“Tortillera”, “marimacho”, “puta”, “la Carlitos”, “varón”, eso es solamente una pincelada de lo que tuvo que sufrir Ayelén Pujol, periodista deportiva, por el simple hecho de ser mujer cuando todavía soñaba con vivir del deporte que ama, el fútbol. Los insultos salían de la boca de los padres de sus rivales. Todos hombres.
Remera negra con puntos de distintos colores, un jean abierto a la altura de las rodillas, borcegos negros, un par de anteojos, y su cabello morocho ondulado, medio rizado, suelto. Pujol entró al microcine de Tea y Deportea, en Lavalle 2083 para ocupar una de las dos sillas que miraban de frente a 79 estudiantes de periodismo deportivo. La periodista se sentó del lado derecho –durante la charla la acompañarán Yanina Gaitán, ex futbolista y autora del primer gol argentino en un Mundial y Sofía Rodríguez Cuggia, futbolista y estudiante de tercer año en Deportea- y comenzó a contar su experiencia al escribir su nuevo libro “¡Qué jugadora!”. Estuvo entre un año y medio y dos para finalizarlo, y ocho de esos meses se quedó a la espera de un contrato con la editorial Planeta.
Su infancia giró en torno a un ambiente machista, sobre todo por el lado paterno, quien por entonces no concordaba con la elección de su carrera. Otros tiempos. Por el contrario, su madre siempre la apoyó y buscaba equipos donde pudiera inscribirse. De todos modos, la existencia del fútbol femenino para ella llegó en la adolescencia, ya que durante su niñez nadie hablaba de eso y era una categoría desconocida. Su habitación estaba empapelada de posters de jugadores masculinos, quienes eran sus ídolos y referentes del deporte, hasta que un día se preguntó “¿existen las mujeres en el fútbol?”.
El libro se basa en la historia desconocida del fútbol femenino, que aunque existe desde hace años, recién hace poco se empezó a descubrir, en parte gracias a la autora, quien realizó una investigación inédita sobre un tema que ella describió como “una cancha desierta”. Mucha de la información surgió de Brenda Elsey, una historiadora estadounidense a quien conoció en un congreso de investigadores del fútbol femenino.
Actualmente el fútbol femenino cuenta con más visibilidad y apoyo, aunque este año, según Pujol, se vivió un “error de calendario” al hacer coincidir el Mundial Femenino Francia 2019 con la Copa América Brasil 2019, lo que de alguna manera entorpeció el momento de mayor auge de su crecimiento. Incluso admitió que quería que el seleccionado masculino fuese eliminado de la competencia continental así lo que sucedía en Francia quedaba en primera plana.
La desigualdad de género, claro está, no le escapa al fútbol. Un jugador de Primera División cobra mínimamente 25.200 pesos, mientras que el mínimo establecido para los primeros contratos profesionales del fútbol femenino es 15.000 pesos. De alguna manera, algo similar a lo que sucede en algunos medios de comunicación cuando por una igual función hay una diferencia en la remuneración.
En esta misma línea, Pujol le dedicó su libro a todos aquellos que la hicieron sufrir en todos los ámbitos de su vida por ser mujer, desde un pibe que le tocó la cola cuando eran pequeños y jugaban a la pelota hasta algún jefe que la mandaba a hacer trabajos casi administrativos que no le permitían demostrar su potencial como periodista. “El libro es para ponerle voz a las mujeres que no tienen ni tenían reconocimiento”.
El sueño de Primera
Sofía Rodríguez Cuggia, futbolista salteña actualmente sin club, aportó una visión interna del fútbol femenino y contó un episodio que la frustró y la dejó, por el momento, fuera de la Liga. Su caso tiene similitudes con el de Macarena Sánchez, jugadora de San Lorenzo, ya que Platense, su anterior club, le comunicó sin previo aviso que no iba a ser tenida en cuenta para la próxima temporada, y así la dejaron sin posibilidades de ir a Argentinos Juniors, plantel con el cual tenía una posibilidad de fichar, ya que el período de incorporaciones había terminado. Sin embargo tiene un acuerdo para unirse a Nueva Unión, equipo de fútbol femenino, al cual no le permiten inscribirse en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) debido a que no posee un equipo masculino. La chica de 21 años vino a Buenos Aires para estudiar periodismo deportivo, carrera que finaliza este año, e intentar triunfar en el mundo del fútbol.