Federico Bajo
Harry Potter existe. Su magia también. La historia del mago, que nació en la ficción creada por la escritora Joanne Rowling, trascendió los libros y vive en un montón de personas alrededor del mundo. Fanáticos de todas partes se apropiaron de ese relato que hoy atraviesa sus vidas. Tal es así, que el quidditch, el deporte que surge en la saga literaria, fue adaptado a la vida real y varias personas lo juegan tanto en Argentina como en el resto del mundo.
Es domingo por la tarde y la plaza Irlanda, ubicada en el límite entre Caballito y Flores, en plena Capital Federal, está repleta de gente. Son las 17.10 y un joven, parado sobre el césped, del lado que da a la avenida Donato Álvarez, mira el celular constantemente. De a ratos gira para observar a su alrededor. Viste una térmica negra ajustada, un jogging gris y zapatillas deportivas. En su mano izquierda sostiene una remera azul, cuyo color se va degradando hacia abajo hasta transformarse en un verde mezclado con celeste. Se llama Martín, tiene 30 años, es abogado, trabaja en un estudio jurídico, y todos los domingos se transforma en jugador y preparador físico de los Quantum Nébula, uno de los dos equipos de quidditch –el otro es Black Birds- de la Ciudad de Buenos Aires. “Comencé en este deporte el año pasado cuando una chica que conocí en el Círculo de Lectores de Harry Potter me insistió para que arranque”, cuenta Martín.
Cuando termina de presentarse, un grupo de chicas y chicos se acercan a él. Son el resto del equipo que viene a entrenar. Dos se encargan de armar la cancha y los demás aprovechan para cambiarse mientras conversan sobre videojuegos y elaboran hipótesis para justificar la ausencia o llegada tarde de algunos de sus compañeros.
Una vez listos arrancan la entrada en calor jugando un medio. Uno de ellos, que va a ir cambiando hasta que pasen todos, se para en el centro del círculo con la quaffle, una pelota similar a la de vóley, en una mano. Todos sostienen un palo de escoba entre las piernas, al igual que los personajes que juegan quidditch en la historia de Rowling, solo que acá no pueden volar. Los que conforman la ronda se pasan una pelota de goma, que se llama bludger, y es la que durante el juego usan los golpeadores para “quemar” a los rivales que están atacando. El del medio se defiende con la quaffle, evitando que la bludger le toque alguna parte del cuerpo.
En el momento que los jugadores comienzan a activar sus músculos, el mundo continúa su rumbo. Desde el otro lado de la plaza llega un sonido que invita a bailar moviendo todas las articulaciones posibles: es una comparsa que está ensayando desde temprano. El día soleado juntó, en aquel espacio verde, a familias, amigos, parejas y conocidos que, sentados en el pasto o en sus reposeras, disfrutan de la tarde. Los más chicos, por su parte, se entretienen andando en triciclos a batería que pueden alquilarse ahí mismo. De repente, por al lado de los aros, por donde más tarde los tres cazadores y el guardián –el defensor y armador del equipo- intentarán pasar la quaffle, cruza corriendo un nene. Viste botines negros y el conjunto de la selección de fútbol de Croacia. En su espalda lleva, por supuesto, el número “10” de Modric, evidencia de que todavía le dura la fiebre mundialista.
A las 18.17 Martín da la orden y comienza la parte más dura del entrenamiento. Durante 25 minutos los diez jóvenes que hoy están entrenando realizarán flexiones, abdominales y sentadillas. Se están preparando para viajar el próximo domingo a Rosario a jugar un torneo con los dos equipos locales: Wild Wolves y Deathly Dragons, éste último actual bicampeón de América. Para hacerlo deberán poner plata de sus bolsillos. El quidditch es un deporte amateur que recién está dando sus primeros pasos y, si bien existe la Asociación de Quiddtich Argentina (AQArg), ésta solo tiene alrededor de 100 asociados, en su mayoría los jugadores de los cinco clubes afiliados –el quinto equipo es Qymeras, de Mar del Plata-, que pagan una cuota mensual de 200 pesos. Pero esos ingresos se van en el alquiler de canchas de rugby para organizar torneos cada mes por medio.
Entre los jugadores del equipo está Iván, de 23 años, el más alto y corpulento del grupo, que trabaja en una empresa que organiza viajes de egresados y planea hacer la carrera de visitador médico y a su lado, con el pelo teñido de rojo, se encuentra Ara, su novia, de 19. Ambos conocieron el quidditch en una FantastiCon, una convención que tiene como objetivo brindar un espacio de encuentro y entretenimiento a los fanáticos de los libros y sagas de ciencia ficción. Pero no fue casualidad. La AQArg realiza actividades de difusión a lo largo del país para dar a conocer este deporte y fomentar el interés. En 2019 ya organizó un entrenamiento abierto en Córdoba y tiene programado otro en La Plata para el 12 de mayo.
Son las 18.45 y empiezan a prenderse las luces de la plaza, indicio de que se acerca la noche. Los Quantum Nébula harán el último ejercicio en el que trabajarán ataque y defensa. Iván y Álex se paran en fila delante de los aros, en posición de guardianes. Los demás irán de a uno encarándolos, quaffle en mano, con el objetivo de anotar un tanto. Cada vez que la pelota entre por uno de los tres aros son 10 puntos para ese equipo. Nicolás, alias Patata, de 20 años, estudiante de ingeniería, será uno de los primeros en pasar. Es ahí cuando comienzan los choques y manotazos, ya que una de las formas válidas para frenar a los atacantes es realizar un tackle. El quidditch se transforma en una especie de rugby sobre escobas.
-¿Elías al final de va a quedar con nosotros?, –pregunta Fiamma, mientras observa desde un costado. Es la novia de Martín, que también integra el plantel, aunque hoy no entrenó.
-Sí, ya se inscribió. Es una buena incorporación.-responde Matías, el capitán del equipo. Moreno, de baja estatura y una barba espesa, viste una camiseta de Boca. Parado con sus brazos en jarra, y compartiendo mate con Fiamma, controla todo y da indicaciones.
Tres nenas y dos señoras se detienen a mirar cómo juegan estos jóvenes. Con los ojos parecen buscar una respuesta a una pregunta que se hacen varios de los que pasan por allí: ¿qué es este deporte? Una respuesta podría ser que lo que juegan los Quantum Nébula es el quidditch de los muggles, como se denomina en la saga de Rowling a las personas que no son magos. En cambio, los más osados argumentarían que lo que sucede los domingos a la tarde en plaza Irlanda es magia. La de la literatura que a través de las palabras te transporta a otros mundos o la de cuentos infantiles con varitas que hacen posible lo imposible. Da igual cuál de las dos sea, más vale ir y comprobarlo uno mismo.