Por Franco Sommantico
El movimiento de sus pies pareció un poco dubitativo mientras se aproximaba al balón. Tal vez se distrajo con el movimiento de Scurry, si es que esta última se movió antes de tiempo. Después de todo, no había habido ningún pitido.
Así describió Gay Talese en su libro “La vida de un escritor” el penal que erró Liu Ying (o que atajó Briana Scurry) en la final de la copa del mundo de fútbol femenino de 1999. Estados Unidos y China llegaban a esa final en medio de fuertes confrontaciones políticas. Algunos meses antes, los yanquis habían bombardeado la embajada china en Belgrado mientras participaban en la ofensiva de la OTAN contra los serbios en Yugoslavia, sumando daños que alcanzaron la cifra de veintiocho millones de dólares y al menos tres muertos. Los chinos, por su parte, les respondieron de la misma manera. Atacaron con piedras y bombas molotov la embajada de Estados Unidos en Pekín, pero se quedaron cortos con los daños, ya que la cifra de lo que destruyeron rondó los dos millones de dólares. Debido a este tipo de situaciones corrió peligro la presencia del seleccionado chino en aquel mundial. Los directivos del partido chino amagaron más de una vez con suspender el viaje y abandonar la competencia como gesto político que demostrara su animadversión. Gracias al apriete de los patrocinadores, que intuían una posible final entre estos dos seleccionados y que vieron en el morbo de los enfrentamientos armados una posibilidad de llenarse los bolsillos, creyendo que eso atraería más público, hicieron lo necesario para que china participe. Y les salió perfecto, porque no solo participó sino que llegó a la final (contra Estados Unidos) y perdió por penales, para alegría de los patrocinadores, en la que fue, quizá, la definición más emocionante que se haya visto en el fútbol femenino.
Gay Talese, que ese día por casualidad estaba viendo el partido, cuenta en su libro que no podía pensar en otra cosa que en la jóven Liu Ying, que vistiendo la camiseta número trece había errado el tercer penal que permitió la victoria de Estados Unidos, con todo lo que eso significaba. Dice que sintió una tristeza inmensa por aquella joven y enseguida comenzó a preguntarse cómo continuaría su vida a partir de ese momento.
¿Con cuánto entusiasmo recibirían a esta chica en particular en china? ¿Qué le diría su familia, cuál sería la reacción de la gente que vivía en su vecindario y de los hombres que dirigían los organismos del régimen encargados de los deportes?
Sin embargo, existe una notoria contradicción entre los sentimientos que él dice haber sentido y lo que escribe algunos años después. Porque si bien al principio se puso del lado de la víctima y se obsesionó con ella hasta el punto de viajar a China para preguntarle sobre ese penal, por otro lado escribió “la tercera jugadora designada para lanzar, Liu Ying, tuvo menos suerte” ¡como si el azar hubiera influido en el tiro de Liu Ying y no los dos metros que se adelantó Briana Scurry! Gay Talese reconoció no saber nada de fútbol, ni siquiera las reglas, pero no hace falta saber algo de fútbol para darse cuenta de que lo que hizo la arquera no está permitido. Las imágenes son más que elocuentes, pero Talese, en su texto, lo pasó por alto, y hasta lo puso en duda con la frase “si es que esta última se movió antes de tiempo”. Terminó por hacerse el desentendido cuando escribió “después de todo, no había habido ningún pitido”. La única razón por la que no hubo ningún pitido (e intuyo que Talese lo sabía, pero prefirió no ponerlo) fue porque el partido se jugó en el Rose Bowl de Pasadena, en California, ante la mirada de más de noventa mil norteamericanos. La única razón, insisto, por la cual ese penal no se pateó devuelta fue porque si no ganaba Estados Unidos esa tarde se iba a armar un escándalo de película. Sea cual fuera la verdadera opinión de Talese, la pregunta que él se plantea, “¿Qué fue de la vida de Liu Ying?”, no deja de ser interesante e invita a repreguntarse lo siguiente “¿Qué fue de la selección china después de Liu Ying?”
Según el ranking confeccionado por la FIFA el seleccionado chino ocupa el puesto número dieciséis. Remitiéndonos a este ranking se podría afirmar que el fútbol femenino chino después de Liu Ying ha entrado en decadencia y perdido protagonismo. Los catorce puestos que descendió y que la misma página de la FIFA ponga en duda sus chances de avanzar de ronda son un claro ejemplo. Sin embargo, desde adentro el sentimiento es otro. Sun Wen, subcampeona del mundo en 1999 y bota de oro, dice en una entrevista para FIFA TV que al recordar el penal de aquella tarde tiene sensaciones encontradas: “Espero que las próximas generaciones puedan llevar a cabo nuestro sueño, dice, quizá algún día se coronen campeonas y levanten el trofeo”. Para los chinos es importantísimo el desarrollo de las categorías juveniles porque están convencidos de que esa es la manera de seguir adelante. Un ejemplo que denota la importancia que le dan y expone la manera de pensar en términos de igualdad que tienen es el primer acercamiento de Sun Wen al fútbol, cuando apenas tenía nueve años y estaba en el colegio. “Un profesor nos pidió que jugáramos todos juntos al fútbol, -dice- tanto varones como mujeres. El profesor de la clase vio lo mucho que amábamos jugar al fútbol y nos pidió que compartiéramos en un torneo que se llevaba a cabo en la ciudad”. De ahí siguió jugando hasta que se convirtió en profesional (el fútbol femenino ya era profesional). Ahora es entrenadora y se ocupa de fomentar el deporte y su desarrollo.
Si las chinas se sienten con posibilidades de ganar, pese al amargado pronóstico que auguró la FIFA para ellas, gran parte es por la presencia de su jugadora estrella Li Ying. Con la diez en la espalda fue fundamental para la clasificación a este mundial y para el tercer puesto que lograron en la Copa Asiática de 2018, donde marcó siete goles en cinco partidos. Cuando Liu Ying erró el penal aquella tarde de julio de 1999, Li Ying tenía apenas tres años. Desconozco si durante su juventud habrá cargado con el estigma de llamarse casi igual que su desafortunada compatriota. Esperemos que, si así fuera, logre redimirse. Después de todo su compatriota se llamaba Liu Ying, con u al final. Quizá en esa u radicaba la mala fortuna de la que hablaba Gay Talese y, en el hipotético caso de que a Li Ying le toque patear un penal, imagino que podrá convertirlo, a menos que la arquera se adelante y no se oiga ningún pitido.