Por Gonzalo Basterra
“Quiero una raqueta de tenis”, dijo Gabriela Sabatini a los seis años, sin saber que 49 años más tarde recibiría el premio Philippe Chatrier en la Cena de Campeones de Paris e ingresaría para siempre en el salón de la fama del tenis. Es el premio más importante que puede recibir un tenista y se les concede a las personas que hayan realizado contribuciones significativas a este deporte, tanto dentro como fuera de la cancha.
Nació el 16 de mayo de 1970 en la ciudad de Buenos Aires y vivió su infancia en el barrio de Villa Devoto. Hija de Osvaldo Sabatini y Beatriz Garofalo, comenzó a jugar al tenis en el frontón del Club Atlético River Plate. Fue su hermano Osvaldo quien la incentivó. Él practicaba este deporte en el club de Nuñez y esto llevó a que Gabriela terminara inclinándose por esta disciplina.
En ese entonces, el profesor Daniel Fidalgo, de tan solo 20 años, era el encargado de la dirección del tenis en River. Un día se cruzó a la pequeña Sabatini jugando con la raqueta en el frontón del club. “Yo entrenaba a su hermano Ova en el club y la conocí un día jugando contra el frontón. Fue ahí cuando hable con sus padres para que se sume a la escuelita de tenis”.
Al poco tiempo de haber comenzado a entrenar, Fidalgo decidió hacerle un entrenamiento individual debido a que las condiciones innatas que tenía Sabatini eran mayores que la de cualquier otro chico del club. “Enseguida me di cuenta de las condiciones que tenía Gabriela. Era notable la facilidad que tenía para aprender. De todos modos, siempre priorice su felicidad por sobre lo deportivo”, recordaba el profesor, que a los ocho años tuvo que anotarla en un torneo por pedido de ella a pesar de que era muy chica.
Veronica Platz, una joven que a los 12 años derrotó a Sabatini en un torneo juvenil, recuerda cómo fue su enfrenamiento con ella. “En ese momento le gané porque le sacaba cuatro años y había una gran diferencia en cuanto a lo físico. Pero en cuanto a la técnica, jugaba de igual a igual con todas las chicas más grandes. Creo que a su edad (8) nadie tenía las habilidades que tenía ella”.
A los once ya se entrenaba como una adulta y comenzaba a tomar las cosas con mucha más responsabilidad. Su sueño estaba claro, quería ser tenista profesional y se lo había hecho saber a sus padres. Un año más tarde, obtuvo el Mundialito Juvenil disputado en la ciudad de Caracas, Venezuela. Luego, llegó el año 1984, los catorce años y algo más.
Ese año, la niña que hace un tiempo jugaba contra un paredón, disputaba el torneo de Roland Garros Junior. Su nivel fue exhibido en todo el mundo. Se coronó campeona venciendo en la final a la búlgara Katerina Maleeva por 6-3, 5-7 y 6-3, y alcanzó el primer puesto en el ranking juvenil femenino. Esto le dio el derecho de jugar la edición senior del torneo parisino del año siguiente. “A los 14 años, Gabriela alcanzó el puesto número 1 del ranking sub-18 y fue ahí cuando nos separamos. Ella se fue para Estados Unidos con una agencia de representantes y comenzó su carrera profesional”, dice “Palito” Fidalgo.
Llegó el 85 y nuevamente Roland Garros. En primera ronda se enfrentó a la suiza Lilian Drescher y le ganó con un doble 6-2. En segunda y tercera ronda, venció a las norteamericanas Penny Barg y Anne White. Finalmente derrotó a la sudafricana Rosalyn Fairbank en cuarta ronda para meterse en el cuadro final del campeonato.
Ahora solo quedaban las mejores y Sabatini debía medirse a la búlgara Manuela Maleeva en los cuartos de final. 6-3, 1-6 y 7-5 fue el resultado del partido. ¿La ganadora? Gabriela Sabatini. Con tan solo 15 años se metía en una semifinal de Grand Slam y se convertía en la jugadora más joven de la historia en alcanzar esta instancia. En semifinales la esperaba la estadounidense Chris Evert, número dos del mundo en ese entonces. Esta vez no pudo. Fue victoria de Evert, quien luego terminó coronándose en el torneo.
Pese a no haberse podido consagrar, ese fue el comienzo de la era Sabatini. El mismo año en el que alcanzó las semifinales de Roland Garros, consiguió su primer título internacional en Tokio derrotando a Linda Gates en la final.
