jueves, noviembre 21, 2024

Los Avispones de Chilpancingo y los 43 de Ayotzinapa

Santiago Ballatore

El 26 de septiembre de 2014 fue uno de los días más oscuros de la historia de México. Un micro que llevaba estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, que estaba pasando por la ciudad de Iguala y se dirigía a la Ciudad de México para la marcha conmemorativa de la Masacre de Tlatelolco, fue detenido violentamente a tiros por la Policía. Seis estudiantes fueron asesinados y otros 43 permanecen desaparecidos.

Si bien el gobierno de Enrique Peña Nieto nunca dio respuestas concretas sobre qué pasó con los estudiantes, la lucha que exige justicia con la consigna “Son 43” sigue muy activa. La masacre puso a un país en alerta y hasta Javier Chicharito Hernández, el delantero que en para este Mundial de Rusia pide “imaginar cosas chingonas”, se solidarizó con las familias de las víctimas en las redes sociales. “Mi solidaridad y oraciones a los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa”, escribió el ídolo mexicano que en ese momento jugaba en Real Madrid.

Pero ese no fue el único hecho nefasto que sucedió ese día. El equipo de la tercera división mexicana Avispones de Chilpancingo estaba arriba de un micro volviendo a su ciudad luego de disputar un partido en la ciudad de Iguala. Poco tiempo pasó desde la partida del autobús para que comenzara la tragedia. Iban aproximadamente 15 minutos de viaje cuando comenzaron los disparos. Les estaban disparando desde afuera del micro sin razón alguna. Un tiro tras otro, sin un descanso que al menos hiciera que los integrantes del plantel asemejaran lo que les estaba sucediendo. Se cree que el micro fue confundido con el de los estudiantes de Ayotzinapa.

La reacción de casi todos los pasajeros fue tirarse al piso. Casi todos porque David Josué García Evangelista, futbolista de tan solo 15 años, no lo hizo, no llegó a reaccionar. Fue una de las tres víctimas fatales del hecho. Fue asesinado sin saber por qué, sin entender siquiera lo que estaba sucediendo.

Víctor Lugo Ortiz era el chófer del micro. Recibió disparos en los brazos, piernas y en la cabeza. Vaya que se resistió a la muerte que sus signos vitales aguantaron un rato, hasta que en el hospital dijeron basta. Así se fue otra de las personas asesinadas en la masacre. Porque fue una masacre en la que uno de los bandos ni siquiera pudo imponer resistencia.

Blanca Montiel Sánchez no tenía nada que ver con el equipo. De hecho, ni siquiera estaba en el micro. Simplemente era pasajera de un taxi que estaba circulando cerca del lugar de los hechos y uno de los disparos al voleo de la Policía consiguió darle, convirtiéndola en la tercera y última víctima fatal.

Hubo 12 heridos, incluyendo tanto a pasajeros del micro como al chofer del taxi en el que viajaba Blanca. El mismo día y en la misma ciudad, hubo dos masacres por parte de la Policía mexicana. Por lo menos las familias de David, Víctor y Blanca saben qué les sucedió, pero hay 43 familias que todavía buscan la verdad sobre qué han hecho con sus seres queridos. Es por eso que, cada vez más fuerte, se hace escuchar el grito de “Son 43”.

Foto: Marco Ugarte

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