jueves, noviembre 21, 2024

Las manos de Dios

Ya está adentro. Maxi convierte el último penal y sale corriendo. Argentina, tras 24 años de angustia y frustraciones, vuelve a ser finalista de un Mundial. El domingo, en el mítico Maracaná de Rio de Janeiro, Messi tendrá la oportunidad de su vida. Los jugadores se sacan la camiseta y, de cara a una tribuna pintada de celeste y blanco, aún tienen fuerzas para gritar y festejar tras 120 minutos durísimos ante Holanda, en lo que fue hasta aquí el partido más luchado del certamen para los de Sabella. En los penales, Chiquito Romero se agigantó y contuvo dos de los cuatro disparos que ejecutaron los de Van Gaal. “Es suerte”, dijo con lágrimas en los ojos el arquero que tan cuestionado fuera en la previa de la Copa.

Más de 60 mil personas fueron testigos de la hazaña en el Arena Corinthians de São Paulo. No estaban entre ellas la Reina Máxima de Holanda ni su familia por cuestiones diplomáticas. Es que ella, claro, como argentina hubiera disfrutado de una manera políticamente incorrecta la victoria que depositó al seleccionado de Sabella en la final de la Copa del Mundo. Justamente, aquella última vez en 1990 fue ante el rival del domingo en el Maracaná: Alemania.

Con el público dividido entre argentinos, holandeses y brasileños vestidos de naranja, los silbidos y el aliento se dividieron equitativamente entre ambos equipos mientras se estudiaban. Sin embargo, la guapeza de Enzo Pérezcomenzó a silenciar lentamente el grito de “Ole” emitido por los locales; los mismos que ayer lloraron los siete goles que sus que muchachitos se comieron con Alemania. De repente, todo cambio y lo único que se pasó a escuchar fue el ya popular “Brasil, decime que se siente…“.

A partir de la firmeza de Mascherano en el centro de la cancha, el equipo de Sabella no permitió que Holanda tuviera la pelota en el campo argentino y logró explotar la banda derecha con veloces escapadas de Lavezzi. Sin embargo, un choque de cabezas con Wijnaldum a los 26 minutos del primer tiempo paralizó el corazón de los argentinos al ver como el capitán sin cinta del seleccionado se desplomaba sobre el verde césped. El aire volvió a los pulmones albicelestes cuando eludió con una gambeta la presión rival y salió jugando en una clara demostración de mantener la lucidez pese al incidente.

Nuevamente, y al igual que en todo el Mundial, el árbitro, que en esta oportunidad fue el turco Cuneyt Cakin, no amonestó tras duras infracciones ni a Demichelis ni a Martins Indi en un lapso menor a dos minutos y generó que la violencia en el partido aumentara al punto que terminó mostrándole la tarjeta al zaguero holandés poco antes del final del primer tiempo.

El segundo tiempo comenzó con una cuestionable labor del árbitro, que debió amonestar a De Vrij al minuto de juego y luego le sacó tarjeta a Demichelis por protestar una clara simulación de Robben que el referí sancionó como infracción.

A los 30 minutos, Enzo Pérez habilitó a Higuaín en lo que fue la situación más clara del encuentro. Una oportunidad que ponía al equipo de Sabella en la final. El grito desaforado de la hinchada se vio ahogado por el árbitro asistente que sancionó una posición adelantada inexistente que truncó la ilusión de los argentinos. Al menos, temporalmente.

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