viernes, abril 19, 2024

En las sombras llevó a Estudiantes a la cima del mundo

Por Daniel Melluso

Un quinquenio, según la Real Academia Española (RAE), es un período de cinco años. Ese es el tiempo que le llevó a Estudiantes de La Plata romper estructuras de la época y llevar a cabo una revolución que culminaría con la obtención de la Copa Intercontinental de 1968 ante el Manchester United. Este logro fue la frutilla del postre que venían cocinando, desde 1963, Mariano Mangano (presidente) y Miguel Ubaldo Ignomirielo (coordinador de juveniles y entrenador de la Tercera), al que luego, por recomendación de este último, se sumó Osvaldo Zubeldía (director técnico de la Primera).

En Estudiantes, se llama quinquenio de oro al tiempo comprendido entre 1964 y 1968, inclusive. En ese lapso el club platense cosechó logros impensados en aquella época por una institución de las denominadas chicas: en 1964 culminó segundo en Tercera y campeón en Cuarta; en 1965 fue primero en Tercera; en 1966, el Pincha gana de manera invicta el primer torneo nocturno televisado, una iniciativa de Independiente de Avellaneda, Canal Trece y el periodista Alfredo Rütschi. A esto se le suman los títulos de Quinta y de Reserva, esta última con 100 por ciento de jugadores del club; en 1967 logra su primer torneo profesional de liga, adjudicándose el Metropolitano y siendo, además, segundo e invicto en el Nacional; y en 1968 se apodera de las copas Libertadores e Intercontinental. Es más, si se alarga el período de tiempo hasta 1970, Estudiantes se coronó en 18 competiciones juveniles, lo cual es una proeza jamás igualada por ningún equipo hasta la actualidad.

De igual manera, esta historia comienza el 31 de marzo de 1963, fecha en la que Ignomirielo se hace cargo de las juveniles pincharratas. Un año antes el equipo había hecho una pésima campaña tanto en Primera como en Tercera. El contexto deportivo era malo, y la infraestructura también: no había cancha auxiliar para que se entrenaran las categorías juveniles, las que tampoco contaban con utilería propia ni cuerpo médico. El entrenador no tenía su oficina para planificar el trabajo diario, y los jugadores debían traer su ropa, ya que el club no podía brindársela.

“Lo primero que hice fue conseguir la utilería, luego la ropa y, a la vez, obtuve una oficina y un médico que se dedicara diariamente al cuidado de los jugadores”, cuenta Ignomirielo. El experimentado formador y seleccionador de futbolistas tiene 91 años, y recuerda con lujo de detalles lo que ocurría por aquellos tiempos: “Todas estas cosas las conseguí durante mi primer año en el club gracias al apoyo y colaboración de socios caracterizados. Igualmente, el mayor éxito fue la creación de una cancha auxiliar, que fue la primera en el país en ser avalada por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)”.

Ignomirielo trajo a Estudiantes un método jamás utilizado hasta ese momento en el fútbol argentino y que era mal visto por sus colegas. El mencionado método no era nada más ni nada menos que una doble jornada laboral. La misma estaba compuesta por seis horas diarias, divididas en tres horas a la mañana y otras tres a la tarde. “Nosotros conseguimos aquellos logros por una razón: la suma de trabajo. Entrenábamos cinco días durante seis horas cada uno. Esto equivalía a 30 horas semanales y 120 mensuales. Si saco la cuenta a 11 meses son más de 1.300. No hubo un equipo ni antes ni ahora que se haya dedicado tanto tiempo a los juveniles”, explica Ignomirielo, quien desde su llegada en marzo de 1963 hasta su partida en julio de 1966 le brindó más de 16.000 horas a la institución de La Plata.

Antes de poner en marcha su idea, el entrenador tuvo que sortear con otro difícil obstáculo: el tiempo que disponían los futbolistas. “Nuestro problema era que la mayoría de los jugadores eran trabajadores en relación de dependencia. A partir de esto, convencí al presidente para que destine 70.000 pesos, los cuales provenían del salario de un futbolista que había quedado libre, para los juveniles. Con ese dinero, se armaron 14 becas de 5.000 pesos y recién ahí se pudo llevar a cabo la doble jornada de labor”, indica Ignomirielo.

En 1964, la Tercera que dirigía Don Miguel logra el subcampeonato con 46 puntos y revierte las malas campañas anteriores: 11 puntos en el ´62 y 21 en el ´63. Ese equipo del ´64 fue denominado como la Tercera que mata, en alusión a lo infalible que era ese conjunto de futbolistas cuando tenía un rival enfrente. La base de este equipo se mantuvo, para, al año siguiente, coronarse campeón. Alberto Poletti, Carlos Pachamé, Oscar Malbernat y Eduardo Luján Manera son algunos de las personalidades de esta Tercera, que tres años después conquistarían la Copa del Mundo. Con 53 puntos y 94 goles a favor, el equipo se consagró. “Cuando ganamos fueron todos los hinchas a festejar al Centro”, rememora sonriente el exentrenador.

Al inicio de 1965, el 17 de enero, se incorpora Osvaldo Zubeldía como entrenador del primer equipo. El juninense llega a Estudiantes por sugerencia de Ignomirielo al presidente Mangano. “En una reunión que se hacía a finales de todos los años, Don Mariano me preguntó sobre Zubeldía y yo le dije que era el indicado. La reunión fue en diciembre del ´64 y al mes siguiente llegó Osvaldo”, explica Ignomirielo.

La llegada de Zubeldía es el punto de inflexión para Estudiantes que lo catapultará en la cima del fútbol. Al mando del juninense, el Pincha ganará un título nacional (Metropolitano 1967) y cinco internacionales (las ediciones ´68,´69 y ´70 de la Copa Libertadores, la Copa Interamericana 1969 y la Copa Intercontinental 1968).

El quinquenio culmina, como no puede ser de otra manera, el 16 de octubre de 1968, con el empate 1 a 1 ante Manchester United en el mítico estadio de Old Trafford, que consagró a Estudiantes a partir del 1 a 0 a favor del partido de ida disputado en La Bombonera 21 días antes.

En el Estudiantes de la década del ´60, lo visible y palpable eran los resultados deportivos, pero es importante remarcar que estos fueron producto de un arduo e incansable trabajo. Primeramente lo soñó Mariano Mangano, luego, lo llevó a la práctica Miguel Ubaldo Ignomirielo y, por último, lo coronó Osvaldo Zubeldía.

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