Por Facundo Scapparone
“Cuando me llamaron al doping tuve una incertidumbre de 20 minutos porque estaba lesionado y me venían infiltrando para poder jugar”.
Sergio Fabián Vázquez nació el 23 de noviembre de 1965 en la Provincia de Buenos Aires. Inició su carrera profesional a los 20 años en el Ferro de Timoteo Griguol. También vistió la camiseta de Racing, Rosario Central y Banfield, entre otros. En la década del 90 vivió el auge de su trayectoria deportiva: formó parte del seleccionado argentino bicampeón de la Copa América y disputó el Mundial de Estados Unidos. Tres años más tarde, en 1997, colgó los botines en el exótico Avispa Fukuoka de Japón. En la actualidad es el entrenador de las divisiones inferiores del club que lo vio dar sus primeros pasos como futbolista, pero hace exactamente 25 años no fue quien todos querían que sea: el responsable de la muestra FIFA 220 analizada por el Laboratorio Olímpico Analítico “Paul Zibbern” que daba positivo de efedrina y dejaba a Diego Maradona fuera de la Copa del Mundo.
El sábado 25 de junio de 1994, Argentina venció por 2-1 a Nigeria en la ciudad de Boston con goles de Claudio Paul Caniggia y quedó como único líder del Grupo D. Sin embargo, la noticia de ese día no pasaría por lo deportivo, aunque sí por un hecho que tuvo lugar dentro del campo de juego. Una vez finalizado el encuentro, Sue Carpenter, una de las auxiliares designadas por la FIFA para el control antidoping, llevó de la mano a Maradona a realizarse la prueba mientras era captada por todas las cámaras. Sergio Vázquez fue el otro integrante del plantel argentino que salió sorteado para someterse al examen. Lo que no sabían los casi 55.000 espectadores presentes en el Foxboro Stadium es que habían sido testigos del último partido de Diego con la albiceleste.
El 29 de junio la delegación argentina partió en un vuelo chárter rumbo a Dallas, donde el día siguiente se mediría con Bulgaria. El Boeing 737 de American Airlines hizo una escala en Baltimore, Maryland, para cargar combustible. Fue ahí donde un dirigente de la AFA que viajó con el equipo le comunicó al entrenador, Alfio Basile, que había un doping. El “Coco” no necesitó hacer preguntas para saber de quién se trataba. Una vez en el avión, se lo comunicó a Reinaldo Merlo, director técnico de las selecciones juveniles, y a Rubén Díaz, el ayudante de campo. Maradona y su círculo más íntimo ya estaban al tanto de la noticia.
A más de 8.000 kilómetros de distancia, en Buenos Aires, comenzaba a expandirse el rumor de un doping dentro del plantel argentino. No obstante, los corresponsales en Estados Unidos no tenían ninguna información al respecto. La redacción de Clarín ya había recibidos dos llamados con la intención de corroborar el dato. La incógnita que se planteaba era si pertenecía a Sergio Vázquez, quien había sido infiltrado y se encontraba tomando pastillas por una lesión en la rodilla, o a Diego Maradona, quien ya había dado positivo en 1991 jugando para el Napoli.
“Ver a una persona llorar desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana es muy duro”, relató Sergio Vázquez. El doping era del Diez. La sustancia prohibida era efedrina. ¿El causante? Un energizante de venta libre. “Yo no me drogué, me cortaron las piernas”, declaró Maradona luego de la conferencia de prensa del secretario general de la FIFA, Joseph Blatter, que le prohibía realizar toda actividad futbolística y anunciaba su separación de la lista por parte de la AFA.
El deseo colectivo de que la desgracia no cayera en el ídolo popular también significó un inconsciente anhelo que castigaba a Sergio Vázquez por el simple hecho de no ser Maradona. Deseos que trascendieron al propio jugador y que, por más genuinos que eran, implicaban una notoria falta de empatía. “Justo me había enterado hace muy poco tiempo que mi papá tenía cáncer, entonces quería darle la tranquilidad de que yo estaba bien y que no había sido un problema mío”, contó el Turco varios años después. Sin embargo, cuando fue consultado sobre qué le generaba esta situación, afirmó que “es entendible porque estamos hablando del mejor futbolista del mundo”.
El 30 de junio Argentina perdió 2-0 con Bulgaria y se clasificó a los octavos de final como uno de los mejores terceros. El 3 de julio el seleccionado volvió a ser derrotado, esta vez 3-2 frente Rumania, y se despidió prematuramente de un Mundial al que llegó como favorito.
“Lo malo fue que nos caímos todos anímicamente. Vimos a un amigo sufrir y eso nos perjudicó. No estuvimos a la altura y no hay excusas: nosotros fuimos culpables de la eliminación”, aseguró un autocrítico Sergio Vázquez 25 años después de uno de los sucesos más tristes del deporte nacional. A diferencia de varios de sus compañeros, el marcador central pudo dar vuelta la página.