Por Santiago Ballatore
Hay cosas curiosas. Pero lo de San Lorenzo y Boedo, más que curioso, es impactante. En ese barrio el club no disputa un partido desde hace 40 años pero, sin embargo, sus hinchas lo sienten propio. Desde los más grandes, que lo vieron y disfrutaron, hasta los más chicos, que generaron ese sentido de pertenencia en base a recuerdos de esos que lo pisaron. Que los cuervos vuelvan a tener posesión de los terrenos de Avenida La Plata al 1700 es mucho más que un hecho anecdótico: se trata de una deuda que tenía la democracia hacia la institución y sus hinchas, que todavía sangran por la herida que dejó la última dictadura cívico militar.
El domingo 30 de junio no es un día común. Al menos no para todos. San Lorenzo está a punto de cerrar una etapa y dar comienzo a una muy importante para la historia. Pasadas las 23.59 horas, las tierras donde estaba ubicado El Viejo Gasómetro, o “Tierra Santa” para algunos, volverán a ser propiedad del club. El Carrefour que estuvo ubicado allí por décadas, lleva ya más de un mes sin funcionar.
A las 19.30 comienza la histórica jornada, el operativo retorno. Una misa en el Oratorio San Antonio es el puntapié inicial. Claro que ese no fue un lugar elegido al azar, ya que fue allí donde el Padre Lorenzo Massa fundó el club. Terminada la ceremonia, comienza la caravana hasta el destino final. En ese trayecto, los hinchas que están desde el principio, se unen con aquellos que, por diversas razones, no fueron a la misa. La alegría y, principalmente, la ansiedad están en el aire. Falta muy poco.
Son dos las puertas habilitadas para ingresar al predio, que está equipado con dos escenarios enfrentados. La gente, ansiosa, se desespera por tener su lugar en esta cita con la historia. Ni la organización esperaba que hubiera tanta gente como la que hay, caminando en multitud desde hace más de 20 cuadras. Algunos empujones en la entrada ensucian un poco el comienzo de la fiesta, pero afortunadamente no pasa a mayores.
Una vez adentro, el clima es totalmente distinto al que había en la entrada, metros atrás. Siendo las 21.30, comienza. “Cuando yo era chico, prácticamente vivía acá”, cuenta un señor, al borde las lágrimas, mientras suena el mítico “Señores, yo soy de un barrio, barrio de corazón. Señores, yo soy de Boedo, y soy hincha del Ciclón”.
Pasaron infinidad de cosas en ese cemento en el que están expectantes los hinchas. Campeonatos, algunos más recordados y otros menos. Los Matadores, dirigidos por el brasileño Tim, salieron campeones invictos en ese lugar. Los Carasucias, ese equipo de jóvenes que cautivó al fútbol argentino en 1964 a pesar de no haber conseguido el título, también dejaron su sello. Muchos más equipos pasaron, y vaya uno a saber los que quedan por venir.
Tango, poemas, cuentos. El arte volvió a Boedo, como si fuera un flashback de aquella escuela de escritores que vagaban por el barrio hace algunas décadas. Vicentico, junto a su hijo Florián, entona Vasos Vacíos, uno de los varios temas que los cuervos adaptaron para ser cantados en la cancha. “Soy del barrio de Boedo, y siempre lo voy a seguir. Aunque juegues en cualquier cancha, contigo yo tengo que ir”, cantan, mientras el cantante utiliza la letra original. En cualquier cancha. Como cuando el club no tenía una, y entonces iba haciendo propia cada una en la que hacía de local. En la A o en la B, eso no le importó a los hinchas que hicieron un tour de estadios de capital federal durante años.
El Bridagier Osvaldo Cacciatore, uno de los impulsores de la movida que había dejado a San Lorenzo sin terrenos, no es olvidado en la cabeza de los presentes. Incluso uno de los artistas que está arriba del escenario, dedica unos segundos de su canción a insultarlo. Y no es para menos. Casi llegando a la hora, la tensión va en subida. Lógico, San Lorenzo es Boedo y Boedo es San Lorenzo. Y a partir de las 12 de la noche, el alma va a volver al cuerpo. El club va a volver al barrio.
3, 2, 1… es la hora. El primer cántico de los hinchas es el esperado: “San Lorenzo ya volvió, se lo dedicamos a todos…”. Es el fin de una era. Años y años de gastadas por una razón que excedía al club, terminados. Llanto y sonrisas no faltan en el lugar, mientras que en el cielo se ven los fuegos artificiales que marcan el final de la jornada. De acá hasta que se construya el estadio hay todavía un camino, pero el paso que dio San Lorenzo fue muy importante. ¿De qué barrio son? De Boedo.