viernes, noviembre 22, 2024

Corea del Sur: de chamanas a Ángeles Rojos

Por Manuel Antuña

La religión tradicional en la península de Corea es el chamanismo, que data incluso de antes que los distintos reinos de la región se unificarán en un solo país. Esta fe depende mucho del chamán o chamana, que realiza distintos rituales como intermediario entre el mundo de los espíritus y el de los seres humanos. En Corea, las mujeres son quienes mayoritariamente ocupan ese rol. Y en un principio reflejaba el lugar que ocupaban dentro de la sociedad.

En el reino de Silla, por ejemplo, mujeres y hombres ostentaban los mismos derechos, no había una discriminación en base al sexo. Incluso en la realeza estaba permitido que la línea sucesoria podía continuarse con mujeres a la cabeza, y de esa forma llegaron a haber tres reinas en Corea.

Sin embargo, a partir de la irrupción del budismo en el siglo IV y, sobre todo,del confucionismo desde 1392, el sexo femenino fue perdiendo libertades y protagonismo en la península. Paulatinamente fue instaurándose un régimen patriarcal en el cual la mujer debía obedecer a su padre, luego a su esposo y, en caso de enviudar, a su hijo. Inclusive no eran consideradas madres a menos que dieran a luz a un varón para su pareja.

En ese contexto, hacer cualquier tipo de deporte o actividad física era inconcebible, ya que estaba “pactado” que debían resguardarse en el ambiente familiar o, a lo sumo, en el religioso. Cuando se intentó enseñar gimnasia por primera vez a las jóvenes del colegio Ewha, se generó un conflicto sin precedentes. No solo se trató lo ocurrido como inapropiado, sino también como inmoral. Los padres de las chicas que concurrieron a las clases fueron a la institución buscando proteger el honor de sus antepasados. Luego procedieron a remover a sus hijas del lugar, y las familias que tenían hijos en edad para desposar juraron que nunca elegirían a una joven que hubiese osado levantar los brazos y piernas en el aire.

Recién en 1911 las autoridades nacionales permitieron que las estudiantes pudieran realizar algunos deportes como gimnasia, básquet y tenis, pero únicamente porque eran vistos como “femeninos”. El fútbol, al ser considerado completamente “masculino”, quedaba fuera del alcance de cualquier chica que tuviese intenciones de patear una pelota.

A pesar de eso, en 1948 se intentó introducir al fútbol femenino en la sociedad surcoreana a través de un evento nacional enfocado en el deporte para niñas y mujeres. Solamente se presentaron cuatro equipos a participar, y, lamentablemente, no logró dejar una buena imagen en el público. Tan disgustados quedaron que insistieron para que el fútbol femenino no fuese una disciplina en las siguientes ediciones. Y fue así como se tomó la decisión de disolver a esos pocos conjuntos de jóvenes que hicieron historia, al ser las primeras en lograr jugar al fútbol en Corea del Sur.

El sueño de ver a las mujeres surcoreanas corriendo detrás de un balón pasó por un gran letargo. En 1974 se probó una vez más tratar de establecer que estaba bien que 22 chicas pudieran jugar al fútbol, con los Juegos Nacionales de Fútbol Femenino, pero no hubo caso. Los representantes de las entidades masculinas no estaban interesados, el público no les prestó atención, y los medios ridiculizaron a todas aquellas que formaron parte del evento describiéndolo como “no pedagógico y feo”.

Finalmente, Corea del Sur no accedió al cambio, sino que fue forzado. En 1990, para los Juegos Asiáticos de Beijing se tomó la determinación de incluir al fútbol femenino en la lista de disciplinas, por la gran repercusión que comenzaba a tener a nivel mundial. Pero, luego de tanta negligencia y negación, cuando llegó el momento de armar la lista de convocadas para ir a competir a China se encontraron con que no había futbolistas, y debieron improvisar un equipo con deportistas de hockey, taekwondo y atletismo. Aquella Selección perdió por goleada ante Japón, China, Corea del Norte y Taiwán. Aunque antes de marcharse consiguieron ganarle 1 a 0 a Hong Kong. Ese combinado que surgió a último momento cosechó mucho más que una victoria ese 6 de octubre. Lograron sembrar la semilla de la cual floreció el presente que vive el fútbol femenino en Corea del Sur.

A partir de allí se expandió velozmente la fiebre por el fútbol femenino. Los colegios y las corporaciones de Corea del Sur comenzaron a formar equipos y a organizar competiciones en donde se enfrentaran. Tan rápido fue el crecimiento que en los Juegos Asiáticos de 1994 consiguieron el cuarto puesto, y en la Copa de Asia de 1995 repitieron posición.

Un equipo fundamental que ayudó a la consolidación del fútbol femenino fue el Incheon Hyundai Steel Red Angels, el primer club profesional de Corea del Sur, fundado en diciembre de 1993. Los “Ángeles Rojos” son la institución que más jugadoras ha enviado al seleccionado, la que concentra a las mejores deportistas surcoreanas y la que más veces ha ganado la liga profesional -seis veces- desde su constitución en 2009.

La Selección femenina ya participó en dos Mundiales, este será el tercero, y no es para menospreciar lo que han conseguido las jugadoras de Corea del Sur. En el chamanismo existe la creencia de que, para que se realice la propia unión entre el mundo de los espíritus y el de los seres vivos, debe haber algún conflicto. Puntualmente se habla de dolor, muerte y resurrección. El dolor existió cuando intentaron trasgredir sin éxito las reglas impuestas, hubo una muerte simbólica por todos los años en los que estaba prohibido, o mal visto, jugar al fútbol, y en 1990 aconteció esta resurrección. Y si bien las futbolistas como Ji So-yun no cuadran en el concepto tradicional de chamana, ella y el resto de las jugadoras son intermediarias entre el mundo del fútbol femenino y la sociedad coreana.

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