Por Rodrigo Brusco
“Rosario Central es como mi madre, en cambio la Selección es como una tía”, respondía Fontanarrosa cada vez que le preguntaban lo que sentía por ambos equipos. Fiel a ese fanatismo, el Negro era capaz de decirle “no” a grandes propuestas con tal de no perderse un partido del Canalla. Él fue al Gigante de Arroyito por primera vez a los 10 años y con su padre (Roberto Fontanarrosa Voelklein), el 1 de agosto de 1954, cuando Central derrotó 9 a 2 al Club Atlético Tigre, por la última fecha del campeonato de aquel año. Su fanatismo no paró desde ese momento, por eso el último dibujo que hizo fue un hincha con un brazo estirado y un gorro que dice: “Soy canaya”.
“El 28 de abril de 1999 venía a Rosario Pérez Reverte a realizar la presentación de su último libro, en aquel momento era el escritor de habla hispana que más libros vendía en el mundo, y quería que lo anunciara el Negro”, cuenta Rubén el Pitufo Fernández. “Le habían pedido con tres meses de anticipación su participación. Pero unos días antes de ese encuentro, reprogramaron la fecha en AFA y pusieron a Central contra Argentinos Juniors para el mismo día. A principios de esa semana, llegué a El Cairo y lo vi con cara de preocupado. Le pregunté qué le pasaba y me dijo: ‘¿Vos podés creer, la puta que los parió, que el miércoles tengo que presentar a Pérez Reverte?’. A lo que yo le dije que no era gran cosa, que por una vez que no fuera a la cancha no iba a ser tan grave”. Fernández creía que así lo calmaría, pero no. El Negro estaba tramando un plan del que Fernández sería su cómplice.
“Me acuerdo que me dijo: ‘No, Pitufo, hagamos una cosa. Yo lo presento y ahí te asomás vos por el túnel chico del Parque España’. Así fue, estaban sentados los tres para hablar de literatura, el Negro, Reynaldo Sietecase y Pérez Reverte. Cuando me vio ahí parado hizo el anuncio de que lamentablemente se tenía que retirar porque había llegado el Pitufo y se tenía que ir con él a la cancha. Además, imaginate que con mi altura era fácil reconocerme después de que me nombrara por mi apodo. Pérez Reverte se levantó, lo aplaudió como quien entiende la situación. Lo aplaudía todo el mundo, era increíble, les estaba diciendo que se iba porque tenía que ir a ver a Central y la gente aclamaba. Después el partido fue una mierda, terminó 0 a 0, pero tenía esas cosas que solo a él le salían bien”, recuerda el Pitufo.
Una canallada a la política
No sólo le ha dado la espalda a la literatura por su pasión “Canaya”, sino también a la política. A principios de la década del ’90, Héctor Caballero, primer intendente socialista de Rosario, le ofreció ser Secretario de Cultura de la ciudad. El Negro estaba entusiasmado con la propuesta, hasta que evaluó la situación y le dijo a Caballero: “Mirá, yo te aclaro una cosa: si es el Día de la Bandera y juegan Central contra River, yo me voy al Gigante. Si está la inauguración de la Fiesta Nacional de la Colectividad y jugamos de local, me van a encontrar en la platea. Esas son mis condiciones”, recuerda sus palabras Rogelio Molina. Con esas palabras rechazó la propuesta.
“Así como le dijo que no a estas cosas que mencionamos en la mesa, para él no había nada que se interpusiera con la posibilidad de ir a ver a Central”, dice Fernández. “El Negro fue uno de los pocos tipos identificados con los colores de Central que también se ganó el respeto de los hinchas de Newell’s. Porque Fontanarrosa era así, un genio reconocido por todos”.