Hizo lo que pudo en Brasil 2014. Amague, esquive, gambeta. Gol. Últimos segundos del partido, él contra todos, tira y Gol. Rebote, potencia, pegada. Gol. Falta, tiro libre, perfección. Gol. Pasar a media defensa, asistencia, pase Gol. Penal. Convertir, ganar, gritar, llorar, emocionarse. Último partido, intentó. No pudo.
Lionel Messi es todos los verbos al mismo tiempo. Es el mejor jugador del mundo. Ganó todo, pero esta vez no pudo. “El partido más importante” de su vida, como lo calificó, no logró ganarlo. Pero con o sin Mundial sigue siendo el mejor. Hasta para la FIFA fue el mejor jugador del Mundial al entregarle el Balón de Oro, pero para él es un premio consuelo, quería el más grande. No necesita otro título más para demostrar que tan bueno es, aunque es claro que quería ganarlo.
Los títulos le quedan chicos, él es gigante y su humildad mucho más. Los incrédulos que no lo aceptan entre una de las leyendas del fútbol mundial no lo harán aunque gané todos los títulos que hay. Pero no aceptarlo entre los mejores de la historia es contradictorio, y decir que no es argentino es más absurdo. El segundo lugar le queda chico, pero no pudo ser.
Hace rato dejó de ser ese pequeño al que criticaban por “ser español”. Desde el comienzo es argentino y desde el principio es el mejor, pero recién ahora, el país cree en él. En este Mundial, aunque no lo ganó, Messi finalmente se consagró.
Nunca deja de sorprender y puede sacar una jugada de un lugar inimaginado, como lo hizo contra Irán, que en los últimos minutos de un partido áspero, metió un magnífico zurdazo al ángulo del arquero iraní y le dio la victoria a la selección. De este modo, el Diez argentino fue decisivo en la fase de grupos. Fue el único que convirtió, sacando el gol de rodilla de Marcos Rojo contra Nigeria y el gol en contra de los bosnios en los primeros minutos del partido.
Pero hasta cuando parece que no hace nada, él lo hace. Desde los octavos, hasta la final, tuvo menos participación activa, aunque tuvo varias ocasiones de gol, tiros libres que pasaron cerca y asistencias, pero no metió goles. Y eso puede parecer una baja de nivel en un jugador que mete casi siempre, pero no es tan así. El Diez argentino, con más o menos constancia, estuvo siempre ahí. Intentó y con más o menos categoría, juntó a casi toda la defensa rival que lo quería arrinconar. En realidad, él los junta y deja espacios en la cancha. Se le puede criticar que no haya podido convertir en los últimos partidos y que no le haya salido un amague, pero eso no le quita lo buen jugador que es.
Messi siempre quiere jugar con varios delanteros alrededor para generar pases y lugar para poder moverse, además de hacer relucir su juego. El 4-3-3 no es un capricho, sabe que con esa alineación puede desempeñarse mejor, al igual que los demás. Por eso, luego del cambio de esquema estrepitoso en la mitad del partido contra Bosnia, se lo acusó de decirle lo que tiene que hacer a Sabella, pero por qué un director técnico seguiría con un esquema que no les gusta a sus jugadores y en el que no se sienten cómodos. Es ridículo.
En los siguientes partidos utilizó el 4-3-3 con los cuales el equipo se desplegó mejor, consiguió la victoria y el juego de Messi, con altibajos y con defensas que no pararon de marcarlo, también creció. En los de octavos, cuartos, semifinal y final, el esquema tuvo que cambiar por las lesiones de Sergio Agüero y Ángel Di María. Se notó bastante. Las defensas rivales se enfocaron en que el mejor del mundo quede fuera de juego. Así es que la alineación pasó a ser más un 4-4-2, con Messi y Gonzalo Higuaín solos arriba.
En este último partido se notó que faltó. El Diez nacional tuvo menos participación activa, obvia, porque no atacaron tanto, pero la defensa mejoró y se hizo un bloque. “Lio” quedó relegado a generar jugadas individuales, intentar algún toque, recibir miles de patadas y tirar algunos tiros libres cerca del área rival.
Lo importante es que Messi apareció casi siempre cuando se lo necesitaba en la cancha, menos en la final. En la fase de grupos convirtiendo y, contra Suiza, cuando estaban en tiempo suplementario y casi llegaban a penales. Ahí, en los últimos minutos de ese partido se amagó a varios y frente al arco, con toda la defensa y el arquero contrario mirándolo a él decidió dársela a Di María que convirtió el gol. Así demuestra que puede ser el mejor, pero que antes de todo quiere lo mejor para el equipo. Contra Bélgica, Holanda y Alemania fue más difícil, pero de a ratos se hizo notar. La defensa contraria sabía que estaba ahí y eso les generaba una molestia.
Pateó el primer penal contra Holanda y le dio respiro a la Argentina. Aseguró su tiro e hizo que la selección, luego de la atajada de Romero, pasara a estar 1 a 0 arriba. Junto a sus compañeros esperó a que terminen de patear. Festejó, se alegró, lloró, corrió. Se abrazaron. Festejaron. Eran todo emociones. En la final lo intentó, con tiros libres y amagues, pero no lo logró. Desconsolado quedó agarrándose las rodillas en la cancha. Se lamentó.
El mejor jugador del mundo. Uno de los mejores jugadores de la historia. Una leyenda del fútbol mundial. Argentino, bajito y zurdo. Sabe amagar y gambetea a cualquiera. Tiene potencia en su tiro y puede patear desde toda la cancha. Asusta a los rivales y hace temblar a los arqueros contrarios. Le da calidad a su equipo y lo hace jugar mejor, también le permite respirar y deleitarse con su excelente y único juego. Habla poco, es callado, pero es el capitán, porque es el que mejor habla con la pelota. Ganó casi todos los títulos del mundo, no el Mundial, quedó segundo. Y, sin embargo, sigue siendo el mejor. El mito. Messi, Lionel Messi.