana, pero Pellegrino se negó, ya que prefirió hacer una presentación de manera oficial en el Estadio Juan Carmelo Zerillo el domingo a la tarde con toda la gente de Gimnasia, y otros tantos que no lo eran pero que igual irían a verlo.
El viernes y sábado continuó con el fervor sin cesar. Otras 800 personas pagaron por la camiseta del club con el 10 en la espalda y se registraron 3.200 socios nuevos, muchos de ellos hinchas de otros clubes. Si, solamente para verlo a él.
No había ningún precedente en los 132 años de historia del club, nunca había estado en diarios como La Gazzeta Dello Sport, de Italia, o El País, medio español. A las 12 del domingo abriría el estadio y a las 14 sería el entrenamiento y la presentación de Diego Maradona ante su gente. Pero alrededor de las 10.30 ya había cantos en las inmediaciones del Bosque y 150 metros de cola para entrar a las populares. Era imposible el ingreso si no eras socio.
A las 13.55 no cabía un alfiler en las tribunas, los jugadores salieron a la cancha y también lo hizo el 10. Desde la boca de un lobo inflable, Diego pisó el verde césped bien despacio y mirando a todas las tribunas, entre lágrimas se emocionó cual niño en su cumpleaños.
Y su gente lo abrazó bien fuerte. Fue uno de esos abrazos que no te dan ganas de que termina nunca jamás. Un abrazo más que necesario además, para niños, jóvenes y adultos que no viven más que angustias y tristezas semana tras semana cuando juega su equipo en el Bosque. El equipo no respondía. No funcionaba. No lograba objetivos. Y la gente se hundía, claro. Pero él los abrazó más fuerte. Diego llegó al templo y rellenó los corazones de alegría nuevamente, los hizo rebalsar de esperanza para salir de un pozo que parecía ser oscuro y eterno. Maradona llegó a la Ciudad de La Plata y bien rápido se puso la máscara de Lobo.
El 10 volvió para pelear, pero no la Copa del Mundo, ni el campeonato. Pelusa excavó lo más profundo de la tabla, pero no cualquiera. La tabla que te mata, que te condena a resignar prestigio, a perder económicamente. Él llegó para salvar todo eso. Diego vino a unificar a la oposición de cara a las elecciones de diciembre. Maradona vino a salvar el mundo. El mundo Tripero.