Por Stefanía Vera
“Mi relato es el de un tipo al que le pasó algo en un club del pueblo y terminó en tragedia. Lo cuenta en un juzgado, durante 16 minutos”, cuenta Dady Brieva sobre su interpretación del cuento No sé si he sido claro, uno de los seis que se narran en la flamante película Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, dirigida por seis cineastas rosarinos: Juan Pablo Bucarini, Pablo Rodríguez Jáuregui, Hugo Grosso, Gustavo Postiglione, Héctor Molina y Néstor Zapata.
-¿Conociste personalmente a Fontanarrosa?
-Muy bien. Lo conocí y me pareció un tipo espectacular, inteligente. Una persona muy cerrada, como son todos los humoristas gráficos. Siempre me decía que yo tenía suerte porque escuchaba la risa de la gente, él no podía. Le hubiese encantado estar el domingo cuando un tipo abría el Clarín y veía a Inodoro Pereyra.
-¿Participaste de La Mesa de los Galanes?
-No, pero los conozco a todos, al Colorado, al Negro Centurión. Conocí la mesa pero nunca participé, porque siempre respeté esos guetos que se forman, esas logias donde no entra cualquiera.
-¿Qué características valorás de la escritura del Negro?
-Yo escribí un libro, hice monólogos. Tengo un relato bastante parecido al de él. Me gusta ese formato, mezclar el humor y la tragedia, el cuasi drama-humor me gusta, me apasiona. Me gusta hablar de los pueblos, de los personajes, me parece que teníamos esas cosas en común. También me devoré a Osvaldo Soriano, Isidoro Blaisten, Juan Sasturain.
-¿Qué episodio de su vida recordas?
-Si me tengo que quedar con un pasaje en la vida de él, sin dudas me quedo con el discurso que hizo en el Congreso de la Lengua, en el que pide una amnistía para las malas palabras. Yo, como soy integrante de Midachi, soy medio boca sucia. Hizo una descripción muy inteligente de lo que es la palabra pelotudo, donde se acentúa, porque tiene fuerza y porque no puede tener un sinónimo. Y dice de la palaba mierda que la fuerza está en la letra ere porque si fuera en Puerto Rico sería mielda y ya pierde fuerza. Me pareció muy inteligente, muy popular, de una observación muy profunda.