sábado, octubre 12, 2024

El sueño más largo

En ese momento el país cerró los ojos. Sabían que con ese gol todo se había terminado. Que importaba si quedaban 7, 8 o 9 minutos. El pueblo quería que esa pesadilla se acabara. Toda esa presión de nerviosismo que se sentía en el pecho terminó explotando con el gol del joven alemán que sentenció el futuro de Argentina. Los bares estaban repletos de gente que había coordinado con sus familiares y amigos el festejo del título más preciado. El trofeo que levantamos hace 28 años y cada vez parece más inalcanzable.

Durante la etapa de Eliminatorias en las que la selección de Alejandro Sabella se regocijaba con un juego vistoso, los expertos ya se imaginaban e ilusionaban con lo que podía pasar en la Copa del Mundo. “Si nos meten 3, nosotros tenemos que meter 4”, era una de las frases más escuchadas por parte de los eruditos del fútbol. Que la defensa sería el punto más flojo y la delantera iba a ser el arma de doble filo. Sin embargo, todo se terminó dando muy distinto a lo que imaginaba el público. De por sí, el equipo albiceleste salió del país criticado por el estado físico de algunos jugadores y por la lista de 23 que conformó días previos al 12 de junio. La poca participación de Sergio Romero y el bajo nivel de Marcos Rojo en la selección eran algunos de los aspectos a reprochar por el público nacional.

El primer duelo fue ante Bosnia. Aquel conjunto europeo del que poco se sabía, pero con el que Argentina se había enfrentado tiempo antes del sorteo. El entrenador sorprendió plantando una línea de cinco defensores, un mediocampo sin Fernando Gago y una delantera sin Gonzalo Higuaín. Ese fue el peor partido en todo el Mundial. El equipo se sentía incómodo con la pelota, la última línea estaba muy cerca del arco y la poca presencia de jugadores en ataque invitaba a malograr las jugadas de peligro. En el entretiempo, a pesar de la victoria parcial, el director técnico sorprendió y mandó a la cancha al 9 y al volante central de Boca. Si bien Argentina no jugó bien, el equipo mejoró. “A veces son errores míos”, sorprendió a más de uno Sabella al ser crítico consigo mismo.

La segunda parada fue Belo Horizonte, en donde el rival fue Irán. En la previa y sin un serio análisis, el equipo nacional era gran candidato a quedarse con los 3 puntos y por goleada. Sin embargo, la historia fue adversa. El seleccionado nacional se enfrentó con un conjunto que proponía poco juego y que apostaba a sus veloces contraatacantes. Planteando un 4-3-3, Sabella armó el esquema que tanto querían jugadores, periodistas e hinchas; pero el equipo albiceleste nuevamente no tuvo certeras ocasiones de gol. En muchas oportunidades, Romero fue quien tuvo que responder ante una defensa que no le otorgaba garantías ante los remates iraníes. Sin embargo, cuando todo parecía que culminaba en un triste empate, una genialidad de Lionel Messi salvó a Argentina en el minuto 90. “Gracias a dios el enano frotó la lámpara y pudimos ganar”, reconoció el guardavallas argentino que le dio más de una vida a sus compañeros. Luego concluyó con la humildad que lo caracteriza: “Yo trato de ayudar a mis compañeros, gracias a Dios yo pude meter la mano y no entró”.

A medida que corrían los días y se comparaba a Argentina con otros equipos, las palabras miedo y fracaso empezaban a ser recurrentes en las frases de los hinchas. Se creía que el próximo rival, Nigeria, iba a apostar más que Irán y Bosnia y el seleccionado tendría más espacios, y así terminó siendo. Con dos goles de Messi y uno de Rojo, motivo de muchas parodias en las redes sociales; el equipo de Sabella pudo romper con esa mala racha en la que era recurrente no convertir en demasía. Sin embargo, dos tantos de Nigeria pusieron en jaque a la defensa nacional. Al igual que en el partido ante Bosnia, los goles fueron por el costado derecho.

Argentina avanzaba de ronda y algunas sorpresivas figuras tomaban fuerza con el correr de los partidos: Romero y Rojo se acoplaban a Messi y a Javier Mascherano como los hombres más importantes.

En octavos tocó Suiza. Fue un encuentro muy cerrado, en el que el diez volvió a resolver con su vara mágica. Cuando agonizaba el suplementario, asistió a Ángel Di María para que concretara el 1 a 0 final.

En cuartos llegó Bélgica y también los cambios. En este encuentro se empezó a ver el equipo que cerró la Copa del Mundo. Los once con los que Sabella se sintió más cómodo. Martín Demichelis Lucas Biglia se sumaron a la modificación de Ezequiel Lavezzi en el partido anterior. Un 4-4-2 bien definido. Con este esquema, Argentina no regaló nada en lo defensivo y apostó a las contras que protagonizaban Di María y el Pocho por los costados. Si bien ganó con un gol del 9, el seleccionado perdió a dos piezas claves: Rojo, por doble amonestación, y al rosarino que milita en Real Madrid, quien se perdería el resto de la Copa por una lesión.

Argentina seguía avanzando a paso firme y las expectativas crecían. Después de 24 años, el seleccionado se encontró con la semifinal. Para muchos ya no importaba el resultado de esa última semana. Holanda, el rival de turno, era un equipo duro al que iba a ser difícil de enfrentar. Sin embargo, en el plantel y en los hinchas quedaba esa cuota de fe. Era el último empujón hacia el domingo. Entrando en el análisis del cotejo, se notó que los entrenadores eran los más tácticos del Mundial. Fueron 120 minutos en los que no dieron brazo a torcer. Con un Mascherano que parecía estar en más de un lugar a la vez, salvó al país de la derrota en los últimos minutos. En ese cruce con Robben, la pierna del Jefe parecía tener algunos centímetros más de los que realmente mide. Parecía verdad esa alocada teoría que decía que tenía un motor dentro del cuerpo.

Llegó el pitazo del árbitro y llegaron los penales. Nadie quería ver el fusilamiento. Más de uno recordaba los cuartos ante Alemania en 2006 o aquella Copa América en la que Romero no pudo atajar ninguno. Sin embargo, a varios se les escapó una lágrima con esas voladas de Chiquito. Esos recuerdos tristes de eliminaciones, se transformaron en las atajadas de Goycochea en el ’90. Parecía una locura, un sueño que nadie imaginó, pero Argentina estaba en la final.

Más allá de un posible análisis, el seleccionado de Sabella estuvo a la altura de una instancia como la que se vivió el domingo ante Alemania, un conocido en las finales. Por ahí la historia era otra si Higuaín, Palacio o Messi convertían o si el tano Nicola Rizzolicobraba esa violenta falta dentro del área sobre el centrodelantero.

Lo concreto es que Argentina logró varios aspectos que no se daban en los últimos años y conducían al fracaso. El entrenador pudo armar y consolidar un plantel en el que importaba el equipo titular, pero sin dejar de lado el buen humor y el ambiente que se trasladó hacia dentro de la cancha. Habrá sido muy complicado resolver sobre la marcha ante las reiteradas bajas por los problemas físicos de los jugadores. Por momentos daba la sensación que se enfrentaba el equipo alemán de 12 años de proyecto ante el argentino que tuvo que resolver cómo jugar en medio de la Copa del Mundo. Este plantel y cuerpo técnico quedará en el recuerdo y no como el plantel del fracasó, sino como la selección que enamoró e hizo soñar a todo un país.

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