viernes, noviembre 22, 2024

La razón de su intervención

Por Daniel Melluso

Dieciocho de junio de 1952. En la sede social del club Estudiantes de La Plata, a la mañana, ingresa Luis Felipe Suárez, delegado de la Confederación General del Trabajo (CGT). El sindicalista junto a otros miembros de la Central obrera irrumpen la paz del establecimiento a los gritos: “¿Dónde están los libros?”. Esos libros no eran ni más ni menos que 2.000 ejemplares de La Razón de Mi Vida, autobiografía de la por entonces Primera Dama de la Argentina, Eva Duarte de Perón. Estos habían sido otorgados por la Provincia de Buenos Aires con el objetivo de que la institución platense los distribuyera entre sus socios.

Con la presencia de un fotógrafo, Suárez se encamina hacia el lugar donde estaban, supuestamente, los libros. El sindicalista los encuentra y le pide a su acompañante que capture una imagen como prueba. He aquí el punto de inflexión que culminará, ese mismo día, con la renuncia de seis dirigentes de Estudiantes, entre ellos el presidente César Ferri.

Estudiantes, en aquella época, no tenía un buen andar económico ni deportivo. El club le debía cinco meses de sueldo a los jugadores del primer equipo y, además, estaba en los últimos puestos del torneo. A esto se le sumaba la incapacidad de conseguir nuevos recursos, puesto que había realizado pedidos formales a bancos para obtener créditos, pero fueron continuamente rechazados.

Tras lo acontecido a la mañana, Suárez convocó a un paro total en La Plata de todos los gremios afiliados a la CGT y a una manifestación en la Plaza San Martín, ubicada en el centro de la ciudad de las diagonales. La manifestación fue al mediodía, a la que acudieron no más de 2.000 personas en repudio a lo hecho por Estudiantes. Por la tarde, gran parte de la comisión directiva del Pincha, encabezada por el presidente, se presentó en la sede de la CGT. Allí los dirigentes explicaron que tenían archivados los ejemplares porque aún no tenían definido el destino de los mismos. A los sindicalistas no les gustó lo expuesto por los directivos, por lo que exigieron su renuncia. Tras idas y vueltas, ese mismo día, la gran totalidad de la cúpula dirigencial fue obligada a abandonar sus funciones.

El 23 de junio, finalmente, con la presencias del intendente de la ciudad, de gran parte de la CGT y Carlos Insúa, presidente del club Gimnasia y Esgrima La Plata, se celebró un acto en la sede social estudiantil, en el que se entonaron la marcha peronista y el himno nacional, el descubrimiento de los retratos de Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, y, a la vez, se proclamó la intervención peronista a la institución, cuyo presidente sería Mario Sbuscio.

A partir de este momento, el club estaría gobernado por socios, pero sin legitimación en las urnas. Todo este proceder desprolijo estaba justificado por el decreto 101, promulgado por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé. La primera acción de la nueva comisión directiva fue la repartición de ejemplares del libro autobiográfico de la Primera Dama argentina en cada partido amistoso que el plantel profesional disputara.

Eva Duarte había sido diagnosticada de cáncer de útero unos meses atrás, y el ocultamiento de los libros había sido tomado como una ofensa grave, aún más por la situación delicada que estaba pasando la esposa del presidente Perón. El 26 de julio, el irremediable final llegó, Evita murió. Dos semanas después, el 8 de agosto, la Legislatura bonaerense sancionó una ley que le cambiaba el nombre a La Plata: a partir de ese momento, sería denominada ciudad Eva Perón.

Estudiantes no estuvo exento a este hecho, y cambió su nombre a Estudiantes de Eva Perón. Esto duró hasta 1955, año en el cual la autodenominada Revolución Libertadora le hizo un golpe de estado al General Perón, presidente electo por el voto popupar en 1951.

En este contexto de vaivenes políticos e incertidumbre económica, Estudiantes disputaba el torneo de Primera División. Tras las ventas de las figuras del plantel como Manuel Pelegrina, Gabriel Ogando y Ricardo Infante, entre otros, a Huracán, el Pincha se vio obligado a jugar con futbolistas de la Tercera y Cuarta. En ese interín, gracias al desarme del primer equipo, la comisión directiva interventora saldó la deuda que tenía la institución con los futbolistas.

De igual manera, los malos resultados deportivos precipitaron la salida de los interventores. La solución fue la creación de una lista única. El 13 de junio de 1953, ante un poco más de 700 socios, asumió Raúl Caro Betelú, quien era miembro de la Suprema Corte de Justicia provincial. A pesar de esto, el descenso a la Primera B fue irremediable: Estudiantes culminó con 22 puntos, igual cantidad que poseía Newell´s, pero con una peor diferencia de gol.

Un año después, el Pincha ascendió a la máxima categoría del fútbol argentino, pero esa historia no viene al caso.

Aquí culminó la etapa más negra de Estudiantes desde su nacimiento, el 4 de agosto de 1905, hasta la actualidad. El descenso a la Primera B, por primera vez, fue el resultado de un sinfín de malos manejos dirigenciales, a los que se le sumaron los atropellos del Poder Ejecutivo Nacional y Provincial. El libro La Razón de Mi Vida fue la excusa perfecta para apropiarse de un club que, históricamente, se negó a la ideología peronista.

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