Llegaría 1988, otro de los años más destacados de Sabatini en el tenis. Ya con más experiencia y algunos títulos ganados, llegaba a la definición del US Open, alcanzando por primera vez la final de un Grand Slam. Su rival fue la alemana Steffi Graf, quien la había derrotado en la final del Masters de 1987. La victoria se la llevó la germana y Sabatini quedaba a las puertas de su primer gran título.
Unas semanas más tarde, Sabatini y Graf volvían a verse las caras, pero esta vez en la final de los Juegos Olímpicos de Seúl. Nuevamente, Graf fue quien se quedó con el torneo. Pese a la derrota, Sabatini recordó en varias oportunidades que el momento del podio en donde le entregan las medallas a los deportistas, fue uno de los más importantes y que más la marcaron en su carrera.
Tras los segundos puestos obtenidos en Estados Unidos y Corea, Sabatini cerraba el año disputando el WTA Tour Championship (Masters), un torneo anual que reúne a las mejores tenistas de la temporada. Era su gran oportunidad. Nuevamente llegó a la final. En el camino había dejado a Katerina Maleeva, a Natasha Zvereva y a Helena Sukova. Pam Schriver la esperaba en la final. Y como dice el dicho, la tercera fue la vencida. Sabatini se consagró venciendo a la norteamericana 7-5, 6-3 y 6-2. Fue el primer gran torneo que ganó la argentina y cerró el año 1988 como realmente lo merecía, campeona.
En septiembre de 1990, con más experiencia que años, Gabriela Sabatini volvía a llegar a la final del US Open. Al igual que dos años atrás, su rival era la alemana Graf. El primer set fue 6-2 para Sabatini. El segundo quedaba igualado 6-6 por lo que debían disputar el tie-break. Flushing Meadows se tiñó de celeste y blanco. Gaby ganó el tie-break y, por ende, se quedó con su primer y único Grand Slam. Aquella niña del frontón de River alzaba el trofeo en Nueva York y comenzaba a convertirse en una leyenda del deporte argentino.
Al año siguiente, Sabatini llegaba a una nueva final de Grand Slam. Fue en Wimbledon, la catedral del tenis. Una cara conocida la esperaba en el partido de definición, Steffi Graf. Esta vez, la alemana se tomaría revancha de la final perdida un año atrás en el US Open y ganaba el partido en tres sets. Ese día, la argentina estuvo a solo dos puntos de la consagración.
Fue la final del Abierto de Roma 1991 otro de los grandes hitos de la carrera de Sabatini. El 12 de mayo de aquel año, se enfrentó a la serbia Monica Seles en la final del torneo. La venció 6-3 y 6-2 y alzó el título por tercera vez en cuatro años. En 1992 volvería a ganar la final de dicho torneo, también contra Seles. “En esos tiempos, Roma era Gabylandia”, dice el periodista José Luis Domínguez. “Cuando iba a jugar ese torneo era la local, la gente le había tomado cariño”.
A fines de 1994, Sabatini volvió a ganar el Masters en Nueva York, esta vez frente a Lindsay Davenport. Unos meses más tarde, en enero de 1995 ganó su último título como tenista profesional en Sidney. Ese año también logró alcanzar las semifinales del Abierto de los Estados Unidos.
Pese a tener solo 26 años, la idea del retiro ya pasaba por la cabeza de la tenista argentina. Se encontraba saturada de la competencia y la exigencia que demandaba estar en la elite del tenis. También había comenzado a sufrir algunas lesiones que la alejaron de la cancha algunos meses.
En octubre de 1996, Gabriela Sabatini anunció su retiro en el Madison Square Garden de Nueva York. De esta manera, la pequeña de seis años que comenzó a entrenar bajo las órdenes de “Palito” Fidalgo dejaba de ser una jugadora y se transformaba en uno de los personajes más icónicos del deporte argentino. “Pese a que se veía que sus condiciones eran superlativas, uno nunca se imagina hasta dónde puede llegar un deportista. Creo que todo lo que logró no me lo hubiese imaginado cuando la conocí”, dijo Fidalgo.
27 títulos y 28 finales fueron las que obtuvo Gabriela Sabatini a lo largo de su exitosa carrera. Desde que se alejó de las canchas tenis, no se volvió a ver una argentina que se le asemeje. Hoy, a sus 48 años, se dedica a la realización de eventos solidarios, es madrina de las Escuelas Deportivas de Mar del Plata y hasta tiene su propia fragancia de perfumes. Siempre con la misma pasión y dedicación con la que jugaba al tenis. Del frontón de Núñez hasta meterse en el salón de la fama. Esa es Gabriela Sabatini.