sábado, noviembre 23, 2024

Ramiro Castillo, un sueño que terminó en pesadilla

Por Juan Pablo Manera

Toda persona fanática del fútbol, sea o no jugadora, sueña desde chica con, alguna vez, calzarse la camiseta de su país y defenderla hasta con la última gota de transpiración para lograr un título y quedar marcado en algún punto de la historia.

Fue Bolivia la que, en 1997, logró alcanzar la última instancia de la Copa América por segunda vez en 72 años de vida futbolística. La Verde quería volver a repetir la gloria que había alcanzado en 1963, cuando se coronaban, por primera y única vez, campeones del certamen continental – después de dejar en el camino a Perú, Venezuela, Uruguay, Ecuador y México – los jugadores anhelaban el poder triunfar ante un Brasil lleno de estrellas y tocar el cielo con las manos, tal cual lo habían hecho sus antepasados en aquella época.

Llegó el 29 de junio, día designado por los organizadores para que los dos mejores del torneo jueguen entre sí con el objetivo de definir al nuevo conquistador de Sudamérica. El estadio era el Hernando Siles, ubicado en los casi 3600 metros de altura de La Paz. En los altoparlantes sonaban las formaciones de ambos equipos y la gente en el estadio se sorprendió al no escuchar el nombre de Ramiro Castillo, delantero, capitán y figura de la selección boliviana. Resulta que, poco antes del comienzo del encuentro, a Chocolatín le avisaron que su hijo había tenido que ser hospitalizado por un fuerte cuadro de hepatitis, por lo que decidió no jugar la final e ir a la clínica en donde estaba su niño. 2 días después, el pequeño de tan solo 7 años falleció.

Castillo, de 31 años de edad, se vio envuelto en un profundo estado de depresión y, 3 meses después de la tragedia, optó por no continuar. El 18 de octubre de 1997, fue hallado sin vida en su casa ubicada en la localidad de Achumani, al Sur de La Paz, con una corbata alrededor de su cuello.

Posterior al incidente, uno de los jugadores que formaba parte de la Selección de Bolivia en aquella Copa América, Erwin Sánchez, declaró de qué manera se vivió la situación en el vestuario y cómo afectó al rendimiento del equipo en la final (perdieron 3-1): “Fue un gran golpe para todos. Pocos conocen esta historia, fue muy triste para nosotros. Teníamos la ilusión de ganar la Copa jugando contra Brasil y con la presencia de nuestro pueblo. Todo fue cuesta abajo”.

Castillo era uno de los referentes de su país y uno de los que integró la lista de 23 de Bolivia en el Mundial de Estados Unidos en 1994, la última vez que la nación se clasificó a una Copa del Mundo. Tuvo un largo paso por el fútbol argentino, donde vistió las camisetas de Instituto de Córdoba, Argentinos Juniors, River Plate, Rosario Central y Platense –es el boliviano con más partidos jugados en nuestro país, con 146 apariciones y 10 goles convertidos-.

Un jugador con una extensa carrera y que todavía tenía mucho para dar. A minutos de tocar la gloria, pero con un final trágico a la vuelta de la esquina. Un sueño que terminó siendo una pesadilla.

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