Por Martín Fernández
Las jugadoras ingresan a la cancha y la presión en el ambiente empieza a sentirse. Los himnos empiezan a sonar en el Parc des Princes. Las jugadoras argentinas, abrazadas, tanto las que están dentro como las que están por fuera del campo de juego. Los ojos llorosos de Estefanía Banini, Agustina Barroso y Eliana Stábile son captados por las cámaras, así como el grito de guerra de Florencia Bonsegundo cuando terminan las estrofas del himno argentino. Las escocesas se posicionan en la cancha luego del sorteo, mientras que las argentinas se reúnen en ronda para la arenga antes de acomodarse. La árbitra da por iniciado el enfrentamiento que dejará a, por lo menos, una selección con los sueños rotos.
Argentina con presión en toda la cancha, a diferencia de lo ocurrido en los partidos anteriores, y la entrega de todas las jugadoras del equipo refleja su esperanza y ambición por alcanzar el objetivo. Sin embargo, Erin Cuthbert está decidida en arruinar las ilusiones del conjunto Albiceleste. Es a través de ella, asistiendo a Kim Little, que Escocia se adelanta en el marcador luego de la oportunidad desaprovechada por Soledad Jaimes y Mariana Larroquette.
El espíritu sudamericano se mantiene intacto durante el primer tiempo, pero el juego colectivo, la clave para ganar este partido, desarrollado por las europeas es el que prevalece.
En el segundo tiempo parece que la balanza se inclina hacia la costa oriental del Océano Atlántico. El conjunto Albiceleste parecía perder el rumbo cuando llegaron las anotaciones de Jennifer Beattie y Cuthbert, sucedidas por las sustituciones de Banini, la 10 argentina cuyos ojos nuevamente están al borde de las lágrimas, llenos de tristeza y desilusión.
También se retira Jaimes, la delantera icónica del seleccionado, y entra la joven Dalila Ippolito de 17 años. Parecería ser una especie de simbolización de un cambio generacional en los últimos 20 minutos de juego, En ese tiempo sólo hay lugar para la épica. Sólo para la épica.
Las ingresadas Ippolito y Menéndez se asocian en ataque para convertir el descuento. La energía y frescura de las nuevas caras dentro del campo de juego empiezan a hacer la diferencia; los cambios, que parecían significar la rendición para algunos, comienzan a demostrar la construcción de nuevas ideas ofensivas.
Bonsegundo, con su gran despliegue a lo largo y lo ancho durante todo el partido, pelea nuevamente por la pelota y termina disparando al arco forzada, en plena caída, depositando la pelota por encima de la arquera Alexander que no puede evitar que la pelota ingrese. 3 a 2.
El tiempo pasa y llega la jugada. Aldana Cometti aparece sorpresivamente ingresando al área y recibe una entrada que no es percibida por la colegiada, pero la tecnología está para intervenir cuando es necesario. El VAR, justiciero para algunos y detonador del deporte para otros, sentencia la pena máxima.
Parece un final de película. Bonsegundo, con la salida de Jaimes y Banini, es la encargada de acercar al conjunto Albiceleste a cumplir su objetivo. Cuando empezaba su carrera tenía los mismos ojos cristalinos que Banini, esos mismos ojos que observaron desde afuera cómo terminó contenido el disparo por la arquera europea. Pero el justiciero actúa nuevamente desde más allá del campo de juego, inconforme con el cumplimiento del nuevo reglamento FIFA, o quizá inconforme con el resultado del penal, ordena la repetición de la acción.
Bonsegundo, nuevamente, la encargada de ejecutar. Empieza a avanzar. A lo mejor se le pasó por la mente una vieja frase armada, “fuerte y al medio” dicen algunos. Esa fue la ejecución de la jugadora argentina que nuevamente terminó en el piso festejando cómo conectaba la pelota con el fondo de la red. Esa fue la sentencia del 3 a 3, la máxima remontada de un resultado adverso en la historia mundialista del fútbol femenino.
Las lágrimas llegaron finalmente, pero provenientes de ambos lados. Unas por la desilusión de quedarse afuera en su primera participación, otras por haber realizado una hazaña importantísima que, tristemente, puede llegar a ser inútil. Sin embargo, lo que no fue en vano, fue la demostración del carácter y ambición de la selección femenina para cumplir sus objetivos.