Daniel Melluso
“Tres, dos, uno, Jugger”, se repite, incansablemente, en el Parque Saavedra de La Plata. Este grito de guerra es entonado por uno de los cuatro árbitros de este juego que surgió en 1989 en la película australiana La sangre de los héroes y fue retomado, a comienzos de la década del ´90, por alemanes que lo reglamentaron y masificaron por Europa.
David Webb Peoples, director y guionista estadounidense de la mencionada película, jamás imaginó que el juego ficcional superaría la pantalla y sería real, no solo a nivel regional sino a nivel mundial. En el filme, el Jugger es el entretenimiento de una época en la que, tras una devastadora guerra nuclear, la sociedad ha quedado destruida. Está caracterizado como un deporte violento, en el que un equipo impone su ley en el desierto, soñando con llegar a la ciudad, para así enfrentarse al campeón de la liga profesional.
En la adaptación reglamentaria realizada en Alemania, se limitaron los golpes fuertes y el contacto físico entre jugadores, en contrapartida con lo que ocurre en el largometraje. A su vez, la honestidad es la base fundamental con la que está cimentada esta práctica.
El objetivo del Jugger es anotar la mayor cantidad de puntos en la base del equipo opuesto (conformados ambos por cinco jugadores) a partir de introducir una pelota ovalada denominada jugg. Solamente uno de cada equipo, el corredor, está autorizado para tocar el jugg, del cual puede disponer únicamente con sus manos. Los cuatro restantes portan pompfens – palos alargados recubiertos de material blando- y los utilizan para enfrentarse al equipo contrario y proteger a su corredor.
El campo de combate es de 20 metros por 40 y en la mitad se ubica el jugg, en donde los jugadores confluirán con la intención de apropiárselo. El tiempo de un partido es contado en intervalos de dos segundos marcados con un pitido, que realiza uno de los árbitros con un silbato, llamado piedra. El juego se compone de dos mitades de 200 piedras. Si un jugador elimina a su contrincante, este último debe contar cinco piedras para volver a la vida.
En la Argentina, el juego surgió en La Plata, más específicamente en el Parque Saavedra (ubicado entre las calles 12, 14, 64, y 68), en donde se encuentra la mayor concentración de jugadores y una asociación, la Asociación de Jugger de La Plata (AJULP), que regula la práctica y organiza torneos nacionales e internacionales. “A fines de 2013, llegaron a la ciudad dos hermanos españoles que trajeron el deporte con ellos. Nació aquí y comenzó a desparramarse por otros lugares del país. Por ejemplo, yo me lo llevé a San Clemente del Tuyú, lugar al que vacaciono con mi familia, y los chicos y chicas de allí lo trasladaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), en donde estudian, y así sucesivamente en otros lugares, pero el lugar central es acá”, cuenta Nicolás Atila Mátray, coordinador y co-creador de la AJULP.
Todos los sábados en el Parque, a las 16, chicos y chicas se reúnen para desarrollar este deporte que no distingue géneros ni contexturas físicas. “El juego es mixto, ya que basta con tener agilidad y velocidad mental sin importar el porte físico”, explica Atila Mátray. Tanto en el mundo como en América Latina, el Jugger es muy practicado y de ello da certeza el coordinador de la AJULP: “A nivel mundial los más fuertes son Alemania, Irlanda y España, puesto que poseen confederaciones cimentadas que organizan torneos permanentemente. En América, hay un foco muy fuerte en Colombia, uno más débil en Costa Rica y otro caótico, por la extensión de su país, en Estados Unidos. En Norteamérica, el Jugger es fuerte, pero muy desparramado”.
A partir del 4 de mayo, la AJULP organiza su torneo regional, el cual dura cuatro meses y se disputa el primer sábado de cada mes. Los equipos Buena Onda y Mulitas son los animadores de la competición, que cuenta con seis equipos. Elisa Bellone, Álvaro Pérez Domínguez y Mercedes Martínez son integrantes del primer equipo y describen su experiencia con el Jugger. Bellone, quien además es coordinadora de la Asociación, indica: “Acá todo es autogestionado. Recolectamos dinero para subvencionar los gastos operativos, tanto de los torneos como de los entrenamientos semanales”. Pérez Domínguez, o Alvarete como le dicen sus compañeros, manifiesta las razones por las que él cree que muchos se acercan al deporte: “Todos iniciamos casualmente, ya sea por el interés de hacer algo como por gente en común que lo practica. Por ejemplo, yo me acerqué en 2015 por unos amigos, pero dejé y a los meses retomé”. En consonancia con esto último, Martínez dice: “Comencé por mi novio. Me gustó y lo sigo realizando”. “Nuestro equipo se llama así por el espíritu del Jugger, que debe ser honesto y jugado con la mejor onda”, agrega.
En América del Sur, un foco muy pequeño, pero activo se encuentra en Uruguay. Rodrigo Castro, jugador de Mulitas nacido en Montevideo, da cuenta de ello: “Comencé en mi país hace cuatro años. Formo parte de un equipo que se llama Mandarina Ninja, pero hace seis meses que juego en La Plata”. El jugador vive en Neuquén por trabajo y esporádicamente viaja a la ciudad de las diagonales para despuntar el vicio. “Estuve de visita en Uruguay, pero una parada obligatoria es acá, porque en Neuquén no hay Jugger. En mi país hace cuatro o cinco años que se practica el deporte, pero no se amplió la base de jugadores. Se juega fundamentalmente en Montevideo, en Parque Battle”, expone Castro.
Ya sea en Argentina, en América o en el mundo, el Jugger es una práctica que con valores definidos y con la honestidad como bandera, busca despojar todo tipo de desigualdades físicas y de género, y a partir de la equidad, unir a cada uno de sus participantes más allá del resultado deportivo.