viernes, abril 26, 2024

El demorado regreso de Japón a Sudamérica

Por Manuel Antuña

El lunes 17 de junio, la Selección de Japón jugará un partido que se postergó hace 2907 días. El lunes 17 de junio, Los Samuráis Azules disputarán su primer partido por la Copa América de Brasil 2019 ante Chile y, finalmente, volverán a hacer rodar la pelota por Sudamérica en un torneo oficial, como hicieron por primera vez en 1999 en Paraguay.

Cuando el árbitro dé la orden en el estadio Morumbí, se podrá jugar un encuentro que estaba inicialmente pactado para comenzar en San Salvador de Jujuy, una provincia que el combinado japonés no llegó a conocer.

El lunes 17 de junio, el equipo nacional que representa a las más de 3.000 islas que conforman el archipiélago ubicado en el Pacífico Norte, podrá finalmente presentarse a jugar el certamen que la naturaleza le impidió en 2011.

Era la hora 14:46 en todo el Estado del Japón. Era viernes, con lo cual las calles seguían congestionadas con oficinistas, comerciantes y turistas. Los jóvenes, en el colegio. Cuando el reloj llegó al segundo 23, las vidas de los 126 millones de ciudadanos nunca volvieron a ser las mismas. El suelo comenzó a temblar, no paró durante seis cortos minutos que debieron sentirse como una eternidad. La superficie, por la intensidad del movimiento, perdió propiedades físicas y comenzó a hundirse. El terremoto que ocurría, bautizado Tōhoku, no era como los que habían experimentado en los días previos, este era mucho más poderoso, el más fuerte que alguna vez azotó a Japón. La escala sismológica de magnitud de momento marcó que fue de 9,0.

Pero lo peor aún no había pasado. Luego del gran movimiento tectónico, le siguió un tsunami con olas que llegaron hasta los diez metros, que terminaron por arrasar con todo lo que tenían por delante, y que ocasionaron el 92% de todos los decesos por estas catástrofes naturales.

El saldo final marcó más de 15 mil muertos y más de 2 mil desaparecidos. Millones de personas desplazadas de sus hogares, y un país con serios destrozos en su infraestructura. El pueblo japonés tenía un largo camino por delante, se estimaba que le tomaría cinco años poder recuperarse, y que era incluso peor que las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Pero, fieles a su historia, no perdieron un segundo. En sólo seis días reconstruyeron una autovía completa, y un mes después ya habían restablecido los vuelos domésticos.

Sin embargo, a pesar del gran esfuerzo que hacían los japoneses para reactivar a su país tras la tragedia, debieron dejar de lado algunos compromisos. El Campeonato Mundial de patinaje sobre hielo, a disputarse en Tokio, debió ser trasladado a Moscú, por ejemplo. Pero su ausencia más recordada, fue la de la Copa América 2011, que se disputó en Argentina, y que de hecho compartía el grupo con el anfitrión.

El por entonces vigente campeón de la Copa de Asia se vio obligado a resignar sus chances de jugar su segunda Copa América, porque la liga local debió interrumpirse por los graves daños que atravesó el país en ese momento, y sus jugadores no estarían con el mismo ritmo que los sudamericanos. Fue por eso por lo que en su lugar ingresó Costa Rica.

Ya transcurrieron ocho largos años, y el horizonte es otro en el Estado del Sol naciente. Japón ha logrado sobreponerse frente a la adversidad natural, y continúa siendo uno de los países líderes en el mundo. En su Selección, también han ocurrido cambios de panorama. Ya no están las estrellas de Keisuke Honda,Yūto Nagatomo o Shinji Kagawa, sino que, actualmente, hay una renovación de jugadores en el seleccionado.

El entrenador, Hajime Moriyasu, tomó la determinación a principios de año, cuando armó al plantel que culminó subcampeón en la Copa de Asia ante Catar. Ahora fueron convocados 17 jugadores que no tuvieron rodaje en la Selección Mayor, únicamente en los seleccionados juveniles, y que estarán disputando sus primeros encuentros oficiales con el manto azul.

Muchos de estos nuevos jugadores, apenas superan los 22 años. Lo que significa que la mayoría de ellos tenían alrededor de 14, cuando Tōhoku sacudió a su nación en 2011. Eran jóvenes que iban a clases y no debían imaginar lo que estaba por ocurrir. Inclusive, Takefusa Kubo, el más chico del grupo, solo tenía nueve años, y era un pequeño que concurría a una escuela primaria.

Luego del temor más grande de sus vidas, los muchachos pudieron seguir con el fútbol. Hasta algunos como Naomichi Ueda y Shoya Nakajima, fueron a jugar el Mundial sub-17 ese mismo año a México, en donde llegaron hasta cuartos de final.

No será un certamen más para Japón. No sólo porque busca darles minutos a sus jóvenes promesas, no sólo porque tiene la oportunidad de sumar un título histórico a sus vitrinas, ni siquiera porque se encuentra con la chance de demostrar el crecimiento del fútbol en el continente asiático.

Cuando el próximo 17 de junio Japón enfrente a Chile, esta nueva generación de jugadores hará aquello que esperaba ver de sus ídolos, que los fanáticos nipones del fútbol no pudieron disfrutar en su momento. El 17 de junio, los pibes de Japón vuelven a jugar una Copa América.

Más notas